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lunes, septiembre 1, 2025

1º de septiembre: viejos y nuevos rituales

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Hace 19 años, un 1º de septiembre, el presidente Vicente Fox tuvo que entregar su informe de gobierno en el vestíbulo del salón de plenos de la Cámara de Diputados, pues la tribuna estaba tomada por legisladores del PRD, y fue imposible que leyera el mensaje con motivo de su último año de gestión.

Ese día se acabó el “día del presidente”, un ritual de la liturgia priista que se mantuvo vigente durante seis décadas y que consistía en paralizar al país para escuchar al primer mandatario. 

En los mejores años de ese ritual, los niños nos quedábamos en casa, pues no había clases; el gobierno tomaba las señales de televisión y radio para transmitir en vivo la ceremonia en cadena nacional; el presidente se trasladaba en un auto negro descapotable desde Palacio Nacional hasta el Congreso de la Unión, mientras las fuerzas vivas del priismo lo ovacionaban a su paso por las calles del primer cuadro, donde llovía confeti tricolor.

Después del informe venía la salutación en Palacio; un desfile de funcionarios de otros Poderes de la Unión; líderes de sindicatos, cámaras empresariales e iglesias; dueños de medios de comunicación, gobernadores y presidentes municipales.  

El llamado “besamanos” era el símbolo máximo de un presidencialismo todopoderoso, en el que los demás Poderes de la Unión se sometían a la decisión de un solo hombre.

El ritual comenzó a desgastarse desde 1988, cuando Porfirio Muñoz Ledo se atrevió a interpelar a Miguel de la Madrid en su último informe, por el fraude cometido en contra del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y el Frente Democrático Nacional. 

A Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo se les siguió rindiendo pleitesía, pero en sus informes se fueron normalizando los gritos, las protestas, las mantas, las máscaras de cerdo. Y, después de que el PRI perdiera la mayoría legislativa en 1997, el presidente y sus lacayos tuvieron que acostumbrarse a escuchar a la oposición, con una voz cada vez más potente e influyente en la opinión pública.

Con Vicente Fox, la dictadura perfecta devino en caricatura perfecta, y el día del presidente comenzó a convertirse en el día del Congreso, hasta llegar al episodio de 2006 cuando, paradojas de la historia, otro fraude electoral (esta vez el que se cometió contra Andrés Manuel López Obrador) fue el detonante para que el presidente viera vulnerada su investidura.

Tras la humillación en el vestíbulo del Palacio Legislativo de San Lázaro, Vicente Fox hizo lo que le salía mejor: irse a la televisión, para mandar un mensaje en cadena nacional en el que acusó al PRD y a López Obrador de boicotear su sexto informe.

Al día siguiente leyó un mensaje político ante los suyos en un evento con acceso controlado, en una sede muy lejana del recinto legislativo, inaugurando una práctica que le fue copiada por Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

En 2007, Calderón pudo subir a la tribuna para entregar su informe a la presidenta de la Cámara, la perredista Ruth Zavaleta, gracias a una negociación entre el PAN y la fracción moderada del PRD.

Pero ese mismo año se hizo una reforma para eliminar de la Constitución la obligación de presentarse personalmente en la Cámara de Diputados para el Informe y, desde entonces, ningún presidente de la República ha vuelto a San Lázaro para leer un mensaje sobre el estado que guarda la nación.

Entonces, el ritual del 1º de septiembre cambió de protocolos. Desde 2007, es el secretario o la secretaria de Gobernación en turno quien lleva el informe a la Cámara.

En paralelo, la ley electoral permite al presidente aparecer en los spots de radio y televisión elaborados para difundir su informe, siete días antes y cinco días después del 1º de septiembre.

Los rituales de la 4T

Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador al poder, en 2018, se inauguró la etapa de discursos largos y la movilización del partido-movimiento en el Zócalo capitalino con motivo del informe.

Además, López Obrador se las arregló para hacer cuatro informes al año: el del 1º de septiembre, día marcado en la ley para presentarlo; el 1º de diciembre, al cumplir un año más desde su toma de posesión; uno más entre marzo y abril, y el del 1º de julio, para conmemorar el día de su elección.

Los informes de AMLO tuvieron un efecto político importante, pues le permitían mantener el control de la agenda de conversación pública (de por sí cooptada por la conferencia mañanera), posicionarse en coyunturas cruciales y mantener activa y movilizada a su grey.

AMLO logró que no sólo el 1º de septiembre, sino todos los días del año fueran “el día del presidente”.

El día de Claudia Sheinbaum

Con las reformas constitucionales de 2014, la toma de protesta de la presidenta de la República se adelantó, del 1º de diciembre al 1º de octubre de 2024, lo que dejó a Claudia Sheinbaum sin pretextos para dar informes trimestrales.

Sin embargo, ella ha aprovechado muy bien la llegada de Donald Trump para convocar al pueblo a la plaza pública e informar sobre las vicisitudes de la relación con Estados Unidos.

De cara al 1º de septiembre, ha anunciado que mandará su informe a la Cámara de Diputados con su secretaria de Gobernación, como es costumbre, y que leerá un mensaje este lunes en Palacio Nacional ante funcionarios, invitados y medios de comunicación.

Su informe al pueblo, en el Zócalo, decidió reservarlo para el 1º de octubre, cuando cumpla un año de gestión. Entonces podrá inaugurarse “el día de la Presidenta”, un mes después de lo que marcaba la liturgia presidencialista priista, pero con la misma intención política de ensalzar la figura de la titular del Poder Ejecutivo.

El símbolo de una presidenta fuerte no sólo servirá para apuntalar su liderazgo frente a Donald Trump, que sigue siendo una amenaza vigente, sino frente a sus opositores internos, pero -sobre todo- ante su propio partido-movimiento, donde hay quienes parecen decididos a desafiar su liderazgo.

A su vez, el 1º de septiembre tendrá viejos y nuevos protagonistas. 

Por un lado, los diputados y senadores, quienes llegan al inicio del segundo año de la LXVI Legislatura con los ánimos crispados después del numerito que protagonizó Alejandro Moreno en la tribuna del Senado, y luego de un año de polémicas, excesos y ejercicio soberbio del poder por parte del presidente saliente de la Cámara alta, Gerardo Fernández Noroña, y de su correligionario en la Cámara baja, Sergio Gutiérrez Luna.

La oposición será implacable en su juicio sobre el primer año de la administración de Claudia Sheinbaum, a la hora de los posicionamientos de los grupos parlamentarios. Y Morena y aliados aprovecharán su mayoría para defender no sólo a Sheinbaum, sino a su antecesor, quien es el fundador y líder real del movimiento.

Por otro lado, este 1º de septiembre tiene un nuevo protagonista: Hugo Aguilar, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y el nuevo Poder Judicial federal, pues los 851 cargos electos en la elección del 1º de junio entran en funciones.

Hugo Aguilar ha anunciado una serie de rituales con los que busca crear nuevas liturgias y símbolos. El día iniciará con ceremonias y entregas de bastones de mando por parte de los pueblos indígenas a los nuevos juzgadores, y terminará, a las 10 de la noche, con una primera sesión del pleno de la Suprema Corte luego de que el Senado tome la protesta de ley a las nuevas ministras y ministros.

Como suele ocurrir en la propaganda política, los rituales serán símbolos del inicio de una nueva época, con ministros, magistrados y jueces electos por el pueblo y comprometidos con los pueblos originarios. 

La narrativa oficial habla de un cambio histórico, aunque las intenciones deberán confirmarse en hechos durante las semanas, meses y años por venir, cuando la gente común acuda a un juzgado en busca de la anhelada justicia cotidiana.

No, el 1º de septiembre no será “el día de la presidenta”. Tampoco será, necesariamente, el día de la Corte, y esperemos que mucho menos vaya a ser otra vez el día de legisladores como “Alito” y Noroña. 

Será el día del inicio de un nuevo ciclo político con un futuro incierto.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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