Por Leonardo Medina/Abril Leal
En marzo, México supo que toda actividad se detendría, para los hermosillenses no fue la excepción. El 16 de ese mes se registró el primer infectado de covid-19 en la ciudad, al siguiente día las clases quedaron suspendidas y los negocios cerraron. Era solo el inicio.
Todo el país estaba en cuarentena. Sin movilidad, sin contacto, salvo con las personas que se encontraban con nosotros en ese momento. Aquel virus que se sentía tan lejano ahora estaba en la entrada de nuestras casas y tal parece que la única forma de superarlo era no salir de ella.
Las medidas sanitarias no tardaron en volverse indispensables para la nueva normalidad. Lava constantemente tus manos, usa tu cubrebocas en todo momento, procura la sana distancia y por encima de todo, quédate en casa. Entonces ¿Qué pasa con los que no tienen una casa dónde quedarse?
Bajo el abrumador calor de una tarde en Hermosillo, salimos a hablar con los homeless (personas en situación de calle) para escuchar de su voz cómo es vivir la cuarentena cuando no tienen ni siquiera la certeza de qué es el coronavirus.
Caminando un poco llegamos a plaza Emiliana de Zubeldia, donde grupos de personas tienen su refugio bajo la sombra de los árboles. Algunos remojándose con el agua de alguna llave y otros simplemente durmiendo.
Nos acercamos a “Marciano”, se llama Marcial, pero se siente más cómodo con el apodo. Está recostado en una banca, con la mirada cansada se sentó para hablar con nosotros.
“Ni sé cuándo empezó ni sé cuándo va a terminar”: Marciano dejó claro que no sabe mucho sobre el coronavirus, aunque sabe que hay medidas para cuidarse; siempre tiene el cubrebocas puesto, solo se lo quita para dormir.
A su lado estaba Román. Había despertado mientras hablábamos con Marciano y también quiso contar su historia: Su voz se quiebra mientras narra.
Ambos pasan los días en los alrededores de la plaza, nunca se acercan a las carretas de comida, mucho menos piden dinero. Ocasionalmente se acercan a los negocios y les regalan algo de comer, pero, si ellos toman la iniciativa, los corren.
“Retiraditos como dice la policía” es de lo que sabe sobre las medidas de contingencia, Marciano aprovechó para decirnos que, a diferencia de ellos, muchas personas no respetan ni la distancia ni el usar cubrebocas.
Nos dejaron tomarles un par de fotos en las que Marciano se quitó la camisa para enseñarnos sus tatuajes.
Cruzando el bulevar, un hombre camina bajo el puente. Tenía en una mano una cruz de madera tallada, en la otra un trozo de vidrio de una botella, por el paso lento, se notaba el dolor que sentía en la pierna vendada. Al hablar con él, decidió ponerse cómodo debajo de un árbol, nos sentamos a su lado.
La cruz de madera es uno de los objetos que usa para ganar algo de dinero y el trozo de vidrio lo encontró tirado, le sería útil para tallar.
Viene del poblado Miguel Alemán para trabajar, una camioneta lo atropelló y lo llevaron al hospital de Hermosillo para atenderlo.
“Antes de esa enfermedad yo estaba internado ahí en el hospital, cuando salí ya había cuarentena”. Mientras nos contaba su historia paseaba la mirada entre el suelo y el cielo, de vez en cuando rascaba su rostro con el trozo de vidrio. Difícilmente nos volteaba a ver a los ojos. Acabó por decirnos que a causa de la pandemia se quedó en Hermosillo sin trabajo.
Para poder respetar el “quédate en casa”, buscó un refugio durante la enfermedad, improvisó una pequeña casa afuera de un edificio, pero acabaron por correrlo de ahí.
Gracias a algunos volantes sabe que debe usar cubrebocas, lavar sus manos y tener una sana distancia.
“Si me ha afectado, porque veo a gente que se enferma y yo no quisiera padecer una enfermedad de esas”, ese es el pensamiento que tiene sobre el coronavirus, razón por la que le da un poco de miedo moverse en los alrededores del hospital.
La pandemia ha sido muy difícil para ellos, cuando la casa es tu calle, conseguir agua es complicado, comer es una necesidad y tener un cubrebocas prácticamente un lujo. Ni se diga de lavarse las manos. Aun así, tratan de mantener su distancia, no saben mucho sobre el origen del virus, siguen las medidas, como si se tratase de un instructivo que hay que memorizar aquí y ahora y con más importancia que una identificación oficial.