Columna Agenda Abierta
Bajo una serie de argumentos que suenan más emocionales que racionales, y por lo tanto sin base científica, esta semana el Gobierno federal envió una iniciativa para eliminar el Horario de Verano en nuestro país.
Primero se señaló que los beneficios del cambio de horario disminuyeron en 2020 y 2021, debido a que bajó el ahorro de energía en el país, lo que de inicio parecería estar más ligado a la pandemia que a una falta de efectividad en la medida.
Recordemos que la emergencia sanitaria obligó, por ejemplo, a millones de familias a quedarse en casa y, con ello, elevar su consumo energético por el uso de aparatos electrónicos y de refrigeración, en el caso de zonas cálidas.
No obstante, el cambio de horario siguió dando frutos y permitió racionalizar el uso de la energía. De acuerdo con dato del Fideicomiso Público para el Ahorro de Energía Eléctrica (FIDE), tan solo en 2021 el Horario de Verano permitió un ahorro de 537 giga watts (GWh) que equivalen a un ahorro de mil 138 millones de pesos.
De esta forma, con este ahorro en el consumo de energía se evitó la emisión a la atmósfera de poco más de 200 mil toneladas de bióxido de carbono (CO2), principal gas de efecto invernadero, causante del calentamiento global.
Para dimensionar el significado del ahorro de energía obtenido en 2021, los 537 GWh serían suficientes para abastecer el consumo de 336 mil casas habitación durante todo un año, con un consumo promedio de 266 kilowatt hora al bimestre (kWh/bimestre), o el equivalente al consumo de energía de 8.3 millones de lámparas fluorescentes prendidas las 24 horas del día durante un año.
Con esta iniciativa, al igual que con la Reforma Eléctrica, una vez más el Gobierno federal deja en entredicho su compromiso en el cuidado del medio ambiente, y los acuerdos internacionales suscritos por México para adoptar acciones que contribuyan a racionalizar el uso de energía y evitar el cambio climático.
Otro argumento es que el Horario de Verano causa problemas físicos y psicológicos.
La realidad es que, de acuerdo con especialistas en Trastornos de Sueño, no hay un impacto de importancia en el organismo humano cuando ocurre el cambio que es de solo una hora.
Respecto a los ciclos circadianos que son los encargados de determinar los cambios hormonales, el flujo de líquidos, el cambio de temperatura y el estado de alerta, señalan que hay experimentos que han mostrado con precisión que estos ciclos tienen un margen o una oscilación entre 24 y 25 horas y media. Por lo tanto, no hay mayor problema con adelantar o retrasar los hábitos una hora.
Y mientras en México el Gobierno federal firma una iniciativa de reforma para eliminar el Horario de Verano, en Estados Unidos se preparan una ley para ir en sentido contrario e incluso hacerlo permanente.
Desde mediados de marzo pasado, el Senado estadunidense aprobó una ley para hacer permanente el horario de verano a partir de noviembre de 2023, argumentando que habrá todo el año “tardes más brillantes y más actividad económica”.
La medida, llamada Sunshine Protection Act, fue aprobada por unanimidad entre los senadores demócratas y republicanos. Aún debe ser sometida a votación final por la Cámara de Representantes, pero se estima que no tenga mayor problema.
Y mientras acá el Gobierno está argumentando que el horario de verano “causa daños a la salud”, en Estados Unidos los senadores estadounidenses señalan que el horario de verano permite “pasar más tiempo al aire libre durante las tardes” porque hay más luz solar, además de que se reduce la criminalidad.
La realidad y los números son claros: el Horario de Verano tiene beneficios tangibles y un impacto positivo en el país, por lo que la lógica nos dice entonces que el cambio de horario debería mantenerse, pero a veces en nuestro país la “lógica gubernamental” tiene otros datos.
Por Moisés Gómez Reyna (economista)
@GomezReyna