Hermosillo, Sonora.- Lo que se anunció como un movimiento en contra de la inseguridad en México, pronto se vio opacado por la infiltración de fuerzas políticas, por los destrozos y la violencia; algunos lo consideraban como un despertar de conciencias, otros lo catalogaron de lamentable.
El asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, Michoacán, fue el detonante de la marcha que se realizó el sábado 15 de noviembre, aunque también estuvo motivada por la falta de rendición de cuentas y de justicia a todos los partidos políticos.
Los protagonistas y representantes del movimiento eran jóvenes de la Generación Z, pero pronto otros actores políticos, como Vicente Fox, se involucraron y al pasar los días, antes del sábado, el movimiento fue perdiendo fuerza e incluso credibilidad.
Incluso, tanto en la marcha de la Ciudad de México como en la de otras ciudades, por ejemplo Hermosillo, un hecho resultó innegable: eran más los adultos de 40, 50, 60 y más años que acudieron a la convocatoria. La presidenta Claudia Sheinbaum señaló que “hubo muy pocos jóvenes”.
Sergio Carrillo Balderrama, integrante de la Secretaría de Cultura y Dictaminador del Programa Colectivos Culturales de la Ciudad de México, considera que las manifestaciones son de suma importancia, a tal punto de que influyen en la toma de decisiones de las autoridades en el poder.
“De alguna manera estos jóvenes se ven decepcionados o hasta traicionados porque en el poder, en este caso representado por Morena, no se sienten identificados e incluso ya hay desconfianza”, comentó.
El recorrido en Ciudad de México se realizó de manera pacífica, pero al llegar al Zócalo todo cambió: los manifestantes comenzaron a derribar vallas y agredieron a elementos de seguridad.
Las imágenes estaban recorriendo las redes sociales de manera inmediata. Los ojos estaban puestos sobre ellos, a la expectativa.
Tanto Sheinbaum como los gobernadores de la Cuarta Transformación rechazaron los actos de violencia, la destrucción y las agresiones que se vivieron y que, además, dejaron decenas de elementos de seguridad heridos.
El cronista de Hermosillo, Ignacio Lagarda, comparó las marchas en México con el movimiento que inició Francisco I Madero; dijo que es una forma de rebelión y exigencia al cambio. Las llamó “una revolución a través del celular”.
“Esto es normal que suceda, es parte del desarrollo de la humanidad y creo que ahora México se encuentra en esa circunstancia, la de derrocar a un gobierno”, aclaró.
En redes sociales, periodistas, escritores, opinólogos, y sociedad en general emitieron posturas respecto a lo ocurrido y, gran parte de ellas, condenaban la violencia, la apropiación del movimiento por parte de políticos que se aprovecharon del hartazgo de los jóvenes.
Epigmenio Ibarra escribió “La generación Z era solo la cobertura para que, el viejo y corrupto PRIAN, marchara hipócritamente vestido de blanco, arropando, bendiciendo al bloque negro”.
En otra publicación agregó: “No marcharon los jóvenes. No llenaron el Zócalo, No lograron que las multitudes desbocadas se sumaran a su movimiento. No llegaron Alito, ni Salinas Pliego triunfantes a la oficina presidencial. No pudieron tumbar al gobierno, no echaron marcha atrás a la historia”.
La analista Viri Ríos señaló en un artículo para El País que los mexicanos menores de 28 años tienen niveles de descontento relativamente bajos, que no encuentran en el crimen una razón de movilización, basada en una encuesta realizada por Latinobarómetro.
“Los jóvenes de la generación Z mexicana parecen satisfechos. De hecho, la mayoría reporta que en México se encuentra algo o completamente garantizado el derecho a la participación política, la igualdad de género y oportunidades, la libertad de expresión y religión, e incluso seguridad social”, escribió.



