La CNTE está pidiendo la eliminación de las pensiones individuales y demanda que le den pensiones solidarias del gobierno mexicano. Esto quebraría el Estado mexicano. Pero, vamos por partes.
¿Pensiones del gobierno o pensiones de fondos individuales?
En el debate nacional sobre pensiones, conviene entender bien los dos modelos de sistemas de pensiones.
Las pensiones solidarias funcionan con un principio simple pero muy frágil: los trabajadores activos financian, con sus aportaciones, las pensiones de los jubilados actuales. Es un modelo basado en la solidaridad intergeneracional y requiere de una amplia base de cotizantes para sostenerse. Es viable cuando hay muchos jóvenes trabajando y pocos viejos jubilados. El problema surge cuando la población envejece, se reduce el número de trabajadores por pensionado y el gobierno debe cubrir los déficits con recursos públicos. En México, esto ya está comenzando a ocurrir.
En contraste, las pensiones de cuentas individuales, como las de las AFORES, se basan en el ahorro propio: cada trabajador aporta a una cuenta a su nombre, administrada por una institución financiera, las famosas AFORES. Lo que reciba al jubilarse dependerá de cuánto ahorró y de los rendimientos generados. Es un modelo más transparente, autosostenible y menos dependiente de subsidios públicos. Si bien no es perfecto y requiere mejoras (como ampliar la cobertura y elevar el ahorro), tiene la gran ventaja de no depender del presupuesto público futuro.
La realidad es clara: el gobierno ya está muy comprometido con las pensiones del bienestar; la economía no está creciendo y la proporción de adultos mayores es cada vez mayor. Regresar a un modelo solidario sin los recursos demográficos ni fiscales suficientes es inviable. Lo urgente es fortalecer el sistema de cuentas individuales, no debilitarlo con promesas imposibles de cumplir.
Futuro próximo: más viejos pensionados, menos población trabajadora
El problema para establecer pensiones solidarias es que la pirámide poblacional de México está experimentando una transformación acelerada: de una estructura amplia en la base con forma de pirámide (con predominancia de jóvenes) a una forma más rectangular y, eventualmente, invertida, que se va acinturando en la base, reflejando un envejecimiento demográfico acelerado.
En 2010 la población de 60 años y más representaba el 9% de la población. Actualmente, en 2025 ya es de 15%, del total nacional, un aumento notable. Este cambio se debe una disminución sostenida en la tasa de natalidad (las mujeres tienen cada vez menos hijos) y un incremento en la esperanza de vida. Para 2050, cuando los actuales jóvenes lleguen a la edad de jubilación, se proyecta que la proporción de adultos mayores podría superar el 25% de la población total.
Este envejecimiento poblacional plantea desafíos importantes para los sistemas de pensiones solidarias que dependen de las contribuciones de la población activa para financiar las pensiones de los jubilados. Con una base de contribuyentes en disminución y una población de jubilados en aumento, la sostenibilidad financiera de estos sistemas se ve comprometida.
En contraste, los sistemas de pensiones basados en cuentas individuales, donde cada trabajador ahorra para su propia jubilación, ofrecen una alternativa más sostenible en este contexto demográfico cambiante. Estos sistemas reducen la dependencia de las contribuciones de la población activa y del financiamiento gubernamental, adaptándose mejor a una sociedad con una proporción creciente de adultos mayores.
En resumen, el cambio en la estructura demográfica de México hacia una población más envejecida hace inviable la sostenibilidad de los sistemas de pensiones solidarias basadas en fondos gubernamentales provenientes de los impuestos, destacando la necesidad de adoptar y fortalecer esquemas de ahorro individual para garantizar la seguridad financiera de las futuras generaciones de jubilados.