El martes, el gobernador de Baja CalIfornia, Víctor Castro Cosío, confirmó de manera oficial lo que se reveló aquí el 24 de junio pasado bajo el título: “Boicot contra la salinera más grande del mundo”.
Casi la totalidad de la producción anual de la Exportadora de Sal (ESSA) está estancada, sin lograr ser comercializada, después de la nacionalización de la paraestatal por el presidente López Obrador en febrero pasado.
La salinera situada en Guerrero Negro, reconocida como la más grande del mundo por sus 33 mil hectáreas y una producción anual de 8 millones de toneladas, ya no vende casi nada.
Hasta este mes de septiembre están tiradas alrededor de 6 millones de toneladas de sal porque los mercados controlados por los japoneses han impedido que la producción se distribuya a otros países, después de ser despojados del manejo de la empresa mexicana y liquidados con mil 500 millones de pesos.
Las promesas de Marcelo Ebrard, próximo titular de Economía, secretaría de la que depende la exportadora, de avanzar y cambiar la cara y modelo de la misma no es suficiente, porque a pesar de haber sido nombrado hace meses en el cargo, el excanciller se ha aproximado con timidez a la problemática, a pesar de ser alertado por varios frentes de la realidad en que se encuentra la paraestatal.
A 12 años de haber denunciado en esta columna el negocio de los japoneses a través de Mitsubishi, con complicidad de altos funcionarios de Essa, los problemas son exactamente los mismos o peores tras la nacionalización.
Dos sexenios se perdieron, porque, cada que cambian de dirección, quienes llegan al cargo se ocupan de resolver lo urgente y no los problemas importantes y de fondo que permitan transitar hacia otras condiciones.
Lo urgente siempre se repite: falta de comercialización, falta de modernización y costos de producción altos. Eso nunca ha cambiado.
Cada que llega el nuevo director, éste se mete en la dinámica de hacer exactamente lo mismo que su antecesor, por lo tanto, cuando se da cuenta de que están mal ya no quieren dar reversa ni retomar lo primordial, porque sería aceptar que lo primero que hicieron estuvo mal o se equivocaron, causándole a la empresa una pérdida millonaria de recursos.
Entonces así continúa el ciclo y cuando llega el siguiente director es exactamente lo mismo.
Decíamos en la entrega pasada que para este 2024, ESSA había planeado producir y vender siete millones de toneladas, un número modesto y similar a la producción de 2011, pero ni a eso ha llegado por el boicot externo y las traiciones internas de la dependencia.
Uppercut: Actualmente, el precio de la sal en el mundo oscila en 24 dólares la tonelada, es decir, la pérdida asciende a más de 144 millones de dólares, lo que significa dos mil 880 millones de pesos para este año.
POR ALEJANDRO SÁNCHEZ
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