Por años, las organizaciones han invertido millones en cursos, talleres y programas de coaching esperando una transformación que rara vez llega. Se forman líderes, se sensibilizan equipos, se entregan diagnósticos… Y, sin embargo, el cambio real no ocurre. ¿Por qué?
Porque capacitar sin accionar es como diagnosticar sin tratar.
Según McKinsey, el 70% de los procesos de transformación organizacional fracasan. Y no, no es por falta de información ni de talento. Es por falta de decisiones. Porque muchas veces el problema no está en lo que la gente no sabe, sino en lo que la organización no se atreve a hacer.
Desde la consultoría, lo vemos con frecuencia: Detectamos patrones tóxicos, liderazgos ineficientes, estructuras que ahogan la innovación, colaboradores que no solo no promueven el cambio, sino que lo detienen. Señalamos con claridad lo que habría que moverse: Cambiar a un líder, reestructurar áreas, promover talentos olvidados o incluso despedir a quienes frenan el sistema. Pero las decisiones se postergan. Se suavizan. Se politizan.
Y entonces, en lugar de transformación, se administra la frustración. En lugar de mover el sistema, se manda a todos a un workshop de gestión de conflictos o a una actividad de integración.
La Harvard Business Review lo ha dicho con claridad: “La formación sin contexto organizacional solo tiene un 10% de retención efectiva a largo plazo”. ¿La solución? Acompañar el desarrollo con movimientos estructurales: Cambiar roles, actualizar incentivos, modificar procesos.
El cambio más que conciencia; requiere coraje. Capacitar es importante, pero sin decisiones estratégicas que respalden ese aprendizaje, todo se vuelve simulacro.
Transformar una organización implica incomodar, mover fichas, perder y ganar poder.
Y sí, lo sabemos: Mover estructuras, cambiar liderazgos o tomar decisiones estratégicas no siempre está al alcance de todos los directivos. A veces, se requiere tiempo, influencia o condiciones que no están dadas.
Pero también sabemos esto: Si no se empieza a construir hoy esa capacidad de decisión, mañana seguirán repitiéndose los mismos resultados. Transformar no es solo actuar con poder, es trabajar para ganarlo. Y eso implica dejar de maquillar los síntomas y empezar a mover, poco a poco, las raíces del sistema. Porque aprender sin actuar no transforma… pero actuar sin preparación tampoco.
Lo que se necesita es una estrategia que combine ambas cosas, con visión, con intención y con la valentía de sostener el proceso, incluso cuando este incomode. Porque al final, no cambia quien aprende… cambia quien actúa.