En el mundo laboral actual, la autoconciencia está de moda. Jefes que admiten sus fallos de liderazgo, colaboradores que identifican sus áreas de oportunidad, equipos que “saben” que deben comunicarse mejor. Pero hay una línea delgada y peligrosa entre darse cuenta… y hacerse cargo.
La autoconciencia es apenas el primer paso y uno muy valioso y necesario, pero el verdadero quiebre ocurre cuando nos hacemos cargo. Saber que tienes una oportunidad de mejora no equivale a estar transformándola. Y en ese desfase se pierde talento, productividad, y credibilidad.
Un estudio de McKinsey reveló que el 85% de los líderes son conscientes de los comportamientos que limitan su desempeño, pero solo el 30% trabaja activamente para corregirlos. El resto simplemente convive con esa información como si fuera suficiente. Lo cierto es, que no lo es.
Reconocer que “me cuesta delegar” no es delegar. Aceptar que “me falta proactividad” no es proponer una nueva estrategia. Darte cuenta de que “reacciono mal ante la presión” no resuelve el impacto tóxico de tu mal humor en el equipo.
La autoconciencia sin acción es como tener el diagnóstico, pero negarte a tomar el tratamiento. De hecho, en muchos entornos laborales se ha convertido en una coartada emocional: “ya estoy trabajando en eso”, dicen, mientras postergan, repiten, se excusan.
¿Y si en realidad no estás trabajando en eso? ¿Si solo estás pensando en ello sin mover un dedo?
Según Gallup, solo el 21% de los empleados a nivel global están comprometidos con su trabajo. Lo interesante es que más del 60% reconoce que podría mejorar su desempeño con mayor enfoque personal. Entonces, ¿qué está pasando? La respuesta es simple y brutal: Autoconciencia sin acción es igual a auto boicot profesional.
Porque no es lo mismo reconocer que fallas en la comunicación que asistir por iniciativa propia a sesiones de feedback. No es lo mismo saber que tu liderazgo es deficiente que buscar activamente mentores, libros o formación que te rete. No es lo mismo notar que vives apagando fuegos que rediseñar tus prioridades para dejar de ser reactivo.
Hacerse cargo implica incomodarse. Exponerse. Dejar de justificarse. Y, sobre todo, renunciar a la narrativa de que el solo hecho de “darse cuenta” ya es una forma de avance. Porque no lo es.
Las organizaciones que realmente crecen no son las que más se evalúan, sino las que más corrigen. Y eso aplica también para las personas. Así que, si ya identificaste tus áreas de oportunidad, perfecto. Pero no te aplaudas aún. Hazte una pregunta más importante que “¿en qué fallo?”
Pregúntate:
¿Qué estoy haciendo HOY para cambiarlo, aunque no tenga ganas, aunque te cueste, aunque nadie te lo pida? Y eso, aunque duela, ya no es un insight. Es la ruta a una decisión.