Puerto Peñasco, Sonora.- Era noche de carnaval en Puerto Peñasco. El 2 de marzo de 2018, Gerlia alistó a Sebastián -su hijo de diez años- y a una niña pequeña que cuidaba. Salieron juntos rumbo a la casa de una amiga: Abigahil y su niño. Se habían organizado para verse e irse todos juntos en el mismo carro y divertirse cerca de la playa.
Cada que habla de Sebastián, a Gerlia Gómez se le iluminan los ojos. A través de la pantalla, por una videollamada en Zoom, esta madre de 40 años, originaria de aquel municipio, sonríe y describe al más pequeño de sus dos hijos: Sebastián el ocurrente, Sebastián el espontáneo, Sebastián el de las pláticas infinitas, Sebastián el amiguero, Sebastián el chipilón. Sebastián el que le daba clases de “zumba” a sus compañeros de quinto de primaria en educación física.
Sebastián, el “Capitán Tatay”: el mandón y alegría de la casa. Sebastián el niño chispa.
“Cuando nosotros veníamos, el semáforo estaba en verde, ella pasó y, en eso, venía una pipa de la Marina, que no traía estrobos o algún código, se pasó el semáforo y fue cuando nos impactó, nos arrastró unos metros: mi amiga murió al instante y, a mi hijo, lo tuvieron que trasladar, ya iba inconsciente, no llevaba ningún golpe, iba completito, pero dicen los doctores que se le desconectó”. Gerlia hace una pausa para señalarse la nunca con su mano: “No recuerdo bien, pero lo trasladaron a Hermosillo para hacerle la lucha”.
Gerlia se aferró a la niña que llevaba sobre las piernas y se encorvó sobre ella. Gracias a su reacción, a la pequeña no le pasó nada, pero ella quedó lastimada de la columna y del pie izquierdo. Estuvo en el hospital, pero no le importó. Pidió su alta voluntaria en el IMSS cuando le dijeron que su hijo, que estaba en la sala de emergencias del Hospital General de Puerto Peñasco, sería llevado a la capital. No podía dejarlo ir solo.
“Todavía me acuerdo y se me apachurra el corazón, porque era tan difícil verlo conectado a tantas máquinas… le hablaba y le decía vámonos para la casa y nunca tuve una respuesta; él era muy cosquilloso y, cuando yo entraba a verlo, metía mi mano por abajo de su sábana, le hacía cosquillas y era tan duro que no me respondiera nada, de verdad que es un dolor que no se puede describir”.
La mañana del 11 de marzo, avisaron a la familia que le retirarían los sedantes a Sebastián para que despertara, pero pasaron las horas y el equipo médico se preocupó: no reaccionaba. Entonces le hicieron una tomografía por la noche.
“En la mañana que entré a verlo, había muchos doctores y había trabajadora social, una psicóloga”, narró la madre, “y me dijeron que tenían que hablar conmigo”.
A partir de ahí, la noticia cayó como lo más tremendo. En una oficina, los médicos pusieron la tomografía sobre el escritorio. La explicación a los padres: a pesar de todos los esfuerzos, Sebastián había sufrido una muerte cerebral.
“Me explicaron de la donación de órganos, que era mi decisión y de la familia, o que podía tener al niño el tiempo fuera necesario, hasta que falleciera, que su trato iba ser como cualquier otro niño, que le iban a dar calidad”, agregó Gerlia, “al principio dije que no, porque, ¿cómo me voy a llevar a mi hijo incompleto? Era algo imposible para mí, le dije que me dieran tiempo para pensarla, pero toda la noche hablé con mi familia -que es cristiana y pensé que lo iban a ver mal- pero hablé con mi esposo y me dijeron que adelante, que era muy buena decisión. Le pedí mucho a Dios: pónme en mi corazón lo que yo tengo que hacer… y no quise que otra mamá viviera el dolor que yo estaba viviendo”.
Del Centro Médico Dr. Ignacio Chávez, trasladaron a Sebastián al Hospital General del Estado de Sonora, sitio autorizado para la donación de órganos. El 13 de marzo de 2018, sus dos córneas, sus dos riñones y su hígado fueron trasplantados individualmente en cinco niños como él. Los primeros cuatro, en Ciudad Obregón y, el último, en Monterrey.
Su corazón no pudo trasplantarse porque no hubo un receptor en ese momento.
“Ojalá que haya sido de gran ayuda, sé que es un pedacito de mi niño que anda no sé en qué parte, pero mi hijo aún vive: imagínate que hablaba hasta por los codos, qué bonito hubiera sido para el que recibiera su corazón, porque habría sido enorme”.
Las cifras
De acuerdo con los datos del Centro Nacional de Trasplantes (Cenatra), en México, 23 mil 139 personas esperan un trasplante y, en Sonora, 375. En ambos casos, la gran mayoría espera un riñón.
La pandemia afectó gravemente estos procesos, pues, para el tercer trimestre de 2020, la disminución en donaciones fue del 96% a nivel nacional. Fue hasta agosto que hubo una reactivación, donde Sonora fue el primer estado. A finales de 2020, la disminución fue del 74% respecto a 2019 en todo el país.
Según los datos proporcionados por el Centro Estatal de Trasplantes del Estado de Sonora (Ceestra), durante 2020, en Sonora se realizaron 23 donaciones de personas fallecidas -un 67.1% menos que en 2019, cuando fueron 70- que derivaron en 33 trasplantes, es decir, 23 de córnea, ocho de riñón y dos de hígado.
Este 27 de febrero se celebra el Día Internacional del Trasplante de Órganos y Tejidos.
Hay donante vivo, que generalmente puede donar un riñón y donante cadáver, que puede ser por dos formas: Por paro cardíaco, que puede donar tejidos como córneas, piel, hueso, tendones y válvulas cardíacas. Mientras que, por muerte encefálica -como sucedió en el caso de Sebastián- además de donar tejidos, puede donar órganos como pulmones, corazón, hígado, riñones, páncreas e intestino.
Un donante de este tipo puede salvar la vida de hasta ocho personas, pero también mejorar la calidad de más de 90.
Quería ayudar
“Algo curioso fue que, en su momento, él lo dijo: quería ser donante de órganos, a su corta edad”, contó Gerlia, “yo no lo sabía, se lo dijo a Jessy, la mamá de una compañerita de la escuela, que le daba raite todos los días porque éramos vecinos. Un día venían de la escuela a la casa y traían un programa de radio hablando de la donación de órganos. Venían ellos con su relajo, atrás en el carro, pero cuando empezó el programa, se callaron y venían bien atentos. Cuando llegaron a la casa, él dijo: cuando yo me muera quiero que donen mis órganos. Ay cállate, Sebastián, estás muy chiquito para pensar en eso, le dijo mi amiga. Yo quiero ayudar, yo quiero donar órganos, le contestó. Ella no le puso atención y, cuando sucedió esto, no lo podía creer. Mi amiga me dijo: sin querer, cumplieron la voluntad del niño”.
Y agregó: “Han sido tan difíciles estos tres años, todos los días lo recuerdo, no hay cosa que mire, como ver pasar un niño ahí afuera y decir ahí estuviera mi Sebastián, tengo su mono de peluche con el que dormía y a veces le hablo al mono y le digo aquí estás, gracias por todo, siempre le agradezco a él los casi 11 años que estuvo conmigo, de veras que, cuando hablan de la donación, en mi dolor, me da mucha alegría todo esto”.
A partir de la donación de Sebastián, más personas en Puerto Peñasco decidieron modificar un documento: sus licencias de manejo, después de los dos puntos que siguen a la palabra “donador”, ahora tienen la palabra “sí”.
“Quiero que sepan que es verdad, que la donación de órganos es una realidad”, concluyó Gerlia, “hay que hacer conciencia y, como dicen: los órganos no van al cielo, va el espíritu. Vamos a unirnos a la donación, porque hay mucha gente que los necesita”. Gerlia hoy celebra la vida de Sebastián, porque está segura de que su chispa se multiplicó.