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jueves, julio 3, 2025

‘Me salvaste la vida’, le dicen presos al escritor Carlos Sánchez, quien lleva talleres de literatura desde hace 28 años a cárceles de Sonora, Chihuahua y CDMX

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Hermosillo, Sonora.- “¡Me salvaste la vida!”, así agradecen las personas privadas de su libertad al escritor y periodista hermosillense Carlos Sánchez, quien desde hace casi 30 años imparte talleres de literatura en diversos centros penitenciarios de Sonora, Chihuahua y Ciudad de México.

Como tallerista en cárceles y centros de rehabilitación de hombres y mujeres, Carlos ha dedicado las últimas tres décadas de su vida a mostrarle a las personas internas que hay otra forma de manifestar sus historias, recuerdos, penas y alegrías: la literatura.

“En los talleres ha sido muy grande el aprendizaje, ya que el involucrarnos no ha sido solo sobre el ejercicio de la lectura y escritura, sino que la relación va más allá, pues uno se convierte en un hermano o en un padre para los presos. La palabra en la literatura también es una convocatoria para reflexión, para ordenar las emociones y las palabras, y decir de dónde vengo y qué soy”.

Sánchez, quien ha recorrido las calles de su barrio Las Pilas y de toda la capital sonorense, buscando captar en crónicas las distintas realidades del mundo, inició su oficio como tallerista en 1995, de la mano del poeta caborquense Abigael Bohórquez.

Hoy, 28 años después, ha impartido clases de escritura en centros penitenciarios, juveniles y de rehabilitación en Sonora, Ciudad de México, Ciudad Juárez y Chihuahua.

“Ahí hubo una conexión muy de inmediato con los internos porque eran de mi barrio los chavitos. Abigael se sorprendió y me dijo: ‘¿por qué te saludan tan bien?’ Pues porque son mis amigos, le contesté”.

En los talleres, cuenta Carlos, las personas internas suelen escribir del barrio, la cárcel, los juegos, el futbol, lo que viven dentro de las celdas, la cotidianeidad que aborda a todos; las historias siempre acompañadas de una gran dosis de dolor, desolación y abandono.

“Todo es a partir de su interior, de la memoria. Yo les pido que escriban sobre lo que son; no nos vamos a la ficción. No hablamos de sintaxis, redacción u ortografía, solo de lo que está ahí dentro (…) Esto me funciona porque soy uno igual que ellos, venimos de lo mismo, del mismo origen, lenguaje y temas”.

Entre los recuerdos que evocan cuando Carlos mira hacia atrás y trae de vuelta las memorias de tantas y tantas generaciones, llegan algunos momentos que nunca olvidará.

Como la ocasión en que tres de sus alumnos ganaron un concurso de literatura de la ex Procuraduría General de Justicia o cuando uno de los jóvenes, tiempo después del taller, lo reconoció en la calle y desde lejos le gritó: “¡Carlos! ¡Tú me salvaste la vida!”.

“Al taller llegaba un chavito muy resentido, con mucho coraje y eso lo manifestaba en el salón. Un día invité a un músico que tocaba el chelo para que les hablara sobre su oficio. Cuando este muchachito lo vio, se sorprendió al escuchar y ver el instrumento. Se quedó impactado y no hubo conflicto.

Le dije al chelista: ‘préstale el chelo y enséñale cómo se toca’. Ahí empezó súper feliz y con una conexión muy linda. Y un día estaba en la Unison, afuera del museo de la biblioteca, y ahí me encontró, gritó mi nombre y me recordó quién era. ‘Muchas gracias: me salvaste la vida y me cambiaste mi manera de ser’, me dijo”.

El intento de Carlos Sánchez por llevar la literatura a las cárceles para que las personas internas hablen de su vida y encuentren una manera distinta de expresarse ha rendido frutos, pues alumnos suyos han podido publicar sus textos en libros propios, siempre recordándolo a él como fuente de inspiración.

“Los talleres sin duda me han dejado mucho aprendizaje y poder afianzar cada vez más la empatía, esa posibilidad de ponerte en los zapatos del otro. (…) Un vato del sistema que viene con ellos a dialogar y a hacerlo de forma distinta: sin jerarquías, todos iguales, sin juzgar o criticar. Venimos a trabajar, a emocionarlos y incentivarlos a que hagan algo por ellos mismos”.

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