La poesía de Juan Manz debería estar en cualquier biblioteca y en los libreros de todas las casas de Sonora. Sus cantos al paisaje, a las raíces, a la naturaleza, pero sobre todo al espíritu y el alma sonorense deben ser leídos en las escuelas de la entidad como parte de la educación literaria de la entidad.
Así como en Estados Unidos se recita el “Canto a mi mismo” de Walt Whitman en las clases de literaturas de las escuelas públicas, como si en sus versos radicara el espíritu nacional del país vecino, aquí en Sonora los poemas de Juan Manz también deben ser leídos porque estos tienen una fuerza poética que emana de nuestra tierra, de nuestras imágenes y del espíritu sonorense que merece ser parte de nuestra educación literaria.
“Madera la mañana” uno de los poemarios más recientes del poeta cajemense, es también donde vemos los matices más experimentales de su voz poética. Donde lleva al extremo licencias poéticas como el calambur. Esta figura retórica que consta de la unión de las sílabas de dos o más palabras, variando el lugar habitual de separación entre ellas, con el propósito de conseguir un significado distinto al que tienen en su posición normal, y que en la poesía de Manz se convierte en la herramienta perfecta para recrear la fuerza del hablar sonorense.
En “Espejo de su imagen” y “Son ándome son”, fragmentos de “Madera la mañana”, el poeta logra hacer un torrente de palabras, sonidos e imágenes a través del calambur para conseguir emular el cauce de un río poético que corre con mucha fuerza para alimentar el alma del paisaje sonorense.
“Madera la mañana” es un poemario que por su potencia poética amarra al lector desde la primera página, y con el primer verso se conecta con el aliento para no soltarlo nunca hasta cuando termina el poemario. Es un poemario que se debe leer de un tirón, como si este fuera un solo poema de largo aliento, una sola imagen de un río que corre a través de la paginas.
Heredero de una poética potente y natural como la de Whitman, León Felipe y Neruda, así como la poesía experimental de Huidobro, Juan Manz lleva a sus lectores imágenes, versos que envuelven por su sonoridad y agasajan el alma. Brindando así una experiencia que hace a sus lectores conectarse con la naturaleza de un paisaje poético y con el alma de las cosas, de la madera, los ríos y todas las mañanas.