Existe interés de nuestras autoridades en días recientes de medir nuestra felicidad como mexicanos, saber qué tan bien nos sentimos, cuánto bienestar es el que estamos disfrutando, ya que se estima que el crecimiento del Producto Interno Bruto no es suficiente para determinar lo bien que le va a un pueblo.
Como lo comentaba en mi columna anterior, el PIB y el PIB per cápita evidentemente no son los únicos indicadores que se deben de tomar en cuenta para medir el avance o retroceso de una economía, indican que tanta riqueza se está generando en un país, lo cual obviamente es un punto de partida para cualquier evaluación adicional.
Existen muchos otros indicadores internacionales que nos permiten evaluar a mayor detalle los aciertos y los errores que cualquier administración puede cometer, o los vaivenes de los mercados internacionales que llegan a afectar la economía al estar todos interconectados en un mercado global.
El concepto de felicidad se define como un estado de ánimo positivo, que depende del juicio de cada persona por lo que se manifiesta de muchas formas, de acuerdo con las prioridades de cada individuo, sus valores, su personalidad y al carácter, en general, se vincula con la motivación y el bienestar, al alcanzar una meta personal.
Evidentemente al ser un elemento subjetivo se vuelve complicado hacer una medición de la felicidad ya que depende de cada persona, comunidad, cultura y nación; varía de acuerdo con género, edad, estatus social, nivel educativo, salud mental, entre muchos otros factores.
Según la ética o filosofía moral, el fin último del hombre es la felicidad; es decir todos buscamos a nuestra manera ser felices, más que un destino es una búsqueda constante durante toda nuestra vida. Una vez que consigo una meta por la que trabajé normalmente empiezo a buscar la siguiente, es la naturaleza de la mayoría de los seres humanos.
No obstante la subjetividad natural del tema, la felicidad comenzó a medirse de forma sistemática en 1972 en el reino de Bután, donde se inventó el Índice Nacional de Felicidad. Más recientemente, muchos académicos y universidades, como la de Illinois, Oregon y Victoria en Canadá, se han centrado en entender y medir la felicidad bajo principios más amplios como los que utilizó Bután.
Dicha métrica cuenta con nueve componentes: Salud, Educación, Diversidad ambiental, Nivel de vida, Gobernanza, Bienestar psicológico, Uso del tiempo, Vitalidad comunitaria, y Cultura.
Con respecto al Reporte Mundial de Felicidad del 2019, los mexicanos quedamos en el lugar 23 de alrededor de 150 países evaluados, aunque en 2015 llegamos a estar en el lugar 14, es decir los mexicanos por naturaleza somos felices, a pesar de muchas de nuestras adversidades.
Muchos países con mayores ingresos y una vida institucional más consolidada que la nuestra no logran entender del todo por qué los mexicanos somos tan felices sin tenemos grandes problemas en seguridad, salud, educación y nivel general de vida, lo explican por nuestra forma de ser, por los lazos familiares que desarrollamos, por nuestra cultura y valores, entre otros elementos a nuestro favor.
Un elemento de medición más objetivo es el que calcula la ONU a nivel mundial, el índice de desarrollo humano (IDH), en México en 2017 fue 0.774 puntos, el país con mejor puntuación fue Noruega, con 0.954, y el peor fue la de Nigeria, con 0.377.
Este indicador de desarrollo tiene grandes variaciones cuando se ve a nivel estatal, en México tenemos algunas entidades con puntuación similares a países europeos pero otras tantas no se encuentran tan bien, no obstante, el nivel promedio nos habla de avances y áreas de oportunidad.
En los últimos años hemos llegado a ser una economía entre el número 12 a 15 a nivel mundial, somos un mercado importante y hemos sido el destino de inversiones de muchos países que han tenido confianza en nuestro futuro y nuestras capacidades.
Debemos seguir esforzándonos para que nuestra economía crezca, la felicidad si debe de medirse, pero adicionalmente al PIB, niveles de inflación bajos, fomento y respeto de las inversiones, estado de derecho, vida institucional y en general todo aquello que nos permita seguir avanzando en el entorno mundial que cada vez es más competitivo, si queremos estar en las grandes ligas debemos desempeñarnos y medirnos con las mismas métricas con las que ellos se miden, conscientes de nuestras realidades y trabajando para que las oportunidades de desarrollo sean parejas.