Por Amelia Iruretagoyena Quiroz
El día 29 de abril de 2021, escuché una brillante exposición de una abogada, Ministerio Público del estado de Chihuahua. Conferencia en la cual se narró el caso de un niño, presentado como Miguel, de 5 años de edad, que dentro de la entrevista realizada por la Ministerio Publico, en la conversación llevada a cabo con él niño, ella le comentó respecto a sus bien torneados y marcados brazos, siendo apenas un niño de 5 años, ya que esto llamó la atención de la citada autoridad. Al respecto el niño respondió acerca del tipo de ejercicio que realizaba diariamente en el parque de la colonia donde residía con su madre y su padrastro; por lo que ella le pregunta para que tanto ejercicio y el niño le contesta que para poder defenderse de su padrastro. Este caso llegó a la fiscalía, al denunciarse el maltrato que recibía este niño en su propio hogar.
Imagínense ustedes a un niño de 5 años, que vive esta situación y ya en su mente, fragua como podrá defenderse de los golpes que recibe.
Desafortunadamente el maltrato infantil es una cruel realidad en nuestro país para muchos niños y niñas y Sonora no es la excepción. En México, los casos de violencia contra niñas, niños y adolescentes son difícilmente denunciados, especialmente porque se han normalizado formas de castigo crueles como forma de disciplinar la conducta de las niñas y niños. Dentro de todas las violencias las más dolorosas para niñas y niños son las que reciben en su propio hogar, que es el lugar donde toda niña y niño debería de sentirse seguro y amado.
Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, entre 2012 y 2017, fueron asesinados casi 2 mil 600 menores de 15 años, 42 por ciento de ellos a manos de algún familiar en sus hogares o por maltrato, destacando en el dictamen ya aludido, que de acuerdo a UNICEF la incidencia de niñas que son asesinadas en sus casas es cuatro veces mayor que la de los varones.
Según datos que aparecen en el dictamen del Senado en México, relativo a la iniciativa para prohibir el castigo corporal como método disciplinario, seis de cada diez menores de entre 1 y 14 años, han experimentado algún método de disciplina violenta, citando que según la Encuesta Nacional de niños, niñas y mujeres en México el 63% de menores de 14 años experimentan agresiones psicológicas o castigos físicos como método de crianza o educación dentro del seno familiar o en los espacios escolares y /o comunitarios.
El 12 de enero de 2021, finalmente, se publican reformas en la Ley General de Derechos de niñas, niños y adolescentes, así mismo en el Código Civil para prohibir el castigo corporal y el trato humillante hacia niñas, niños y adolescentes por las familias, los tutores, los maestros y cualquier persona que los tenga bajo su cuidado.
En el caso de Sonora no hay datos precisos en las páginas de las instituciones estatales revisadas. Por declaraciones del Procurador de la protección de niñas, niños y adolescentes, del Estado de Sonora, en el Sol de Hermosillo el 23 de enero de 2020, sabemos que: “en el 911 se reciben entre 250 y 350 reportes mensuales” que seguramente son por la evidencia clara de los casos, ¿pero qué pasa con la violencia más sutil? aquella que no se palpa por golpes o por omisión de cuidados pero que lacera igual o peor la mente de las víctimas. Como bien dijo un niño, “mis padres no me pegan pero lo que me dicen me duele más que si me pegaran.”
El Congreso del Estado de Sonora en atención a la armonización legislativa con la Ley General citada, el 27 de abril de 2021, aprueba el decreto mediante el cual se reforman, derogan y adicionan, diversas disposiciones de la Ley de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, así como la Ley de Prevención y Atención de la Violencia Familiar, el Código Penal y de Familia para brindar protección a la niñez, en contra de los métodos de crianza, y disciplinarios que utilicen el castigo corporal y el trato humillante hacia los niñas, niños y adolescentes. Con estas nuevas disposiciones se pretende culturizar a los padres de familia, tutores y todo tipo de personas que tenga bajo su cuidado a niñas y niños, de que el castigo corporal lesiona el desarrollo de la personalidad, dando lugar a efectos negativos en términos físicos y daños directos a la salud de los niños, como dolores de cabeza, estómago, colitis, incontinencia urinaria; pero también en la dimensión cognitivas, pues empiezan a tener problemas de retención, se ve afectada su memoria, su desarrollo escolar así como las secuelas emocionales que les generan miedo, hostilidad, agresividad, ansiedad, angustia, entre otros síntomas que afectan la relación del menor con otras personas y alteran su conducta. Además de que es un factor que puede incidir en el consumo de drogas, en el embarazo adolescente, así como alimentar tendencias suicidas.
Si aspiramos a mejorar formas de convivencia y disminuir conductas antisociales, empecemos por proteger a nuestra niñez.
Amelia Iruretagoyena es doctora en Criminología y Delincuencia Juvenil. Especialista en Procesos de Diálogo, Mediación de Conflictos y en Justicia y Prácticas Restaurativas. Miembro del Consejo Técnico de Hermosillo ¿Cómo Vamos? y Coordinadora de Facilitadores del Diálogo.
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