Hoy por hoy, vemos a muchos candidatos a Juzgadores promoviéndose en redes sociales y espacios públicos. Todos afirman ser la mejor opción: los más honestos, preparados y comprometidos. Pero ¿alguien ha escuchado una propuesta concreta? ¿Un compromiso verificable? ¿Un candidato que vaya más allá del discurso?
Un buen impartidor de justicia no es solo quien domina la ley. También es quien ejerce el poder con humildad, quien reconoce las fallas del sistema actual y se compromete públicamente a corregirlas desde dentro, con transparencia y voluntad de transformación. Un juez auténtico debe velar por la ciudadanía sin simulaciones, sin miedo al escrutinio y con una visión clara de cómo mejorar la impartición de justicia.
Por ello, es urgente hacer una invitación frontal a quienes aspiran a estos cargos: no basta con repetir posturas generales sobre la legalidad o la justicia. Es indispensable que presenten compromisos claros, realistas y viables, que puedan cumplir desde la trinchera que pretenden ocupar. Y no, no se trata de descubrir el hilo negro. Sus propuestas deben de partir de lo que conocen de primera mano: las lagunas legales, omisiones administrativas y vicios procesales que han advertido como litigantes, académicos o servidores públicos. Esas mismas fallas que ellos saben que existen, hoy podrían hacerlas públicas junto con una propuesta de corrección. Claro, si en verdad tienen voluntad y vocación de servicio.
Por ejemplo: ¿qué cambiarían en la forma de notificar, de turnar los asuntos, de capacitar al personal o de resolver con verdadera perspectiva de derechos humanos? ¿Qué mecanismos implementarían para que la ciudadanía entienda sus resoluciones o pueda solucionar más rápido sus conflictos? ¿Aceptarían someterse a una evaluación ciudadana independiente -ajena a los partidos y al propio Poder Judicial- para conocer el verdadero “sabor de boca” que deja su actuar?
Hoy más que nunca, la ciudadanía debe mirar más allá del carisma, del linaje profesional o de los slogans reciclados. Es momento de exigir compromisos medibles y entender que un buen juez no es quien grita más fuerte que hará justicia, sino quien demuestra que sabe cómo, cuándo y por qué hacer valer la ley para el bien de todos.
Los ciudadanos no merecemos jueces que solo quieran ocupar un cargo. Merecemos juzgadores que tengan claro lo que está mal, lo que puede mejorarse y cómo van a lograrlo. Porque el buen juez no es quien promete justicia en voz alta, sino quien la construye, paso a paso, con integridad, visión y hechos.