La antipolítica se ha apoderado del debate público. Los extremismos y la alteración de la realidad reinan en los discursos políticos. La certeza ha suplantado a la verdad. Las no-cosas –como las nombra Chul-Han– imperan. La digitalización reemplaza a la naturaleza y a las cosas. ¿Qué son los datos para la sociedad digital? Un cúmulo de información que, desligada de los objetos, altera la percepción de los sujetos. Invadidos de nihilismo y de escepticismo se proclaman deducciones y especulaciones totalitarias. Se reduce la complejidad de los hechos a interpretaciones binarias. La información procesada en datos es binaria porque en las máquinas no existen matices. La captura de información se sintetiza en dos opciones numéricas: el uno y el dos. A su vez, ese binarismo se traduce en dos expresiones rústicas y sencillas del lenguaje: sí o no. Las abrumadoras olas de información no permiten la reflexión. Sin reflexión no hay gradualidad, sin gradualidad no hay conocimiento. Los discursos políticos se estatizaron en los polos, presentan cosmovisiones infantiles explicadas sin elocuencia. Las palabras en la opinión pública están disasociadas de la realidad. Las narrativas se refugian en los extremos. El odio impide la ejecución de una dialéctica seria. La racionabilidad es adormecida por la automatización.
En los sistemas políticos democráticos, los partidos de centro están en crisis. Los parlamentos se han radicalizado. El odio dicta en las intervenciones de los legisladores. Se reafirman las identidades nacionalistas olvidando la universalidad de los derechos humanos. Los ciudadanos se decantan por un bando para participar en una supuesta guerra ideológica. Se percibe la sensatez como una debilidad. El estudio como una ociosidad. El dialogo como una fragilidad. El consejo como una falta de autenticidad. El amor a la humanidad como una traición a la nación. A Hannah Arendt la tildaron de antipatriótica por declamar con sabiduría que ella no amaba a ningún pueblo ni nación, su amor era hacia las personas.
Las ideologías, las especulaciones económicas y los datos son abstracciones despersonalizadas. La política se ha convertido en el arte de movilizar masas impersonales. La retórica mutó de ser el arte del bien decir a una técnica vil de manipulación. La economía se centró en explicar símbolos vacíos como el funcionamiento del libre mercado olvidando su razón de existir: el comportamiento humano. Los datos se alejaron de la realidad con la finalidad de alimentar esferas artificiales llamadas redes sociales. El contacto con la naturaleza mengua, la decadencia de los estándares de belleza es una muestra del devenir de la racionalidad. Quienes toman las decisiones relevantes en aspectos socioculturales son libertarios y hedonistas o fanáticos sobreideologizados que carecen de sabiduría. Las almas sensibles nos encontramos a la deriva, sin rumbo. En este mundo de instantaneidad y fugacidad, todo cambia tan rápido que no se nos permite abrazar la nostalgia ni el silencio. No hay tiempo para la crítica. La banalización de la política y la negación de la ética son síntomas del ocaso que se postra en nuestros cielos contaminados.
La salida del ocaso se encuentra en el camino al umbral. El umbral que dará luz a esta política fútil es la ética, una ética cimentada en el ser, no en abstracciones y especulaciones alejadas de los hechos. La purificación de la política se encuentra en su raíz ética. El fin del comportamiento personal es el bienestar comunitario, en otras palabras, el fin de la ética es la política. Acercarnos a la realidad y asombrarnos de la naturaleza para contemplar el universo despertará nuestra conciencia individual. Despegarnos del ruido digital es desprendernos de reduccionismos binarios y de las no-cosas que, con un lenguaje limitado, nos apartan de las verdaderas cosas. Convivir con la naturaleza nos permite recuperar la esencia de nuestra propia humanidad que es la racionabilidad. Es en el proceso reflexivo apegado a la realidad en donde descansa la verdad que a su vez nos permite actuar y dialogar conforme a una ética social que beneficie a la comunidad.