Normalmente el día mundial del libro pasa desapercibido en Hermosillo y Sonora. Si acaso algún político que quiera dársela de culto publica una foto con un libro que esta haciendo como que lee o una postal de efeméride del día, pero la realidad es que poco les importa abonar a la cultura del libro.
Recuerdo que antes, cuando estaba estudiando la carrera, la Universidad organizaba una feria del libro universitario, pero con el tiempo esto se fue perdiendo. Hoy en día solo quedan esfuerzos aislados de amantes de los libros para fomentar la lectura o rendirle algún homenaje a uno de los desarrollos tecnológicos que más ha aportado a la humanidad.
En Cataluña, esta fecha es imposible que pase desapercibida porque por lo contrario se ha convertido en una tradición que no solamente fomenta la lectura y la cultura del libro, sino que también activa a la industria creativa de la ciudad condal y genera una gran derrama económica tanto para el comercio local como para el turismo.
Y es que lo que hicieron los catalanes fue brillante. Retomaron la tradición medieval de Sant Jordi y el dragón de Tarragona, lo fusionaron con el nombramiento de la UNESCO del Día Mundial del Libro y de los derechos de autor, que se celebra en la misma fecha, el 23 de abril, y acuñaron una festividad nacional que detona toda la industria editorial, creativa y de turismo de Cataluña y España.
En el día de Sant Jordi las librerías de toda Cataluña salen a las calles, la industria editorial en castellano y catalán dan a conocer sus nuevos lanzamientos y los lectores tienen a su alcance ofertas que estimulan la compra de libros y a la economía en torno al mercado libresco. En este sentido la industria editorial y el comercio del libro de Cataluña reinvento sus tradiciones en el marco del Día Mundial del Libro para estimular su industria creativa y el turismo.
Regresando a Hermosillo, es importante resaltar como de ser una ciudad donde se cerraban librerías, pasamos a ser una de las urbes mexicanas con mayores índices de lectores en el país de acuerdo a la Encuesta Estatal de Hábitos Lectores Sonora 2018 que indica que los hermosillenses leen cinco libros al año, muy por arriaba de la media nacional que con suerte llega a los dos. Esto avance en el fomento a la lectura y de la cultura del libro ha hecho que aparte de llegar cadenas de librerías nacionales, también abran librerías locales como las de Hypatia y Pequebú, cada una con su particular propuesta que le da un valor agregado. Pero a esto también se suman seños editoriales locales y clubes del libro que incluso en la pandemia no han dejado de tener actividad.
Tomando lo anterior en cuenta es que las autoridades culturales deberían ver un área de oportunidad en usar la efeméride de la UNESCO para estimular el comercio local de libro y de la incipiente industria editorial. Solo pensemos que como en Cataluña se use esta fecha para promover las librerías y editoriales locales para que los lectores se acerquen a la producción literaria de la región. Esto ayudaría a que las librerías locales tuvieran más clientes y que la los lectores comenzaran a valorar más la producción editorial local, así como a las librerías de su comunidad.
La propuesta es sencilla, que el IMCA y el ISC se unan para promover en el marco del Día Mundial del Libro a las librerías locales y los proyectos editoriales de Sonora, haciendo uso de todo el aparato de comunicación del Estado y el municipio. Mal usan siempre el dinero de comunicación para la grilla, que por un día al año lo usen para hacer algo que beneficie a la sociedad sonorense.