Hermosillo, Sonora.- Con una técnica para cosechar agua de lluvia, Felipe logró darle color al desierto y crear un bosque a donde llegan animales para descansar, alimentarse o invernar.
Al vivir en la zona costera de Caborca, Sonora, Felipe Lupercio Huerta notó que la captación de agua de lluvia en esta zona era prácticamente nula, unos 100 milímetros de precipitaciones cada año, lo que no resultaba suficiente para su trabajo como ganadero.
“El promedio de precipitación, estadísticamente hablando es de 100 milímetros por año en la parte costera. Es una precipitación bastante baja si la comparamos con regiones del centro y sur del Estado o la parte de la sierra.
Los 100 milímetros puede que allá les caiga en una semana o en un día, entonces es bastante seco y las sequías son bastantes frecuentes, pueden pasar varios años sin precipitaciones, son muy escasas”.
Por esta razón, desde 1994 Felipe comenzó a implementar una técnica de captación de agua de lluvia que lograra mantener el líquido en el suelo durante más tiempo; en lugar de permanecer por 2 horas, con esta técnica puede hacerlo hasta por 24 horas.
Después de 28 años de experiencia, logró transformar el rancho que habita en Caborca y crear un bosque en medio de una zona desértica, obteniendo beneficios no solo para él y su familia, sino también para la flora y fauna que sobrevive gracias a él.
“En el noroeste y en muchas partes de Sonora hay una cultura ancestral del bolseo, para captura de corrientes de agua con el fin de establecer cultivos de temporal.
Esas prácticas se han ido abandonando, entonces tomé esa cultura y esa infraestructura que ya existía y la fui adaptando para hacerla más accesible, menos costosa, porque anteriormente se hacía con vertedores muy caros, pero eliminé toda esa parte para que trabajara sin necesidad de esos gastos tan grandes”.
Felipe diseñó y elaboró una especie de bordos en forma de zig zag en el suelo, separados por alrededor de 50 metros uno de otro, de tal manera que cuando llueve, el agua hace un recorrido no lineal que retrasa la velocidad con la que viaja.
El objetivo principal no es almacenar el líquido, sino aumentar la infiltración del agua en el suelo, reduciendo la velocidad con la que pasa por estos bordes en los suelos.
“Hay que tomar en cuenta que en estos terrenos áridos de cada 10 litros de agua, entre 7 y 8 se van a los arroyos, se van fuera del terreno, lo que crea una espiral descendente en la que el suelo se va haciendo más árido todavía.
Si logramos detener lo más posible esa agua de lluvia que se escurre, es que se puede revertir la desertificación”, aseguró Lupercio Huerta.
Agregó, “suena hasta fantasioso, pero finalmente lo podemos expresar de esta manera: parece que la tierra nos hablara y nos dijera ‘nada más ayúdame a detener el agua y yo me encargo de lo demás’ y la naturaleza hace maravillas.
Se viene la vegetación y con eso se ha desarrollado una gran cantidad de fauna que ya existía en el pasado, pero han vuelto porque reencontraron las condiciones ideales para volver a vivir y tener sus crías ahí”.
Los cerros de los alrededores ya no se ven, pues un muro natural formado con árboles ha logrado ocultarlos, como si se tratara de una región tropical fuera de Sonora. Las mariposas llegan de paso y se posan en este lugar. Los animales, como venados y tejones, bajan a beber agua, a disfrutar de este ecosistema.
En estos años, además del que construyó en su propiedad, Felipe ha replicado el proyecto en otros 10 lugares para la Comisión Nacional Forestal (Conafor), generando beneficios directos en aproximadamente 3 mil hectáreas.