Cuando Roberto Corella habla de Los Huipas, no puede evitar dejar notar un poco de compasión. “Lo hacían con ingenuidad” repite en las entrevistas que le han hecho cuando habla de esos asesinos seriales yoremes mayos que dejaron consternados a propios y extraños en los años cincuentas cuando fueron capturados por crímenes atroces.
Los Huipas, que en la vida real causaron terror, son los personajes centrales de “Rastrojos”, una obra dramática escrita por el Maestro Corella con la metodología del teatro documental.
La motivación que llevó a Roberto a indagar en los archivos hemerográficos la historia de estos asesinos seriales homosexuales y yoremes fue la de explicar las imposibilidades del sincretismo con una historia impactante y profunda al mismo tiempo.
A diferencia de otros textos dramáticos, la dramaturgia documental requiere un proceso creativo de investigación rigurosa, sustentar con documentación los hechos que se narran para que estos sean lo más apegado a la realidad. Por esto para escribir “Rastrojo”, el maestro Corella sacó al sociólogo que lleva dentro. Se fue a vivir a Bacapaco, el poblado de Huatabampo donde se dieron los terroríficos acontecimientos, para recopilar testimonios y el sentir que aún se guarda en la memoria colectiva.
En ese estar en el espacio donde Los Huipas crecieron, vivieron, se desarrollaron y cometieron los crímenes que los hicieron famosos, Roberto fue capas de comprender lo que explica en su teatro, el choque de dos culturas incompatibles como la del mundo yoreme y la judía cristiana de los mestizos.
No existen conceptos comunes sobre lo bueno y lo malo o nociones que puedan ser puentes para identificar lo diabólico y lo celestial en ambas culturas. Y es precisamente ese el punto de partida de Roberto Corella para explicar los asesinatos de Los Huipas en “Rastrojos”.
La reflexión con la que “Rastrojos” inicia en el primer acto, cuando Los Huipas hablan del diablo, de como este les da la música y todo los que les causa placer, diferenciándolo completamente del diablo católico o de los yoris, será el cristal desde donde el maestro Corella nos acerca a conocer los crímenes.
El propósito de esto no es que sintamos compasión de ellos, sino que agudicemos la vista para darnos cuenta que la maldad como nosotros la conocemos no esta en ellos, y que los asesinatos que cometieron obedecen a otros motivos que solamente desde su cultura pueden interpretarse.
Sin juicios morales sobre una cultura u otra, “Rastrojos” tiende un puente entre dos mundos y su lectura nos invita a una reflexión tabú sobre el encuentro de las culturas que tienen contacto en el territorio sonorense. Al final la invitación a la lectura de “Rastrojos” y del teatro del maestro Corella es también para que el lector mismo sea interprete de estos textos, sin la necesidad de intermediarios. Porque como dice Roberto Corella: el teatro también se escribe para leerse.
Ahora yo le agregaría que en tiempos de distanciamiento social, cuando es imposible ir al teatro, una excelente opción es leerlo, y aquí les comparto un enlace para tener horas de entretenimiento con el trabajo de Roberto Corella: http://www.robertocorella.com.mx/dramaturgia/