Columna Agenda Abierta
Luego de la inflación que padecimos en 2021 de 7.4%, la más alta en dos décadas, todo indica que este 2022 será otro año más de “aprendizaje forzoso” para el manejo de las finanzas personales en los hogares.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) dio a conocer que en febrero pasado la inflación mensual fue de 0.83%, la más alta en la última década para ese mismo mes.
Los productos que más subieron en febrero fueron: el gas LP, pollo, gasolina regular, limón, carne de res, vivienda, tortilla de maíz, automóviles y aguacate.
De esta forma, la inflación anual pasó de 7.1% en enero a 7.3% en febrero, y todo indica que en marzo seguirá en aumento por los efectos de la invasión rusa a Ucrania.
No obstante, es importante aclarar que la presión inflacionaria que venimos padeciendo desde mediados de 2021 en algunos casos tiene origen en factores internos y en otros externos, así como en combinaciones de ambos.
Un ejemplo de factores internos son las frutas y verduras que en el último año (febrero 2021-febrero 2022) han aumentado en promedio un 19.6%. En el caso del limón ha subido 148.4%, la cebolla 134.9% y el aguacate 102.1%.
Se sabe que el incremento real del limón y del aguacate se deben en gran medida a las extorsiones que están sufriendo los agricultores.
Las ganancias del crimen organizado son muy altas, pero no sólo por el trasiego de droga. Otras actividades, como el robo de metales y minerales, de limón y aguacate, además del cobro de piso a los empresarios, son todas altamente redituables y sus costos se están reflejando en los precios de estos productos y por lo tanto en la inflación.
Adicionalmente, el Gobierno federal ha recortado drásticamente el presupuesto para programas de apoyo al campo. En 2018, según el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF), la Secretaría de Agricultura tuvo recursos asignados por 72 mil 125 millones de pesos, pero para 2021 disminuyeron a 49 mil 292 millones de pesos, una reducción del 32%.
Como resultado, existe una contracción de la oferta de productos agropecuarios en el país e incluso ha propiciado el retiro de productores, lo que contribuye al aumento de los precios en los alimentos.
A esto hay que sumar factores externos como los cambios climatológicos, la sequía, la crisis económica generada por la pandemia, las interrupciones en las cadenas de suministro, el aumento de los precios de los fertilizantes y la gasolina y ahora la guerra en Ucrania.
Es previsible que en marzo la inflación arrecie aún más, debido al alza que experimentan los energéticos, por el incremento en los precios internacionales del petróleo.
Esta semana la mezcla mexicana de petróleo estuvo cerca de los 106 dólares por barril, mientras que el Brent del Mar del Norte se situó en los 115 dólares.
Aunque muchos creen que un precio alto del petróleo beneficia a México, la realidad es que no, por dos razones: 1. La producción petrolera de México cayó 50% en los últimos 15 años y 2. Actualmente nuestro país importa prácticamente el doble de los productos energéticos que exporta, debido al alto volumen de gasolinas y gas natural que compramos fuera.
En Estados Unidos, este jueves el precio promedio de la gasolina regular se situó en 4.32 dólares por galón, lo que equivale a 24.51 pesos por litro. En Arizona llegó a 4.55 dólares por galón, alrededor de 25.81 pesos por litro.
En un escenario de guerra prolongada, con precios del petróleo por arriba de los 110 dólares por barril, será muy complicado para el Gobierno federal mantener un subsidio al precio de las gasolinas para que su precio no supere los 22 pesos por litro (en el caso de la regular), a menos que se apliquen recortes al gasto federal o bien se incremente la deuda pública.
Por todo esto y por la fuerte reducción de apoyos al campo, es previsible que la inflación se agudizará en los próximos meses, sobre todo si se extiende el conflicto en Ucrania, por lo que otros productos y servicios como la electricidad, la cerveza, equipos electrónicos, el pan o la leche podrían sumarse a la burbuja inflacionaria.
Ante esto, el único antídoto para el consumidor es poner en orden sus finanzas personales: Reduciendo deudas, recortando gastos innecesarios o superfluos, presupuestando mensualmente las compras y creando un fondo de ahorro para gastos de emergencia.
El panorama luce sin duda muy complicado, y por eso hoy más que nunca, debemos prepararnos para lo peor, esperando siempre lo mejor.
Por Moisés Gómez Reyna
@gomezreyna