El futbol mexicano perdió este sábado a una de sus figuras más emblemáticas. Manuel Lapuente, histórico entrenador y exdirector técnico de la selección nacional, falleció a los 81 años, según confirmó el periodista Raúl Orvañanos a través de redes sociales.
“Falleció un gran amigo y extraordinario futbolista y técnico. Manuel Lapuente. Descansa, my friend”, escribió Orvañanos en su cuenta de X (antes Twitter), mensaje que de inmediato generó una ola de condolencias de aficionados, jugadores y clubes.
Lapuente, conocido cariñosamente como Manolo, dejó una huella profunda tanto como jugador como en su faceta de entrenador. Militó en equipos como Monterrey, Necaxa, Puebla y Atlas, pero fue desde el banquillo donde se consolidó como una auténtica leyenda del futbol mexicano.
Un técnico ganador y referente del balompié nacional
Considerado uno de los entrenadores más exitosos en la historia de la Liga MX, Lapuente conquistó cinco títulos de liga: dos con Necaxa, dos con Puebla y uno más con América, además de dirigir a la Selección Mexicana en el Mundial de Francia 1998, donde el Tri avanzó hasta octavos de final.
En Puebla, equipo con el que tuvo una relación entrañable, es recordado como una auténtica institución. Con los Camoteros celebró cinco trofeos: además de los campeonatos de liga, conquistó la Liga de Campeones de la Concacaf, un Campeón de Campeones y una Copa México.
Su estilo disciplinado, su carácter fuerte y su visión táctica marcaron a generaciones de futbolistas y entrenadores. Para muchos, Lapuente simbolizó una época en la que el futbol mexicano combinaba talento, orden y pasión.
El legado de “Manolo”
Más allá de los títulos, Manuel Lapuente será recordado por su compromiso con el desarrollo del futbol nacional y por su papel en la formación de figuras que posteriormente destacaron en México y el extranjero.
Su muerte deja un profundo vacío en el deporte mexicano, pero también un legado imborrable que seguirá vivo en la historia de la Liga MX y en la memoria de quienes lo vieron dirigir desde la banca con su clásico gesto serio y su inconfundible elegancia.



