No debería de extrañarnos por su bien conocida tozudez, que para muchas cosas ha sido una virtud pero para esto no. Que a partir de hoy el presidente Andrés Manuel López Obrador salga de gira es una muy mala idea.
Estamos en pleno semáforo rojo en todo el país, menos Zacatecas que está en naranja, que sigue siendo situación de alto riesgo. Ah, pero el señor presidente, con sus 66 años a cuestas y un infarto al que sobrevivió le urge ir a dar el banderazo de salida para la construcción de uno de sus proyectos icónicos: el Tren Maya (que es otra mala idea, también).
Por más que se cuide y ojalá sí se cuide mucho, el mensaje es contradictorio con lo que pide su propio gobierno al resto de los ciudadanos. ¿Saldrá con cubrebocas a eventos y careta a esas reuniones que supuestamente no serán nunca de más de 50 personas y donde nadie se acercará a él? Al menos eso espero.
Nadie quiere que se enferme, en serio. Nadie. Por más que haya críticos que lo digan en redes sociales de puritito hígado y hasta le deseen la muerte -hay de todo en ese espejo nuestro llamado redes sociales. Sería muy grave. Nadie quiere ver, tampoco, a Olga Sánchez Cordero como la primera presidenta mujer en el país como lo marca el artículo 84 de la Constitución. Así no.
Pero el presidente, ay, el presidente, lo sabemos bien, donde mejor se siente es en las giras. En el contacto con su pueblo. Y claro, pronunciando discursos encendidos contra sus eternos enemigos: los conservadores, el neoliberalismo, la corrupción. En reivindicar, una y otra vez, que su gobierno es diferente y que vengará los muchos años de olvido hacia los pobres… aunque se quede casi como un gobierno fantasma que no pueda operar nada por un recorte del recorte que ya es francamente ridículo de 75%.
Convencido -no sé cómo- de que la pandemia “ya se domó” y que la saturación de hospitales ya quedó en el olvido, su ejemplo pesará. Y pondrá en peligro a muchas personas que podrían quedarse en casa que dirán: si el presidente sale, ¿por qué yo no?
El mismo vocero de la pandemia, Hugo López Gatell, que no duda en ser crítico al descalificar a una senadora por supuesta falta de conocimientos al ser comunicadora, canfinflea cuando le preguntan sobre si el presidente debería o no salir.
Claro, es su jefe, pero como el científico que es debería plantársele enfrente y decirle: no, señor presidente. Quizá lo hizo en privado, pero en público no se atrevió aunque noche tras noche recuerda que son las personas mayores las más sensibles al contagio y a complicarse y más si tienen una condición de salud preexistente.
Los bandazos en la comunicación ya son varios y preocupantes. ¿Recuerdan los “municipios de la esperanza” que podrían ya salir a la “nueva normalidad” el 17 de mayo que primero eran 900, luego 324 y acabaron diciendo que siempre no por el conflicto que provocaba con los gobernadores?
Aunque aún mucha gente cree en las cifras oficiales que se basan en un modelo epidemiológico que pocos países han usado en el mundo, las dudas de muchos, me incluyo, sobre las verdaderas dimensiones de la epidemia en México solo se sabrán con el tiempo. Nos ha ido peor de los esperado. Ayer cumplimos ya con la cifra de casi 10 mil personas muertas cuando la cifra inicial de varios especialistas, como la UNAM, era de 8 mil. Y López Gatell sabe y dice que podríamos llegar hasta 30 mil. Estamos, pues, a un tercio del camino.
Otro caos: semáforos nacionales vs. semáforos locales
Terminada ya la “Jornada Nacional de Sana distancia” ahora las decisiones serán, más bien, locales. Y ese va a ser un verdadero show.
Ya hay varios gobernadores, siete al menos, que por distintas razones no están de acuerdo con las decisiones nacionales y tomarán las suyas. Hay por lo menos ya anunciados ocho distintos semáforos locales. Que no le extrañe también que los y las presidentas municipales también tomen las suyas. Ya sé que la economía pende de un hilo, que ya se han perdido al menos 346 mil trabajos sólo en abril, pero estamos muy muy lejos de acabar con la crisis sanitaria que, por la gravedad, debería seguir coordinando la máxima autoridad en una emergencia: el Consejo de Salubridad General que, bueno, pobres, han jugado un papel muy diluido en estos momentos. Este Consejo es el que debería decir el momento en que cese la contingencia por sus atribuciones legales.
¿Ya podremos regresar a la “nueva normalidad”? Sólo pregúntenle a enfermeras, médicos, personal de salud que siguen luchando en el campo de batalla y muchos de ellos aún sin los insumos necesarios para su protección.
El domingo, mismo Hugo López Gatell dijo: “Hoy no se acaba la epidemia. No se acaba la restricción necesaria en el espacio público. El 1 de junio no es regresar a la normalidad, no es abrir actividades. El peligro persiste y toda la República se encuentra en rojo”. De nuevo, ¿se lo dijo a López Obrador?
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