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viernes, noviembre 22, 2024

La mentalidad no es destino

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No, no es destino, pero podría serlo, si no aprendemos a hacer un uso completo de nuestra inteligencia. Ciertamente, la mentalidad, viene de la palabra mente, y esta, la mente, en términos generales, es la capacidad que tenemos para pensar. En cambio, la mentalidad, es la manera de pensar, que nos sirve para entender y hacer la vida  en el mundo en que vivimos. El problema viene, cuando a aquella capacidad pensante, la tenemos descuidada, y quizá hasta abandonada, lo que nos podría estar dejando una pobre mentalidad para hacer frente a los retos a resolver. ¿Acaso será nuestro destino ser miembros perennes de un pueblo del tercer mundo?

En estos días, mientras esperaba en la sala de abordar del aeropuerto, frente a nosotros estaba una niña, de no más de seis meses de edad, pretendiendo alcanzar un colorido juguete que colgaba de su carriola. Junto a ella estaba, su madre, y al lado, la abuela. Enseguida, llega el padre de la menor, con un contenedor con la forma de una pasta de dientes y una cucharita. La niña, por su sonrisa, mostraba que ya sabía que aquello que le traía su padre, era su: ¡Comida!. Usted quien me lee, conoce el ambiente ruidoso y febril de las salas de embarque de los aeropuertos y, sin embargo, la niña, tranquilamente lo estaba aprendiendo a través de los sentidos, propios de su: <<sentir inteligente>>. En esta etapa de la vida, es cuando uno aprende (profunda e inconscientemente) a percibir las emociones (sentimientos) que expresan quienes nos rodean. Es lo normal. A esto, algunos lo ponen como el cimiento de, “La inteligencia emocional”, que, tal vez, marcará la figura de nuestro comportamiento social a lo largo de nuestras vidas. Luego, al corto tiempo, desde y por el crecimiento y desarrollo mismo de la niña, brotarán sus preguntas infantiles: ¿y por qué?, ¿y por qué?, ¿y por…qué? Entonces, aquí, la aprendiz, con sus reiterados, ¿y por qué?, estará forjando la llave del conocimiento, con las que abrirá las puertas de su mismo <<sentir inteligente>>, para que, le dé sentido a su búsqueda, para encontrar las razones (causas) profundas que están detrás de sus preguntas: “Permíteme investigar para saber, por qué, ocurre lo que nos pasa”. La niña aprenderá a resolver sus problemas.

Lo anterior, me hace recordar la llamada reciente que recibí de un maestro jubilado, quien me comentaba que lo habían invitado para que se hiciera cargo de la dirección de una escuela primaria, con niños emproblemados por el abandono familiar y/o, provenientes de hogares económicamente empobrecidos. Las preguntas saltaron: “¿Qué, y cómo, fue lo que aprendieron en aquella su tierna infancia? Y ¿Qué impacto tuvo aquel aprendizaje en su mentalidad?”

Permítame decir, que la niña del aeropuerto, y últimos niños, usted y yo incluidos, tenemos algo en común: Todos y cada uno de nosotros, cuando nacimos, fuimos recibidos por un grupo de humanos, y desde allá, y quizá desde el vientre materno inició, nuestra humanización (modo de ser humano). Pero, ¿Qué clase de humanidad aprendimos de ellos? ¿Cómo fue aquel cuidado y afecto que recibimos? ¿Ellos, respondieron satisfactoriamente a aquellos “¿y por qué?”  que abrirían las puertas de la curiosidad buscadora de nuestro entendimiento? ¿Respetaban, nuestras decesiones?

Le comento, algo al respecto: Cuando llegamos al mundo de quienes nos recibieron, ellos, sin tomarnos en cuenta, o más bien por tomarnos en cuenta, porque querían que nos pareciéramos a ellos, literalmente, vertieron en nosotros, sus tradiciones, con: sus usos y costumbres, su idioma, sus creencias, sus instituciones y más.

Esto pareciera un determinismo. Pero no lo es. Al rato le platico el por qué no lo es.

Vuelvo ahora con el maestro, quien me refería, que deseaba implantar en aquellos niños olvidados, las competencias fundamentales del modelo japones: aprenderán los idiomas dominantes de actualidad, con sus respectivas culturas; que sepan hablar y escribir, regido esto; por una ética diciplinar japonesa-kantiana, “del deber ser”. Todo, con el propósito de integrarlos en el mundo de hoy. Fabuloso. Los niños tienen capacidad para eso y mucho más. Aquí, le hice la pregunta “¿en tu diseño académico en dónde entra, el aprendizaje y/o el reforzamiento de la autoestima”.

Enseguida, me platica sobre el contenido de las materias de estudio, “los cuales deberían, deberán, de estar focalizados según la región, porque las necesidades de los distintos lugares son diferentes entre sí: en la Tarahumara no es igual a Santa Fe, Monterey no es lo mismo que en la Chontalpa.” Cierto. Pero, esta afirmación, también podría contener, en sus escondrijos, un tinte excluyente, determinista, que pudiera dejarles la misma mentalidad (para continuar recreando) el adiestramiento, tipo perruno, de nuestra juventud en la espera de ser empleados de las maquiladoras. ¿Será este, nuestro destino nacional?

Por lo que le respondí: “Todos estos niños, del lugar de donde sean, por ser miembros de nuestra especie, están dotados genéticamente de un <sentir inteligente>>, entonces, ¿porque no ofrecerles aprendizajes que robustezcan la confianza en su mismidad, para que sean unos inquietos y curiosos preguntones, que los lleven a ser buscadores de soluciones razonales, resultado de sus propias decisiones y de ahí: se dirijan hasta donde topen?

Esto me hace recordar el tendedero de ropa que un día nos puso a hacer nuestra Madre en el patio de la casa: “Pon un poste allá,” le dijo a Marco, mi hermano “y tú (refiriéndose a mí), pon el otro poste acá”. “Ahora tiendan un lazo entre ustedes”. “El lazo ya está en tensión”. “Ahora, prendan, los pantalones, separados de las camisas y de las sábanas y que quede bien extendida, ¡eh!; enseguida, cuando la ropa esté seca, las doblan y las ponen en su lugar”.  ¿Entendido? ¡Entendido! Esta anécdota, describe una de muchas simples teorías para conocer: “El poste de un lado eres tú, Maestro y en el otro lado, está cada una (o) de tus alumnas (os). Ahora, tenderemos un lazo comunicativo de un querer que supere al policiaco: “deber ser”, para que, con el gusto, <de querer>, se nos abra el apetito por el saber”. “¿Entendido?” “¡Entendido!”. “¿Cuál es el tema de hoy?” “¡Las sábanas!” “¡TENDÁMOSLAS!” Y como cada uno, traemos nuestras tendencias y, además, aprendemos desde nuestra muy particular cualidad perceptiva, entonces, los que tiendan a ser artistas tenderán a hablar sobre los colores, los ingenieros de las medidas, los contadores de los costos, los abogados esta es de mi cama, los…: Ahí, los contenidos sabaniles, divertidamente se ampliaran. Y, lo <tendido>, prendido en el lazo, va quedando <entendido>. Enseguida, viene la constatación: “El tema de hoy, ¿cómo lo podríamos aplicar en nuestras vidas”? El conocimiento, echa raíces no solo en nuestro cerebro, físicamente, se incorpora en todo nuestro organismo: Entonces, el conocimiento, tendido y entendido, queda ¡muy prendido!: <COMPRENDIDO>, entre Ellas y ellos, en ti Maestro, y en el entorno.

Renglones arriba, hablaba algo sobre la genética de nuestra inteligencia. Permítame transitar ahora por nuestra biología, no desde un platonismo conductista, en donde algunos neurofisiólogos de una forma dualista, nos presentan, a lo biológico (lo genético), separado del entorno por conocer (la epigénesis). “Esto, es moción aparte”, dicen los puristas del órgano cerebral.

Replicando a lo anterior, diría: La evolución nos dejó siendo materia inteligente en donde, en <UNIDAD>, lo biológico, fuerza a su psiquismo mismo, para que se lance a conocer y a su vez, el psiquismo conocedor, ya, con la novedad conocida, exige el crecimiento y desarrollo, no solo del del bosque neuronal (la plasticidad cerebral)l, sino, la del organismo entero, para que nos acompañe, solidariamente, como personas, a realizar nuestros propósitos, en un círculo virtuoso para continuar conociendo.

El problema viene, cuando a aquella capacidad pensante, la tenemos descuidada y quizá hasta abandonada, que nos está dejando una pobre mentalidad.

Aquí está, la niña del aeropuerto, los alumnos de la escuela del Maestro, los aprendices de nuestra nación (incluidos usted y yo), quienes, llegamos a este mundo con el poder de un <sentir inteligente>, con la capacidad de aprender, mientras, uno tenga vida (como cualquier otro habitante del planeta). Entonces:  Hoy, es un buen día para aprender a abrir las puertas de los ¿y por qué? para descubrir nuestras mismas capacidades, para que desplegadas, nos ayuden a poseer una robusta mentalidad que nos conduzca hacia un mejor porvenir.

¿A poco a usted no le gustaría, que sus hijas(os), fueran los dueños de las maquiladoras y no sus empleadas(os)?

La vida pasa rápido, por lo que, pronto, la niñez y la juventud de ahora, serán los que estén traspasando su mentalidad a los que lleguen.

¿Cómo ira a ser aquella trasmisión de identidad nacional? No lo sé. Pero, lo que sí, ¡sé!: Esto no es el destino: Es, un asunto educativo.

¿Qué hacer, entonces? Por favor, ayúdeme a pensar.

José Rentería Torres.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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