¿Cuál es tu percepción del año 2024 para México? Es tiempo propicio para hacer un ejercicio de revisión del año que termina. Le propongo revisar los resultados de la elección, de la lucha contra la pobreza, la violencia, la corrupción y la situación de la institucionalidad política.
Elección de Estado y Maximato
El año 2024 fue un año muy difícil, cargado de retos como las elecciones y el cambio de gobierno y dominado por la figura de AMLO.
Las elecciones se desarrollaron de acuerdo con un plan fraguado y dirigido desde la Presidencia de la República. Desde el destape anticipado de las corcholatas hasta la consumación de la super mayoría legislativa y la aprobación constitucional de la reforma judicial, todo fue una imposición del poder acumulado de AMLO. No fueron elecciones justas ni el terreno estaba nivelado; todo lo contrario, fue una elección de Estado. El resultado fue un nuevo gobierno legitimado por una abrumadora mayoría, pero con una legitimidad precaria y con pies de barro.
La gran hazaña de México en 2024 fue que López Obrador dejara la presidencia. Parece poca cosa, pero, más que cualquier otro presidente desde Álvaro Obregón asesinado en 1928, hay indicios de que AMLO deseaba y aspiraba a quedarse más tiempo en la presidencia. De modo que su salida puede considerarse un logro de la institucionalidad política del País. El costo de que AMLO haya dejado el puesto es que ahora estamos transitando por un Maximato, donde la agenda de gobierno sigue al pie de la letra la pauta dictada por el expresidente AMLO.
Menos pobreza, violencia persistente y misma corrupción
El saldo del sexenio y gobierno de AMLO es variopinto. El gran logro es la reducción de la pobreza y el establecimiento del sistema universal de pensiones y becas del Bienestar. No es poca cosa y significa un avance hacia un México más justo e igualitario, en el que se pone a los pobres y vulnerables como prioridad de la agenda de gobierno. Sin embargo, este avance está prendido con alfileres y se obtuvo a un gran costo económico y político. Su sostenibilidad económica depende de que la economía del País siga creciendo y prosperando, lo cual está por verse y no está asegurado. En lo político, se hizo de manera clientelar, es decir como un favor político del líder y a cambio de votos.
En cuanto a la seguridad, aunque parece que los índices van a la baja y que hay avances, es obvio que la estrategia de “abrazos no balazos” y la militarización no funcionaron y de que sigue habiendo regiones del País que son gobernadas por el crimen organizado. Los rentables negocios del crimen se mantienen y no se ve que vayan a desaparecer en el corto plazo.
En cuanto a la corrupción, a pesar del pañuelito blanco de AMLO, es también obvio que persiste y goza de cabal salud, solo ha cambiado de grupo político. La muestra la dieron los mismos líderes de las cámaras de diputados y de senadores, Ricardo y Adán Augusto, reclamándose un “guardadito” de mil millones de pesos. El problema del mal uso de los recursos públicos ahora se agrava aún más con la opacidad y la falta de contrapesos de los organismos autónomos. A eso súmele, una clase política acomodaticia dispuesta a venderse al mejor postor.
Regresión de la institucionalidad política
Más allá de discutir si hubo o no cambio de régimen y de si ya dejamos de ser una democracia para pasar a ser una autocracia, lo que es evidente es que ha habido una tremenda concentración del poder incluso mayor que la que hubo en los años dorados del presidencialismo imperial. A lo anterior súmele la militarización y el galimatías de la reforma judicial que no sabemos en qué va a parar.
La premisa ideológica del actual gobierno de que el Estado es un padre bueno y generoso que va a eliminar la pobreza y arreglar la estructura social del País es muy discutible. La historia nos enseña que el estatismo lleva a la quiebra del Estado sin lograr su objetivo. Al tiempo.
Les deseo un próspero 2025.