Si se pudiera describir en una palabra, a la edición número 97 de los premios Oscar, sería definitivamente: impredecible.
Y sí, por primera vez en la historia, toda esa fórmula en la que se basan las nominaciones y sus ganadores, que se sentía casi mágica infalible, por fin se ha evaporado en la incertidumbre.
Por que en donde ahora lo políticamente correcto, en menos de un segundo, cambia a la ambivalencia constantemente, entre la funación y lo que pudiere considerarse tolerablemente aceptable – or barely tolerable at least-.
La regla hoy en día es que no hay reglas, sino puras y meras tendencias volátiles, proyectadas en las distintas plataformas de redes sociales; que llegan a arrasar con todo a su paso, cual Tsunami; en cada huella digital que encuentre, y ésta misma se convierta en el maremoto de la opinión pública dictaminadora, y le dé lugar a su minuto de fama, ya sea como meme, anécdota o un simple muy mal ejercicio de opinión.
Pero no le vamos a dar más lugar a las polémicas, y aprovechando que el mes de marzo es en el que se conmemora la lucha por los espacios, derechos y busca reconocer a las mujeres por su trabajo y aportación a la economía y formación de las sociedades, quiero hablar, -bueno escribir-, de la que nadie pensó que sería ganadora de la estatuilla dorada, como mejor actriz protagónica: Mikey Madison, por su papel en la película Anora.
En todo un esfuerzo por evitar los spoilers, en consideración para quien no ha visto la película, nos enfocaremos en como el director Sean Baker, quien ya tiene una constante, un tanto repetida, en el tema de la prostitución y la marginación (Starlet, Tangerine), siermpre lo aborda desde su foco particular y más independiente, y fuera del mismo género en sí mismo.
Porque si bien es un tema que ya se ha tocado antes, no sólo por Barker, sino por otros cineastas, en Anora el director hace algo completamente diferente, incluso desde su propio estilo. En la llamada historia clásica de la cenicienta, en esta ocasión, el director norteamericano, no presenta a una joven caída en desgracia, que pese a todo ese mundo de materialismo y crueldad de distinción de clases, mantiene su buen su ánimo y no pierde en su interior un corazón puro y noble. No señor, aquí Baker hace todo lo contrario.

Desde el inicio, la narrativa del film esta llena de luces y frenesí, todo desde el punto de vista de la vida Ani: una trabajadora sexual, que es bailarina exótica en un club de Broklyn, Ny, y es interpretada a la perfección por Mikey Madison, en una forma tan soberbia como humana y que sin dar más detalle de su previa vida, traspasa la pantalla con un carisma incomparable, que no hace más que dejarnos anonadados por lo que le va sucediendo.
En un día como cualquier otro de trabajo, Ani conoce a Vanya, un junior ruso que llega a Estados Unidos a estudiar y divertirse, más a lo segundo que a lo primero, y como Ani entiende ruso, atiende al joven y al compartir unas cuantas vagas conexiones generales, anacrónicas a la edad, el cinismo y el idioma en común, el heredero ruso termina por contratar a la encantadora Ani, por toda una semana en su departamento a manera de call girl, bajo el plan de girlfriend experiencie.
Con todo y que se trata de una transacción, Ani se deja llevar por la ilusión de que este joven, bien parecido y adinerado, con quien tiene algunas coincidencias, por más vanales que sean, le pesan lo suficiente para, poco a poco, jugar con la idea de ser la excepción a la regla, en un mundo donde nunca hay que perder de vista la dureza de la realidad, porque cuando lo haces, te caes de un escalón que se siente más como un precipicio.

En toda la película, el director navega el guión bajo un ritmo de tragicomedia – o screwball comedy- de principio a fin, en donde sin ahondar mucho en el background de los personajes, da igual para los espectadores, porque poco a poco vamos descubriendo las capas y naturaleza de cada uno, en el desarrollo de la trama.

Nos hace reír, estremecernos, sentir coraje y hasta conmovernos, cuando se rompe esa burbuja de esperanza e ilusión óptica de Ani, por la fantasía de un ideal inalcanzable, y que hasta lo podía sentir en la punta de los dedos.
Pero es esta misma realidad la que regresa a cada quien y a su cada cual, justo al lugar que pertenecen en el sistema de clases que vivimos. Y enfrentarse a que ese sistema de clases, es precisamente el que determina, no sólo la posición que nos corresponde a cada uno en la cadena económica, sino también ordena el tipo de transacción al que se pertenece, y del que es casi imposible escapar, mucho menos pensar en romperlo.
Antes de Anora y La Cenicienta, la puerta la abrió Julia Roberts
Y es que el parte aguas de que el sueño de la trabajadora de la calle, podría encontrar un hombre maduro y adinerado que la vea más que como un objeto, y que realmente llegue a enamorarse de ella, es sin duda la película Mujer Bonita.

Pretty Woman (1990, Garry Marshal), es básicamente el epitome del tema, que se tuvo que suavizar a lo politicamente correcto de los 90´s , y básicamente hace una referiencia directa del cuento de la misma cenicienta, cuando las circunstancias no tienen ni punto de partida en comparación.
Ahora, la historia del guión en sí, para la película que conviertiera a Roberts en una super estrella de la pantalla grande, era mucho más oscura y dramática, lo que se tuvo que cambiar radicalmente a algo más ligero y de comedia romántica, del summer blockbuster chick flick type, bajo las condiciones de la misma Julia para que aceptara el papel.

En un principio el personaje de de Vivian (Roberts), era una trabajadora sexual, con un serio problema de adicciones y que al final muere a causa de una sobredosis. En un final alternativo a éste, no muere, sino que viaja con su mejor amiga a Disneylandia y compra los boletos, con el dinero que gana con la semana que pasa con el magnate que la contrató al princopio.
En ningun momento se habría tratado de una comedia mucho menos de una historia de amor con final feliz. Ahora como ya se sabe, nada de eso se sostuvo en el producto final, sino por el contrario.

Incluso la escena del final, se tuvo que agregar del a manera más cursi de todas las comedias románticas antes vistas. De hecho se justifica esa misma historia de amor, haciendo directamente la referencia en el diálogo de la película: que es la historia como la de cinder -f*#$-ella comparando a la misma Vivian.
La película termina en un cliché de clichés de cuentos, con un Richard Gere subiendo las escaleras de emergencia, hasta la ventana del departamento de la damisela, ramo de rosas en mano y todo para pedirle que acepte ser el amor de su vida.

Y justo así es como se mal entiende y se tergiversa a la labor doméstica con el sexoservicio, y a los cuentos de hadas con afirmaciones al universo (sorry not sorry Perla).
La muy mal entendida y tergiversada vida de la Cenicienta
Sí recordamos bien, la cenicienta vivía bajo el mando y control de su madrastra, y se limitaba a ser la sirvienta de ella y sus hermanastras, quienes la veían como menos, por no ser heredera directa de los bienes de su padre, según las leyes de propiedad de la época, podríamos suponer.
Sin embargo, el cuento de cenicienta y la ilusión de Anora, y la relación que podría tener con Vivian (Mujer Bonita), dista muchísisimo en comparaciones.

Cenicienta trabaja dentro de la casa, sin derecho a ganar un centavo, y trata de hacer lo mejor con los medios que tiene. Su única aspiración era ir al baile del palacio, al que por única y especial ocasión, estaban invitados todos los miembros del pueblo.
A ella no le interesa el príncipe, solo quiere una noche de libertad sin tener que servirle a nadie. Y al final, bajos sus propios medios lo logra; termina las labores, se cose el vestido y si le quitamos el episodio de la calabaza convertida en carroza, y la sustituimos con la más verosímil adaptación de Andy Tenant (Ever After, 1998), materializa su sueño.

Y sí bueno el príncipe resultó que estaba ahí, y se queda prendado de una joven tan distinta a las que conoce por decenas de la realeza, ya es un plus y digamos una sub narrativa alterna.
Pero en su historia, el adinerado bachelor no era si quiera el objetivo, fue más un plus, que incluso pudo usar a su favor en su momento, teniendo consigo un as bajo la manga: cenicienta conservó una de las peculiares zapatillas que le recordaban esa noche de triunfo en la que pudo tener un momento de libertad por sí misma.
De ahí que sea tan mal entendida la representación de esa cinderella story. Ella no buscaba que la rescataran de esa vida que le acomodaba su supervivencia, vista desde el punto oscuro en Anora y con todo el romanticismo lleno de filtros de Mujer Bonita.

Entre Ani y Vivian, ni sirvientas ni señoras de sociedad
En la comedia romántica de mujer bonita, todo el argumento se soporta en la de idea de que, un tipo desde fuera, entrara y te sacará de tu mala fortuna para salvarte, bajo la creencia de que te encuentra lo suficientemente especial, y puede ver el verdadero valor de tu alma y corazón, lo que te hace merecedora de ser salvada.
Ahora Anie, es en muchas formas todo lo contrario. No es la típica trama de la stripper con el corazón de oro, tal como lo muestra los cuadros vibrantes y la actitud satírica de sí misma, en una aparente sobre confianza, a pesar de su poca edad.
Y la muy mal entendida Cenicienta, es una joven que basicamente trata de mantenerse sana y con un pensamiento viendo hacia adelante, por encima de su precaria y horrenda situación, donde ni su meta ni objetivo, es entretener o conocer a un soltero heredero, sino sobrevivir en la pobre línea de clase que le tocó caer.
Cuando Ani es Anora
Anora es una tragedia con un velo cómico, donde vemos a una joven en el duro oficio que debe enfrentar para ganarse la vida. Pero Baker maneja un equilibrio, al llenar el film de momentos cómicos, sin dejar por un momento a la vista esa dureza de la realidad que Ani enfrenta. No sin antes verse reflejada por un momento, en el espejismo de ser esa UNA en un millón, donde un hombre adinerado reconozca que es lo valiosa suficiente, para que apueste por ella y le aligere la vida.