En el entorno laboral actual, dentro de la gestión del talento y el rendimiento de los colaboradores, hablar medición del desempeño es una herramienta esencial que permite a las empresas no solo evaluar la productividad, sino también identificar áreas de mejora y motivar a los empleados a alcanzar su máximo potencial.
Sin embargo, para que esta medición sea efectiva, es necesario contar con indicadores específicos y bien definidos que permitan obtener datos precisos y significativos. Y algo importantísimo; el evaluado debe tener claridad de cómo, cuándo, con qué frecuencia y bajo que elementos será medido.
Los indicadores específicos son métricas objetivas que permiten evaluar de manera clara y cuantificable aspectos clave del desempeño de los colaboradores. Estos indicadores pueden ser de diferentes tipos: de productividad (como ventas, tareas completadas o proyectos entregados), de calidad (precisión, errores cometidos o nivel de satisfacción del cliente), de actitud (compromiso, trabajo en equipo, liderazgo), entre otros.
En un informe de McKinsey & Company, se destaca que las organizaciones que implementan sistemas de medición de desempeño con indicadores específicos son un 30% más eficientes en alcanzar sus metas a largo plazo que aquellas que no lo hacen. Esto se debe a que estos indicadores permiten tener una visión clara del impacto individual de cada empleado, lo que facilita la toma de decisiones estratégicas y la asignación adecuada de recursos.
Pero ¿qué pasa cuando no se mide el desempeño de manera adecuada? Las consecuencias son claras: los colaboradores se desmotivan, pierden el sentido de propósito y, finalmente, impactan en la productividad y el ambiente laboral.
Un estudio realizado por la Universidad de Harvard respalda esta afirmación, señalando que la falta de retroalimentación y de medición objetiva del desempeño puede generar una disminución en la autopercepción de los empleados, lo que los hace sentir menos competentes e incapaces de alcanzar sus metas.
En consecuencia, la desmotivación crece y el desempeño baja. Sin la retroalimentación que ofrecen los sistemas de evaluación, los colaboradores se ven atrapados en un ciclo de frustración, donde sus esfuerzos no se perciben ni se recompensan adecuadamente.
La gente necesita validación, guía y redirección planeada, estructurada y constante, tu equipo requiere saber a dónde va ese esfuerzo diario, quiere saber si sus aportaciones son valiosas o no, si están en el camino correcto o si deben ajustar su enfoque.
No hay nada que motive más que el reforzamiento positivo de nuestras acciones, recordemos que a nivel cerebral el reconocimiento y la recompensa están directamente relacionados con la liberación de dopamina, el neurotransmisor asociado con el placer. Lo cual activa el sistema de recompensa en el cerebro, lo que genera sensaciones de satisfacción y refuerza el comportamiento positivo.
Priorizar el reconocimiento regular y sincero, la creación de metas claras y alcanzables, y la promoción de un ambiente emocionalmente seguro, podrá activar los circuitos cerebrales que fomentan el compromiso, la creatividad y la satisfacción laboral.
A medida que las empresas comienzan a comprender la neurociencia detrás de la motivación, será aún más fácil implementar estrategias efectivas para potenciar el rendimiento de sus empleados (medición del desempeño) y crear un lugar de trabajo en el que todos se sientan valorados y motivados.