En días pasados, en el clímax de las noticias sobre los Papas de la Iglesia Católica, cayó en mis manos un ejemplar de la encíclica Laudato Sí del Papa Francisco. Al ojear sus páginas me topé con el siguiente texto: “Grandes ciudades que dependen de un importante nivel de almacenamiento de agua, sufren períodos de disminución del recurso, que en los momentos críticos no se administra siempre con una adecuada gobernanza” (pág. 21) ¡Órale! No pude menos que relacionar esto con la situación que estamos viviendo en Sonora. Esto me motivó a tratar de entender su mensaje y su propuesta. Aquí le presento un breve resumen.
Sobre el planeta y el agua
La encíclica Laudato Si’ es un llamado directo a repensar nuestra relación con la naturaleza. Su mensaje es claro: el planeta está agotado, y no se trata solo de un problema ecológico, sino también social. El documento llega incluso a insinuar, a mi entender, que es un pecado dañar a la naturaleza (pág. 9). El deterioro del medio ambiente y la desigualdad social van de la mano. No es casualidad que las comunidades más pobres sean las que más sufren la falta de agua, la contaminación y los efectos del cambio climático.
Uno de los temas centrales del documento es el agua. Se reconoce como un derecho humano básico que debería estar garantizado para todos. Sin embargo, el acceso al agua está cada vez más concentrado, contaminado o privatizado. En muchas zonas se desperdicia, mientras en otras ni siquiera se tiene para lo esencial. Se critica el uso irresponsable, la falta de políticas eficaces y la lógica de ver el agua como mercancía y no como bien común.
En esto del agua como bien social y derecho humano, difiero un poco. Estoy de acuerdo en que el agua es un derecho humano, pero no se puede prescindir ni excluir que también es un bien escaso y como tal es necesariamente un bien económico. O sea, considero que deben de tomarse en cuenta ambos enfoques del agua: como bien social y como bien escaso con valor económico. Se requiere equilibrar ambos enfoques. Considerar al agua solo como derecho humano lleva a un populismo que termina dañando a la naturaleza y su sustentabilidad. Considerarla solo como bien económico lleva también a su sobreexplotación y contaminación. La adaptación a la sequía y al cambio climático requiere que se tomen en cuenta ambos enfoques. ¿Qué piensa usted?
El antropocentrismo y el amor a la naturaleza
Laudato Si’ también pone el dedo en la llaga del modelo económico actual: uno que produce sin medida, consume sin pensar y desecha sin remordimiento. Advierte que no podemos seguir dependiendo de soluciones tecnológicas o del mercado para enfrentar esta crisis. Hace falta un cambio profundo en nuestra manera de vivir, producir, gobernar y consumir.
Su propuesta es la “ecología integral”: entender que todo está conectado. Lo que pasa con el agua, el aire, la tierra, los bosques, los animales, también nos afecta a nosotros. No se puede hablar de desarrollo si no se cuida lo más básico: la salud del planeta y la dignidad de las personas.
Me caló la idea de cómo extiende el mandato cristiano de amor al prójimo para incluir también a la naturaleza: “El amor fraterno solo puede ser gratuito. Esta gratuidad nos lleva a amar y aceptar el viento, el sol o las nubes, aunque no se sometan a nuestro control. Por eso podemos hablar de una fraternidad universal” (pág. 136).
El texto no se queda en la crítica. Llama a la acción: reducir el consumo, cuidar el agua, exigir mejores políticas públicas, fortalecer la participación ciudadana, educar desde temprana edad y dejar de pensar que el planeta aguanta todo. Porque no es así.
Laudato Si’ termina con una pregunta incómoda pero necesaria: ¿qué mundo le estamos dejando a los que vienen? La respuesta no está escrita. Depende de lo que hagamos, desde lo cotidiano hasta lo colectivo. El planeta puede sanar, pero necesita de nuestra voluntad.
¿Cómo se aplica esto a la sequía y al cuidado del agua en Sonora?