Ciudad de México, 18 de enero (Sin embargo).- Diana Velázquez Florencio salió de su casa sólo para realizar una llamada telefónica, la madrugada del 2 de julio de 2017; jamás regresó. La joven, de entonces 24 años, fue violada y estrangulada en Chimalhuacán, Estado de México.
El cuerpo de Diana fue localizado en la vía pública, pero inicialmente fue reportado como el cadáver de un hombre. Fue apilado en la morgue de Nezahualcóyotl donde su hermana lo encontró “por casualidad”.
El crimen sigue en la impunidad, a más de dos años y medio. La familia ha caminado no solo de la Ciudad y del Estado de México, sino en otros estados del país, en busca de pistas que den con los responsables del crimen y también para llevar el grito que clama justicia para la joven.
La Fiscalía General de Justicia del Estado de México ha ofrecido una recompensa de 300 mil pesos para quien de información y lleve a la captura sobre la persona o personas responsables del crimen, pero hasta el momento no hay avances concretos.
Y, aunque las autoridades emitieron la recompensa, son los familiares de Diana quienes incansablemente visitan las calles y negocios para colocar la pesquisa de recompensa, y en busca de pistas para esclarecer el caso.
La exigencia de la familia por justicia sigue vigente. El próximo 19 de enero, los padres de la joven, amigos y familiares, con el acompañamiento de la Red de Mujeres del Oriente del Estado de México que Luchan, realizarán una protesta para demandar que las autoridades trabajen de manera más profesional, esclarecer el caso y justicia.
La joven vendía dulces en las calles de Chimalhuacán, porque quería juntar dinero para comprarse una computadora y terminar sus estudios vía Internet. Su aspiración era concluir la preparatoria y después aplicar a una licenciatura.
Diana era reservada, no era muy sociable. No le gustaba el Facebook o las redes sociales. Su meta era tener una carrera y ser madre, según la describen su hermana menor, Laura Velázquez, y Lidia Florencia, su madre.
A la chica tampoco le agradaban las selfies o fotos. La última imagen –la que es usada en las marchas- es una que se tomó para sus trámites escolares, al concluir la secundaria abierta.
La madrugada de 2 de julio de 2017, Diana salió de su casa ubicada en Santa María Nativitas. La madre pensó que había salido a realizar una llamada telefónica, porque adentro del inmueble tenían mala recepción.
El reloj avanzaba esa madrugada del 2 de julio. Lidia, la madre, marcó al celular de Diana. A las 2:45 horas contestó la llamada y también por mensaje donde decía: “ya voy”. Pero jamás regresó.
A la mañana siguiente, alrededor de las 8:00 am, Lydia Florencio y Laura Velázquez, madre y hermana de Diana, acudieron a la Fiscalía de Chimalhuacán a interponer el reporte de desaparición.
De acuerdo con la narración de las familiares de la víctima, las autoridades se negaron a levantar el acta con el argumento que era muy pronto para denunciar y debían esperar 72 horas. Las familiares regresaron a buscar en las calles.
Un reporte a muy temprana hora alertaba de la presencia de un cadáver en la calle Francisco I. Madero, de la colonia Guadalupe, atrás de la Plaza Chimalhuacán. Era el cuerpo de Diana. Había sido violada, estrangulada y arrojada en esa avenida de relativo tránsito.
Policías municipales, ministeriales y peritos acudieron al lugar y reportaron el hallazgo de un cuerpo “masculino”. Pidieron a una funeraria privada que lo trasladara a las instalaciones de Servicios Periciales en Nezahualcóyotl; de esto se dio cuenta la familia tiempo después.
Sin imaginarse que el cuerpo de Diana ya había sido localizado e ignorado, el resto de la mañana y medio día ese domingo 2 de julio sus familiares continuaron con la búsqueda por diversas colonias.
Alrededor de las 16:00 horas regresaron a casa y volvieron a marcar a los números de Diana. Una mujer contestó y colgó, pero Lydia, la mamá, insistió. Una voz femenina respondió y arguyó que ella había adquirido el celular cerca de las 12:00 de la tarde en el tianguis de San Vicente.
Los parientes regresaron a las oficinas ministeriales de Chimalhuacán para levantar la denuncia. Un Ministerio Público les tomó la declaración. Los primeros días pasaron entre pesquisas y trámites.
Desde un principio solicitaron las imágenes de las cámaras de vigilancia de la zona a las autoridades de Chimalhuacán, quienes respondieron que debían de pedirlas en Nezahualcóyotl.
Jairo, papá de Diana, y Laura acudieron el jueves 6 de julio a las oficinas en Nezahualcóyotl para entregar unos oficios para los videos. En ese momento, Laura pensó en acudir al Semefo a preguntar si había algún cuerpo.
Después de dos horas de espera, una funcionaria atendió a Laura y Jairo. Les manifestó que tenían el cadáver de una mujer y les enseñó una fotografía, pero el padre no la reconoció del todo. Luego les mostró unos documentos donde describían la ropa que portaba la chica. Era igual a la que vestía Diana. El padre y la hija pasaron a las instalaciones.
A Laura y a Jairo les mostraron los restos de la joven, pero seguían sin poder reconocerla por el grado de descomposición.
Diana acostumbraba a peinarse con trencitas. Laura pidió que le mostraran la cabellera. Le presentaron una bolsa con cabellos trenzados. Fue así –además de un braisiere– como la identificaron inicialmente.
Laura y Jairo regresaron a Chimalhuacán. Contactaron unos servicios fúnebres de nombre El Prado, situados cerca de la Fiscalía.
“¡Es la del domingo!”, dijeron los empleados a la familia cuando acudieron a la funeraria.
La frase de los empleados reveló a Laura y a su familia que la joven fue localizada desde el día de su desaparición. Trataron de indagar más y cuestionaron a los empleados peros estos optaron por llamar a un comandante de la Fiscalía General del Edomex.
El agente, cuestionado del por qué no notificaron a la familia del hallazgo de Diana, argumentó que no lo hicieron porque creyeron que era una prostituta. Además, mostró una imagen del día en que encontraron a Diana.
Laura asevera que en la fotografía Diana estaba en una posición diferente a lo que establece el expediente.
“En la carpeta dice que la hallaron boca abajo, en la foto ella estaba boca arriba, se le veían los senos. La escena fue manipulada, se ve que tomaron esa fotografía para el morbo”, explicó la hermana de la víctima, en entrevista con este medio.
“A ellos no les importa si matan a una mujer. No entiendo por qué no nos informaron es como si quisieran borrar su crimen, como si con no identificarla iba a terminar en la fosa común para que nadie la reclamara y nadie exigiera justicia para ella”, detalló.
Se estima que durante 2017 fueron asesinadas 1 mil 583 mujeres en sólo 18 estados del país, de acuerdo con la información proporcionada por las fiscalías y procuradurías estatales, y documentada por el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio en su más reciente reporte anual, presentado el pasado 10 de abril.
De los mil 582 asesinatos, sólo 479 fueron investigados como feminicidios, es decir 30 por ciento de los casos, abunda el informe de la organización.
A más de dos años y medio del feminicidio, el caso sigue sin resolverse. En la ropa de Diana se encontraron muestras de semen, al igual que en su cuerpo, pero no se ha realizado el análisis para identificar al agresor o confrontar el ADN.
Tampoco se realizaron exámenes toxicológicos para establecer si Diana sin fue drogada. “Ellos dijeron que no tenían el equipo”, agrega Laura.
El raspado de uñas, para verificar si había restos de piel del atacante, es otro estudio que no se realizó.
“El pretexto fue que ellos [autoridades] no observaron huellas de lucha , eso nos dijeron”, detalla Laura. Pero, ¿cómo podría tener validez dicho argumento si la joven ni siquiera fue identificada como mujer desde el inicio?
El cadáver de Diana fue tratado sin los cuidados periciales correspondientes, no se embalaron pruebas en la escena donde la encontraron, no se resguardó en lugares aptos.
Lo videos de las cámaras no se entregaron. La familia también solicitó a la Fiscalía las sábanas telefónicas de los celulares. Estos registros de las compañías telefónicas quedan guardados sólo por un año. A nueve meses aún no las obtienen. Los ofendidos temen que se llegue el año y se pierda esta información.
“Tal parece que a nadie le importa si matan a una mujer” dijo Laura Velázquez, quien denuncia que han recibido de las autoridades malos tratos, gritos y hasta insultos.
La familia ha denunciado que ha habido “error tras error. Omisiones. No nos han entregado nada y sabemos que esto es cuestión de tiempo. Nos quieren desesperar, que pase el tiempo para no obtener las pruebas y que se cierre el caso, porque no quieren trabajar”.
La familia se acercó a colectivos para evidenciar las omisiones de las autoridades y desde hace años han participado en manifestaciones para exigir justicia.
Lidia Florencio, madre de Diana, incluso ha acudido a Chiapas, a participar en el encuentro de Mujeres que Luchan.
Diana fue violada y asesinada en Edomex; su hermana la encontró “por casualidad” en una morgue
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