Por Pepe Suárez
En la evolución histórica del tratamiento a adicciones tenemos que en la década de los 50´s, la Organización Mundial de la Salud (OMS) a través de su Serie de Informes Técnicos (el N° 48 en particular), donde su Comité de Expertos en Salud Mental dictaminaba que el alcoholismo como enfermedad, debiera ser tratable, es su génesis; y en el Estado de Minnesota, USA, el psicólogo Dan Anderson diseña un Tratamiento al Alcoholismo, con enfoque clínico, llamado: “Modelo Minnesota”; actualmente es el más utilizado en el mundo por clínicas de mayor prestigio como lo son: Hazelden – Betty Ford Center en USA, Casa Mispah y Casa Luha en México, por citar algunas, entre tantas, que el día de hoy desarrollan e implementan entre sus pacientes adictos, la misma solución propuesta por el Psi. Anderson.
Con el paso del tiempo, en los 70 el perfil original de pacientes a ingresar en estas clínicas de tratamiento, fue rebasado y, paso de recibir solo a pacientes alcohólicos, a una nueva ola de pacientes que tenían adicción a otras tipos de sustancias o drogas; resultando de esto, una experiencia de retroalimentación, muy favorable para la atmósfera terapéutica de la comunidad integrada entre los pacientes egresados del tratamiento (y con veteranía en la recuperación) y los que se encontraban (en reciente ingreso) iniciando su estancia en el establecimiento residencial.
Ya en los 80´s en México, dadas las lagunas en políticas públicas de salud y la brecha de atención cada vez más creciente, se dispara un boom de “centros de tratamiento – anexos” que atendidos solo por ex – pacientes, su función de “tratamiento”, solo se basa en el “internamiento”, la aceptación de dogmas religiosos, y la convivencia de forma hacinada y mixta con otros pacientes; la ventaja administrativa para el director o padrino es que no se ocupa contratar personal ni cubrir ningún tipo de prestaciones a sus “servidores” ya que ellos lo hacen de “Buena Voluntad”, así se encuentran operando más de 200 centros en cada estado de la república, que cubren a nivel nacional el 97% de la atención residencial, sin un solo gasto de nómina, así que todo lo recaudado pasan a las arcas del dueño del centro y los aspectos de “mantenimiento” y limpieza del inmueble pasan a ser las terapias ocupacionales asignadas a los “internos”.
Es hasta el año de 2000 que la Secretaria de Salud con la NOM-028-SSA2-1999 Para la prevención, tratamiento y control de las adicciones, permite que un ex-paciente recuperado pueda “asistir” en el tratamiento residencial a pacientes de esa población atendida, ya como consejero en adicciones, así mismo como elemento que podría establecer una mejor contención y comprensión del “novato” por el vínculo y empatía que tendría el veterano hacia el nuevo en los primeros días de la supresión que cada paciente al ingresar consecuentemente tiene en su físico y mente por su consumo.
En los tiempos del 2010 ya se reciben “pacientes duales”, los cuales traían como condición al ingresar patologías y trastornos mentales adicionales a la adicción. Mismas que implican un manejo especializado y farmacológico, por personal debidamente certificado y entrenado; a lo cual el adicto recuperado no tiene las bases ni la formación profesional para intervenir en sus programas o tratamientos.
Hoy, en el 2022 se reforma la LGS, integrando a las adicciones y la salud mental, con la intención de acortar la brecha de atención existente y especificando que solamente deben ser atendidos con metodologías y herramientas propias de las ciencias de la salud y no ponerlos, indebidamente, en manos de personas que no tienen el perfil profesional para cubrir dicha necesidad, ya que esto del tratamiento, paso de atender a usuarios con un problema primario a Patologías Duales que no se solucionan con la “buena voluntad”.
Titulo tomado de la obra ganadora del premio Pulitzer en 1978, de Carl Sagan.