A la memoria de Enrique Alfaro Anguiano
¿Qué pasa con los partidos que protagonizaron la última elección? Según Willibald Sonnleitner, especialista de El Colegio de México, hubo una redistribución de poder que explico y comento comparando las cifras (redondeadas) de los votos para diputados en 2018 y 2024.
El PAN se sostuvo porque entre 2018 y 2024 perdió solamente 47 mil votos. Preservó sus 10 millones de votos (MDV) aunque perdió grasa y músculo en el medio rural y se atrincheró en sus bastiones urbanos. El PRD desapareció y el PRI se achicó. Entre los dos perdieron 4.2 MDV. Para Sonnleitner los principales receptores del caudal de boletas y cuadros fueron el Verde y el PT (entre una elección y otra crecieron en 2.3 y un millón de votos). Movimiento Ciudadano es un caso especial que comentaré en otra ocasión.
Ni ganadores ni perdedores han hecho una disección pública y ordenada del significado e implicaciones del proceso. El PAN, partido que discutía en el ágora tesis y doctrinas, ahora se desgreña en las impersonales redes sociales. El espectáculo más reciente de búsqueda de culpables individuales lo protagonizaron Felipe Calderón y Marko Cortés.
En el PRI, Alejandro Moreno resolvió durante la última asamblea el dilema planteado en 2019 por la exgobernadora yucateca Ivonne Ortega: “o nos refundamos o nos refundimos”.
Insisto. Los partidos no reflexionan sobre los grandes problemas nacionales; los niegan y evaden. Quienes compitieron por la presidencia al menos priorizaron el combate a la violencia criminal; pero los partidos demostraron su falta de voluntad y capacidad para frenar el creciente embate delincuencial sobre los cargos locales. En las elecciones de 2012 y 2015 el crimen ejecutó a once candidatos; en las de 2018, 2021 y 2024 fueron 115 ¡la cifra se multiplicó por diez!
Ante la sangría, los tres partidos opositores escenificaron una obra en tres actos. Primero: el nueve de mayo de 2024 presentaron al INE un mapa de riesgos que incluía el 30 por ciento de todas las casillas. Segundo: cuando terminaba mayo el INE se liberó del espinoso tema bateándolo “a las autoridades de seguridad”. Tercero: un ciudadano pidió el INE el mapa de riesgos de la CdMx que afectaba, según la oposición, a un 55 por ciento de las casillas. El INE negó tener información sobre el asunto, pero el siete de julio el bendito INAI (el mismo que quieren degollar Morena, el Verde y PT) ordenó al INE buscar mejor.
Ya veremos si lo hace, porque el INE es propenso a preservar información sobre este tema. En octubre de 2018 el analista Ricardo Raphael aseguró en una conferencia dictada en Chihuahua que en los comicios presidenciales de aquel año, el INE tuvo que pagar derecho de piso a los criminales en el 40 por ciento del territorio. Tiempo después Raphael reveló en una columna para Milenio que su fuente había sido un alto funcionario del INE. El hecho es que ignoramos el tamaño de la amenaza criminal sobre las urnas.
Pasamos del fraude electoral histórico a comicios atenazados por la presión criminal, por el debilitamiento de las autoridades electorales y por el deterioro de la vida interna de los partidos. Me detengo en el declive de la ética pública partidista; es la variable más preocupante y menos atendida. Su adicción a las prerrogativas y los presupuestos y su control del acceso a los cargos públicos ha desembocado en una negativa a tratar temas que alteren su redituable oligopolio.
La manifestación extrema de este problema es el amasiato entre Morena y el Verde; es imposible reconciliar un compromiso con la transformación con un historial de corrupción. El resultado son los agandalles en la sobrerrepresentación en el Congreso de la Unión y en el de la CdMx.
Crece la desafección ciudadana. Según la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental del INEGI en el 2023 sólo el 28.9% confiaba en ellos. Lógico que así sea porque crece la certidumbre de que nuestras elecciones carecen de opciones; un territorio anticipado por Juan Linz y Alain Rouquié.
Necesitamos partidos, pero los que tenemos dejaron de ser los sujetos del cambio. Ojalá y se regeneren, pero como los problemas no esperan, corresponde a la sociedad organizada convertirse en punta de lanza de la renovación, lo cual exige, de entrada, contar con un mapa del capital social positivo que tiene México: es la única manera de retomar el rumbo de la transformación que el país sigue necesitando.
Colaboró Sebastián Rodríguez