La respuesta de Ana Gabriela Guevara, titular de la Conade, a las demandas de las campeonas mundiales de natación, que le dieron medallas a México en Egipto, no deja lugar a dudas: Si quieren recursos para sus actividades, “pueden vender calzones, tupper wear o productos Avon”. Que hicieran lo que quisieran, y que la ausencia de recursos para el fomento al deporte no es responsabilidad de ella, ni de la Conade, sino de las federaciones. A ese grado andan las cosas entre quienes prometieron el cambio y que serían diferentes.
Son dignos de reconocimiento quienes, excepcionalmente y con sus propios recursos —sin apoyos oficiales—, hacen brillar el nombre de México en algunas disciplinas. Y lo correcto hubiera sido invitarlas a dialogar, escuchar sus puntos de vista y plantear la solicitud de recursos para encontrarle solución a sus problemas. Oír puntos de vista diferentes para fortalecer la capacidad de respuesta de la autoridad deportiva a las demandas de sus agremiados, y luchar así por resolver problemas del deporte en México.
¡Pero no! A la gacela sonorense le ganó la soberbia en el tratamiento de la crisis y respondió tal y como se estila para tratar los problemas en el gobierno de la llamada 4T. Con su actitud soberbia se confirma una vez más un estilo de gobierno e incompetencia para administrar los asuntos públicos.
Igual le ha sucedido a los productores de grano que llevan semanas realizando plantones y marchas para exigir mayores apoyos y alcanzar precios más competitivos para el maíz y el trigo. Y nada.
Le ha pasado a las dirigencias de los partidos políticos que se les ha ocurrido solicitar diálogo con el Ejecutivo federal para analizar temas de la agenda nacional, y se les responde que no, que entablar diálogo con las fuerzas políticas es caer en las demanda de moches y otras lindezas.
Le ha sucedido a las fuerzas opositoras en el Congreso de la Unión cuando les han impuesto iniciativas de reformas constitucionales y legales, las cuales ni siquiera se turnan a comisiones, ni se discuten en lo elemental con los propios legisladores aliados a la llamada 4T. Violación tras violación a los procesos legislativos: es la marca de la casa.
Les pasa a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que a cada rato y desde el púlpito de la ‘mañanera’ se les acusa y descalifica, y reciben ataques por el simple hecho de ejercer su responsabilidad de contrapeso jurídico o por señalarle a cada rato al Ejecutivo las violaciones a la Constitución en sus diversos proyectos, arrebatados de reformas que son sometidas a controversias por el incumplimiento de la normatividad vigente en el proceso legislativo.
Ese estilo político también se ha repetido y recreado en los estados y los municipios gobernados por Morena.
Llegaron al poder con otros conceptos, con otras visiones y muy resentidos con el pasado, y sin recato para promover y alentar regresiones de muy alto costo para el avance de México.
Se hicieron del poder como si se tratara de algo de su propiedad. No hay respeto a las reglas y los equilibrios, y hemos regresado a la concentración del poder para beneficio de grupos y familias. El nepotismo en cargos públicos se ha convertido en moneda de uso común en la auto-llamada 4T.
La utilización a cada rato de recursos públicos mediante promociones y acarreos para llevar agua al molino político de Morena se ha vuelto una constante en el actuar de sus militantes, alterando tiempos y violentando procedimientos.
Al mismo tiempo, fomentan las versiones de que la oposición luce derrotada y desorganizada de cara a la elección del 2024.
A cada rato envían señales descalificando liderazgos, acusándolos de integrar a las fuerzas conservadoras (sic) resistentes a la ‘transformación’ que México —según ellos— observa en este sexenio. Repiten sin cesar que las oposiciones no cuentan con los recursos, ni con las estrategias adecuadas para dar la batalla en la próxima elección. Y ni se le ocurra a algún político de las oposiciones anunciar sus aspiraciones presidenciales públicamente porque de inmediato son atacados en las conferencias mañaneras del presidente.
¿No se supone que no les preocupan las oposiciones (de las cuales lo menos que dicen es que están “moralmente derrotadas”, como ese lema juarista del siglo XIX)?
De inmediato echan mano del discurso de la “vuelta al pasado” (que no regresen los corruptos), en lugar de darse cuenta de que en los casi cinco años que llevan en el poder no han elaborado alternativas de solución a los problemas nacionales. México luce estancado, a pesar de que llegaron al poder a nombre de otras ofertas, opciones y novedades que permitirían, según ellos, borrar el pasado —no son lo mismo, argumentan, son diferentes— y acabar con los corruptos, pero a cada rato aparecen escándalos de corrupción entre los miembros del nuevo gobierno.
Todavía les pesa —y mucho— la sorpresa electoral del 2021. Las oposiciones les quitaron la mayoría calificada en la Cámara de Diputados (de 323 a 281), les ganaron nueve de las 16 delegaciones de la Ciudad de México y algunas capitales estatales. Morena y sus aliados se vieron rebasados por casi tres millones de votos de diferencia de la alianza opositora. Partidos de nuevo cuño como RSP, FM y el PES, aliados a la llamada 4T, perdieron el registro al no alcanzar el 3 por ciento de la votación nacional.
También les pesan —y mucho— las dos concentraciones multitudinarias de la sociedad civil a favor del INE (en noviembre de 2022 y febrero de 2023). Esas reuniones los alarmaron, y reaccionaron a su estilo: anunciando otras concentraciones y practicando el acarreo.
Algo les pasó. Se confiaron en los millones de pensionados y becados, entre los cuales llevan registro puntual de domicilios y credenciales de elector. Creyeron que votarían en automático por Morena y sus aliados, pero no fue así.
Por otra parte, a pesar de la sumisión de los grandes sindicatos a Morena, quizá ignoraban que el voto corporativo en México se borró desde finales de los noventa del siglo pasado, porque las organizaciones sindicales evolucionaron con rapidez, tanto de los controles tradicionales como hacia la pluralidad de la mayoría de sus agremiados, que votan por quien quieren, con independencia de las líneas que les trazan algunos dirigentes. El voto corporativo ya es historia en México, por más compromisos que se anuncien, de ahí su sorpresa.
No se cumplieron sus expectativas apenas a tres años de haber llegado al gobierno, eso los alteró de sobremanera, y por ello el presidente decidió adelantar los tiempos políticos, de julio del 2021 en adelante, concentrando la atención en los personajes que él mismo seleccionó como aspirantes a sucederlo, al estilo de los presidentes mexicanos de 1923 a la fecha.
Se acabaron los programas y las ofertas de campaña y les ganó el tiempo de la polarización política, las ‘corcholatas’, las encuestas y las exclusiones entre ellos mismos. El presidente hizo a un lado al coordinador de los senadores de Morena, Ricardo Monreal, y agregó a un nuevo aspirante: el secretario de Gobernación, que también hace su promoción visitando estados y haciendo compromisos.
¿Le saldrá bien a López Obrador el proceso sucesorio? Nadie lo sabe. En México hay cada día mas oposición al gobierno y Morena, sin estructuras, pero con gobernadores no tiene más que al presidente para tratar de mediar en una probable ruptura cuando se conozca el nombre del candidato(a). Una presidencia con muchos frentes abiertos, desgastada y con poco qué ofrecer en materia de logros de gobierno. Ahí está el debate de los próximos meses que los partidos opositores deberán abordar. Oposición hay y mucha. Faltaría darle cauce partidista y organizarla con miras al llamado plan ‘C’: Las urnas.
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