Columna Diálogo
Detrás de las casi 10 mil empresas que han desaparecido en México sólo en dos meses (abril y mayo), está la pérdida de más de un millón de empleos; mientras que en Sonora han cerrados sus puertas 191 micro y pequeñas empresas.
Tan sólo entre abril y mayo se dieron de baja 9 mil 984 registros patronales del IMSS, negocios que despidieron a sus empleados y cerraron las puertas ante la incapacidad financiera para soportar más tiempo sin ventas, por la instrucción oficial de cerrar comercios y oficinas debido a la pandemia por COVID-19.
Al último día de mayo la cifra roja de empleos perdidos ya iba en un millón 30 mil 366 personas que fueron dados de baja en el IMSS estamos en la última recta de junio y más allá de números, la situación empeora en los hogares mexicanos.
Es decir, no todo es resultado de la pandemia y así es como debemos asumirlo para tomar decisiones más drásticas y acertadas. Algo no estaba funcionando desde antes.
Para Canacintra, el futuro a corto y mediano plazo es “de pronósticos reservados”. Vaticina que al final del día podrían perderse hasta 250 mil micro, pequeñas y medianas empresas.
Y es que la desaceleración de la economía mexicana viene desde 2019; a inicios de 2020 cayeron los niveles de confianza para la inversión en México y ya es de todos conocidos que lamentablemente nuestro país en días pasados ha dejado de ocupar un sitio en la lista de los 25 países más atractivos para la inversión extranjera.
El capítulo Sonora no es muy diferente.
Coparmex en la entidad, refiere que en abril cerraron 191 empresas en Sonora, una cifra record, que nos ha hecho retroceder al menos dos décadas.
El efecto dominó abarca no sólo el número de empleados y sus familias que quedaron en desamparo, sino proveedores, arrendadores, prestadores de servicios, etcétera.
¿Qué tenemos qué hacer? Ver las medidas a tomar de manera integral y no por separado. Desde hace ya 100 días la preservación de la salud es prioridad y evitar los contagios ha sido el epicentro de las acciones.
Pero la emergencia económica es el otro lado de la moneda que se debió ver a la par desde el primer día y no comenzar a reaccionar a manotazos y a ciegas mes y medio o dos meses después.
La declaración de emergencia de la OMS en febrero llegó a México en su peor momento, cuando vivíamos la primera recesión en 10 años, tras varios trimestres consecutivos sin crecimiento.
El temor era que nuestro país no podría soportar una emergencia tras otra…y está sucediendo. Si como mexicanos comunes podemos dar cuenta de la bola de nieve que se avecina, es inadmisible que un gobierno con todo el poder no tome medidas suficientes para aminorar el impacto.
Ha sido más capaz la ciudadanía de sobrevivir entre sí, solidarizándose unos con otros entre vecinos, en las comunidades religiosas, familias de empresarios y fundaciones que el mismo gobierno. Es duro, pero hay que decirlo.
Propuestas como “Remedios Solidarios” de Coparmex para brindar bonos de incentivo a la contratación de empleo formal para recuperar empleos en el período de julio a noviembre; o la iniciativa del Programa de Acción Social Sistemático (Pass) del Instituto Francisco Javier Saeta en Hermosillo son ejemplos que debemos replicar con entusiasmo y esperanza.
¡La sociedad organizada siempre pesará más que cualquier gobierno! Pero eso no exime a los gobiernos quienes tienen la mayor responsabilidad con la historia y ésta se escribe cada día.
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