Por Sofía Saucedo Cantú
Siempre que oímos la palabra alcohólico o como comúnmente le llamamos “borracho” nos viene a la cabeza la imagen del borracho en el clásico juego de la lotería mexicana, o alguien de aspecto descuidado tirado en una esquina. Esto no puede estar más alejado de la realidad.
El alcoholismo es una enfermedad que se caracteriza por la ingesta sin control de alcohol debido a una dependencia física y emocional, no respeta edad, género ni condición social. (Fuente: National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism). Es incurable, progresiva y mortal.
Una de las cosas más tristes y desconcertantes es que es una adicción socialmente aceptada, a donde vas siempre hay alcohol la gente te lo ofrece como si te ofreciera agua y nunca puede faltar en ningún convivio, por lo que el consumo de este se ha ido normalizando.
Como es algo tan “normal” y “aceptado” nos volvemos permisivos y no vemos focos rojos hasta que esta ya empieza a afectar a la familia, el trabajo y todos nuestros círculos cercanos.
Por lo que no es extraño encontrar en todos los ámbitos personas que la padezcan, pueden ser profesionistas exitosos o personajes notables de nuestra sociedad.
El alcohol, aparte de sus cualidades adictivas, tiene también, un efecto psicológico que modifica el razonamiento y el pensamiento. Una sola copa puede cambiar la mentalidad de un alcohólico en el sentido de que cree poder tolerar una, y luego otra, y otra.[i]
Siempre he pensado que, en algunos casos, esta enfermedad pudiera ser la consecuencia de problemas que no hemos podido resolver por traumas de la niñez o alguna otra cosa, y se van llenando con la bebida esos vacíos que llevamos en nuestro ser, más como no soy psicóloga, es solo una hipótesis.
Por eso es importante detenernos a pensar en nuestro consumo de alcohol, ser sinceros y valientes en admitir si tenemos un problema, pedir ayuda, y si tenemos una persona cercana con este problema también pedir ayuda, ya que muchas veces en nuestra ignorancia nos volvemos propiciadores de la enfermedad.
Existen muchos centros de rehabilitación, así como grupos de apoyo en donde podemos encontrar la ayuda que necesitamos, así como grupos en donde pueden acudir nuestros familiares o personas más cercanas que están siendo afectados por nuestra manera de tomar.
El llamado es a no tener miedo y pedir ayuda. Todas las personas merecemos tener una vida digna libre de adicciones.
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La autora es colaboradora de la organización La Posada del Buen Samaritano, IAP, es Licenciada en Comercio Internacional y MA en el Tecnológico de Monterrey.
[i] Libro Viviendo sobrio AA