En adelante me será más difícil seleccionar un tema sobre el cuál escribir para este espacio. Verá, me siento alienado por un tipo de lecturas de las que no solo el contenido de su mensaje, sino la prosa misma, me obligan a remitirme a otras obras, haciéndome imposible concluir alguna.
También se dificulta escribir sobre lo que leo, porque me encuentro en medio de una conversación que apenas comprendo, aunque siempre de profundo interés. Como no comprendo el discurso, memorizo algunos retazos esperando acomodarlos posteriormente donde tengan algún sentido.
En últimos días he leído, casi al mismo tiempo, Los orígenes del Totalitarismo de Hannah Arendt, Cita con los clásicos de Kenneth Rexroth, Curiosidad. Una historia natural de Alberto Manguel, el Libro de Job y la Guía de perplejos de Maimónides; todos ellos describen a la perfección el sistema de cañerías del alma humana.
No quiero sonar demasiado pretencioso, pero leer todo eso al mismo tiempo es peligroso. A uno se le quitan las ganas de hablar, o mejor dicho, pienso de 3 a 10 veces eso de “decir cosas”. Por alguna razón, aunque ahora soy capaz de maravillarme ante la creación, también hay actos creativos que me impactan de igual manera, pero en sentido negativo, me anonadan, me desconciertan, me abruman.
La labor interpretativa a veces puede ser un infierno, porque roza la soberbia, pero la inmarcesible realidad política es plural y la exégesis hace posible el consenso y el entendimiento. Comparto algunas citas de los títulos mencionados, pero antes unos extractos de La Peste de Albert Camus, que me parecen propicios:
Y sé que hay que vigilarse a sí mismo sin cesar para no ser arrastrado en un minuto de distracción a respirar junto a la cara de otro y pegarle la infección. Lo que es natural es el microbio. Lo demás, la salud, la integridad, la pureza, si usted quiere, son un resultado de la voluntad, de una voluntad que no debe detenerse nunca. El hombre honesto, el que no infecta a casi nadie, es el que tiene el menor número posible de distracciones. ¡Y hace falta voluntad y tensión para no distraerse jamás! Sí, Rieux, cansa mucho ser un pestífero. Pero cansa más no serlo. (La Peste, p. 188).
El sueño de los hombres es más sagrado que la vida para los apestados. No se debe impedir que duerman las personas buenas. Sería de mal gusto: el buen gusto consiste en no insistir, todo el mundo lo sabe. Pero yo no volví a dormir bien desde entonces. El mal gusto se me quedó en la boca y no dejé de insistir, es decir, de pensar en ello. (La Peste, p. 187).
En la comunidad griega el destino del hombre depende de sí mismo, de sus desatinos y de sus virtudes en las relaciones con sus semejantes. (Cita con los clásicos, p. 77).
Si el gobernante mantiene firme la voluntad y se deja guiar por la razón, dice Tucídides, podrá hacer frente a los desastres del azar, si no siempre, al menos lo bastante a menudo para marcar una diferencia significativa en la historia del pueblo al que gobierna. (Cita con los clásicos, p. 82).
Sócrates había definido la filosofía como el cuidado del alma -la integridad moral del individuo- y, como un desafío permanente a la apatía, a la ignorancia, la deshonestidad y a la insinceridad. El significado de la filosofía es ‘la conciencia juzga al poder’. De haber cedido al pacto que le ofrecían sus adversarios e incluso sus amigos, Sócrates habría renegado de sí mismo y de la comunidad de amigos y de relaciones libremente establecidas entre hombres libres que le habían permitido poner en práctica sus enseñanzas. (Cita con los clásicos, p. 87).
La política es el único tema de estudio humano que no puede definirse matemáticamente. El solo hecho de considerar al Estado como un organismo solo puede producir delirios perniciosos. El Estado, la sociedad, la comunidad: estas palabras no significan otra cosa que hombres individuales, cada uno de ellos un fin en sí mismo. Los valores sociales, incluso la comprensión escueta de las fuerzas sociales, solo pueden ser descubiertos en tanto productos finales, no hallados en algún principio anterior a las acciones infinitamente variadas de los hombres. La política no tiene primeros principios que precedan a la experiencia. (Cita con los clásicos, p. 91).
La naturaleza nos dio una curiosidad innata y, consciente de su propio arte y belleza, nos creó para que fuéramos la audiencia del maravilloso espectáculo del mundo; porque se habría esforzado en vano si cosas tan grandiosas, tan brillantes, de rasgos tan delicados, tan espléndidas y tan diversamente hermosas se hubieran exhibido en una sala vacía, escribió Séneca en elogio de la curiosidad. (Curiosidad. Una historia natural, p. 56).
‘Él guía a quien Él quiere a un camino recto’, e insistía en que el camino del conocimiento no dependía del vocabulario técnico que le adjudicaban los eruditos, sino del espíritu inquisitivo del investigador. Al aprender de distintos maestros en diversos lugares del mundo, el estudiante se dará cuenta de que las cosas no son el nombre que un lenguaje en particular les otorga. ‘Eso le permitirá no confundir la ciencia con el vocabulario de la ciencia’ y lo ayudará a entender que ‘una terminología determinada no es más que un medio, un método’. (Curiosidad. Una historia natural, p. 66).
No pretendo que mi obra disipe toda clase de dudas en quien la haya entendido perfectamente, pero sí en su mayoría y las más graves. El sensato no me exigirá ni esperará que cuando yo aborde un tema lo agote, ni que, al comenzar la explicación de tal o cual alegoría, apure todo cuanto al respecto se haya dicho. Si eso no lo aceptaría ningún hombre circunspecto en la conversación para quien con él hablase cara a cara, ¿cómo podría hacerlo en un libro sin exponerse a la diatriba de cualquier necio con ínfulas de sabio, que lanzase los dardos de su ignorancia contra él? (Guía de perplejos, p. 56).
Me despido deseándole un muy feliz año nuevo, amable lector; que el próximo año la sensatez y la empatía orienten nuestros hábitos y costumbres.
