Columna Contra las Cuerdas
Es el 5 de febrero de 2022. El presidente López Obrador está sentado en el centro del podium del teatro República, Querétaro, durante la conmemoración del 105 aniversario de la promulgación de la Constitución mexicana. A su derecha se encuentra Sergio Gutiérrez Luna, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, y a la derecha de éste vemos a Arturo Zaldívar, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
A la izquierda del mandatario federal, está con un cubrebocas puesto Olga Sánchez Cordero, presidenta del Senado. López Obrador se aprecia cómodo y sonriente. Vaya que tiene motivos para lucir de esa manera: es uno de los presidentes más populares de la historia; es la primera vez en los últimos 25 años que un solo partido, en este caso su partido Morena, tiene el control de ambas cámaras y por si fuera poco el ministro presidente de la Suprema, no tiene ningún empacho en mostrar sus simpatías por el presidente de la República, de hecho Zaldívar se ha encargado de hacer saber a la prensa que López Obrador no es Felipe Calderón.
La buena relación entre Zaldívar y el inquilino de Palacio Nacional es tan estrecha que ambos vienen de protagonizar un triste episodio de la historia nacional: López Obrador ordenó a sus legisladores modificar una ley, a pesar de la inconstitucionalidad, y éstos, como ha ocurrido en los últimos cuatro años, ejecutaron sin reparo las modificaciones para ampliar dos años más la presidencia de Zaldívar al frente de la Suprema Corte porque tiene la idea de “transformar” juntos el Poder Judicial. Penosamente, Zaldívar guardó silencio durante meses a pesar de que sabía que con dichos cambios legislativos se violaba la Constitución.
Dicho de otro modo, están los contrapesos, pero el presidente no los siente porque los representantes de los otros poderes de la Unión son afines a él, por lo que los representantes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad Ciudadana toman asiento en los extremos de ambos lados del podium del teatro República.
En 2019 y 2020 ocurrió algo similar, en el primer año está codo a codo al ministro presidente Arturo Zaldívar y en el segundo, aunque en esa ocasión la Cámara de Diputados era presidida por la diputada panista Laura Rojas, respetó el lugar de mantenerla sentada en el primer lugar de su derecha manteniendo el protocolo de las posiciones cercanas para los titulares de los poderes Legislativo y Judicial. El 2021 no estuvo presente el mandatario con el pretexto de que había dado positivo a Covid19, aunque con el Guacamaya leaks se supo que mintió porque se puso mal por afecciones cardíacas.
Todo lo anterior para llegar al punto que fue noticia ayer. Sino fuera por los protocolos en política o porque las formas son fondo pasaría desapercibido, pero de todo el sexenio es el momento menos cómodo del presidente con las cabezas de los otros poderes: Alejandro Armenta, presidente del Senado, es de Morena pero no tiene buena relación entre ambos, pues el legislador es uno de los más cercanos a Ricardo Monreal.
Por otro lado, el presidente de la Cámara de Diputados es panista y aspira a ser candidato presidencial, Santiago Creel mantiene fuertes diferencias con el coordinador de Morena en San Lázaro. Además, tras perder López Obrador la batalla en la sucesión de la SCJN al quedar fuera de la competencia su amiga Yasmín Esquivel, el presidente no tiene nada que lo una a la ministra Norma Piña, una abogada de larga carrera en el Poder Judicial alejada de la grilla política.
Por eso el mandatario rompió todos los protocolos e invirtió los papeles al sentar ayer a su secretario de Gobernación y a sus secretarios de la Defensa y Marina cerca de él mandando a los extremos a los presidentes de la Cámara, Senado y a la ministra presidenta de la Corte. Así se acerca al final de su sexenio López Obrador delegando todo a los militares, hasta su propia figura presidencial.
Uppercut: Este lunes inician reuniones entre autoridades de México y Estados Unidos para calificación de aviación mexicana.