“Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie” (Giuseppe Tomasi di Lampedusa).
Usted sabe que un cambio de fachada no modifica necesariamente la casa, su interior, su disposición o su destino, sino más bien la apariencia exterior, la cara, el frente que todos observan porque está expuesto al escrutinio público.
La fachada sirve como referencia, “aquella casa de color verde”, “el edificio con arcos en la planta baja” … La apariencia es importante, desde luego, pero son más importantes los cimientos de la casa, la distribución interna, los servicios con que cuenta; si es propia, rentada o prestada; si es propiedad pública o privada, si se destina a negocios o es casa familiar.
Lo anterior viene al caso si recordamos el reciente nombramiento (designación) de la Dra. Rita Plancarte Martínez como rectora de la Universidad de Sonora.
Tras un proceso duramente criticado por el sector sindical de la institución, que reclamaba dar prioridad al cambio de la ley orgánica y formalizar la demanda democratizadora, la Junta Universitaria se ciñó al procedimiento marcado por la ley vigente y abrió la convocatoria, registró aspirantes, entrevistó y seleccionó candidatos, recibió opiniones y, finalmente, designó rector.
De los tres candidatos elegibles, quedó la ya mencionada Rita Plancarte, que tiene en su haber una larga trayectoria en la burocracia universitaria: Coordinadora de programa, Jefa de Departamento, Secretaria y Directora de la División de Humanidades y Bellas Artes, Vicerrectora de la Unidad Centro. Como se ve, con raíces en el entramado del poder y las decisiones de nuestra Alma Mater.
Desde luego, hace la promesa de que se elevarán los estándares universitarios y dice que: “en cuanto a la violencia de género, es un tema que a mí personalmente me preocupa y me ha preocupado a lo largo del tiempo (…) debemos aprender a respetarnos en las formas del trato cotidiano en todo sentido, de manera que yo voy a buscar esta universidad libre de violencia de género, y si todos y todas nos esforzamos vamos a lograrlo” (El Imparcial, 17.03.21).
Recordamos que por muchos años ha sido funcionaria universitaria y con capacidad de decisión en su área de competencia, pero ¿qué ha hecho en favor de una mejor convivencia académica? ¿cómo ha influido en la equidad y el respeto entre quienes forman parte la comunidad que dirige? ¿Hay necesidad de llegar a rectoría para hacer posible la vida y la convivencia universitaria sin “violencia de género”? ¿Se vale suponer que el rector saliente y los anteriores no movieron un dedo para evitar los abusos porque eran hombres? ¿Ella se manifestó públicamente o giró alguna instrucción especial para mejorar la calidad académica y de convivencia en algún tramo de su larga carrera burocrática?
Más allá de las disposiciones institucionales no se tiene registro público de acciones en sus anteriores cargos para revertir el problema que dice preocuparle, con lo que el bote se patea hacia el período rectoral 2021-2025.
Pero, independientemente de promesas y buenas intenciones ante los medio de comunicación, la memoria reciente no registra ninguna declaración suya que apunte hacia lograr la democratización de la vida universitaria, la inclusión y el reconocimiento de todos y cada uno de los que hacen posible el avance y mejora de la Institución Universidad; quizá porque esto implicaría reconocer que la actual ley es onerosa, cargada de burocracia, inequitativa, excluyente, y pudiera decirse antidemocrática, a juzgar por la enorme estratificación que provee.
Los sindicalistas han señalado lo inapropiado e injustificable que es que un grupo de personas ajenas a la institución decidan su destino, y lo menos que usted y yo podemos hacer es darles la razón.
¿Se pensará que no existen condiciones de madurez como para que los universitarios, con un sector cargado de títulos y reconocimientos, decidan su propio destino? Entonces, ¿la autonomía es meramente enunciativa y no un estado social y político digno de aplaudirse y apoyarse en una institución académica de nivel superior?
Lo que queda claro es que la Unison será una mejor institución si existiera corresponsabilidad entre administración y sindicatos en materia de mejoramiento laboral y académico, porque la primera cumple con sus funciones sólo si reconoce el aporte y la importancia del trabajo de los profesores e investigadores, del personal de apoyo administrativo y manual en sus diferentes áreas, tanto como las necesidades formativas de su estudiantes.
Cabe señalar que quien ocupe el cargo de rector, hombre o mujer, debiera ser una persona que represente los valores de una institución identificada y comprometida con su entorno, ligada al progreso material y cultural de la región, y no con grupos de poder enquistados en ella.
Como se dijo al principio, un cambio de fachada no va más allá de la apariencia, y no afecta lo interior, que queda oculto a pesar de ser lo verdaderamente importante.
José Darío Arredondo López