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martes, mayo 7, 2024

La mentira como ideología

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Columna Desde la Polis
Acabo de ver la miniserie “Chernobyl”. Es de esas obras que, al concluirlas, uno se queda triste y con sabor agridulce, pues también sabe que acaba de disfrutar de material sumamente bien hecho. Aún cuando conocía los aspectos generales del problema que ocasionó la peor tragedia nuclear de la historia, esta producción arrojó los detalles finos sobre quiénes estuvieron involucrados, dónde estuvieron las negligencias, por qué falló el reactor y sobre todo, le recuerdan al espectador el extraordinario y sobrehumano heroísmo de miles de personas que, a sabiendas del inminente e inevitable peligro para sus vidas, participaron en las labores de contención tras la catastrófica explosión.
La historia gira alrededor de dos personajes centrales. Valery Legasov, que es un científico y es el principal técnico en las labores de limpieza y evaluación del problema; Boris Scherbina, el burócrata que envía el politburó para supervisar toda la operación.
Tras la explosión, la serie nos muestra cómo es que personas completamente descalificadas para tomar decisiones claves, fueron justamente las encargadas de decidir qué hacer y cómo hacer las cosas. Empezando por la negligencia del encargado de la planta nuclear y pasando por las autoridades políticas locales (que prefirieron subestimar el problema y permitir que toda la población de Pripyat se radiara por 36 horas). Esos liderazgos, eran inicialmente personas del lumpen que un día se encontraron en posiciones de poder y decisión. En ese contexto arriban al sitio Scherbina y Legasov. Conforme se fueron topando con obstáculos que parecían insalvables, donde la tecnología ya no era suficiente para enfrentar los problemas críticos, aparecía la figura de aquellos voluntarios que arriesgaron (y/o dieron) su vida para aminorar los efectos de la catástrofe. Durante las investigaciones se llega a la conclusión de que el manejo de la planta (cuyo reactor explotó irónicamente durante la realización de una prueba que simulaba una emergencia) fue torpe, temerario y sumamente negligente… pero de pronto aparece un elemento fundamental: el reactor (había otras 16 plantas nucleares idénticas en la URSS) estaba mal construido, con componentes de baja calidad y baratos; la mezcla de factores que concurrieron en Chernobyl, hicieron que la explosión fuera prácticamente inevitable, con independencia de cómo actuasen los controladores. Esta información únicamente la conocían Legasov y Khomyuk.
Fiel al estilo soviético, se condujo un juicio a modo, para inculpar sólo a los operadores de la planta y se solicitó el testimonio de Legasov, para terminar de incriminarlos. La sorpresa viene cuando él revela las deficiencias críticas en la construcción de la planta. Todo el aparato político se escandaliza, pues saben que está prohibidísimo cuestionar al poder, criticarlo, señalar sus errores. Por el prestigio que tenía Legasov, era imposible ejecutarlo, pero lo mandaron al ostracismo, hasta que un par de años después (y enfermo por su exposición radioactiva en Chernobyl) se suicida, no sin antes audiograbar a escondidas su testimonio de los hechos.
Al final del juicio arriba mencionado, la autoridad que lo preside le advierte a Legasov de la gravedad de implicar que el Estado Soviético era el responsable de la tragedia, a lo que el especialista le responde que eran las mentiras y los secretos lo que los definía, y que cuando la verdad ofende, se miente y miente hasta que ya no se puede recordar; pero no obstante, la verdad sigue ahí. “Ser científico es ser ingenuo, estamos tan enfocados en la búsqueda de la verdad, que fallamos en darnos cuenta que muy pocos quieren que la encontremos. Pero siempre está ahí, la veamos o no, la queramos ver o no. A la verdad no le interesan nuestras necesidades o pretensiones, no le importan nuestros gobiernos, nuestra religión, nuestra ideología. Esperará todo el tiempo. Este es el regalo de Chernobyl: cuando antes me preguntaba cuál era el costo de la verdad, ahora me pregunto cuál es el costo de las mentiras.” ¿Servirá esta reflexión para evaluar nuestra propia realidad?
La miniserie es un monumento al momento en que los más ineptos tienen el poder y cómo, a pesar de la gran adversidad, de la hegemonía, del hambre de unos por congraciarse con el poder y del temor de otros a confrontarlo, la verdad emerge y la historia condena. Inevitable el paralelismo con nuestras viejas tradiciones políticas: la escuela del autoengaño como ideología, la sumisión, del desprecio a la gente calificada… a los datos, etc.
Posdata
Como lo predije el domingo pasado, Ebrard demostró condiciones de líder: su capacidad para rodearse de gente realmente apta lo llevó a superar esta crisis. Esta quizá sea la diferencia central entre unos políticos y otros. Ahora veremos los efectos del acuerdo.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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