“Somos la suma de nuestras experiencias”.
Mucho se nos dice que aprendamos de las experiencias, que nos sirva para algo lo vivido, sea esto positivo o negativo. Sin duda, hay una enseñanza.
Pero ¿qué hacemos con esa enseñanza?
¿Realmente aprendemos?
Versa un refrán que “el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”.
¿Para qué nos sirven las experiencias?
Si nos vemos como una humanidad en movimiento y evolucionando, que nos construimos día a día consciente o inconscientemente; existe la oportunidad de poner o quitar lo que nos gusta o disgusta de si mismos; precisamente, oportunidad que nos brindan las experiencias.
Pero ¿qué se ocupa para que la experiencia funcione, asimile y aplique esa gran lección la persona?
Primero se requiere querer, con un mundo de experiencias acumuladas, pero no asimiladas y mucho menos aceptadas; la persona va acumulando rechazo, malestar, inconformidad, insatisfacciones, enojo y hasta miedo, porque difícilmente al inconsciente se le engaña.
Se podrá intentar, pero eso no se logra y esto hace que se acumulen mas de estos aspectos negativos hacia si mismo.
En segundo lugar, aceptar la experiencia: buena o mala quien sabe, ya se vivió, reconocer que nos va a servir para algo y aceptemos lo aprendido.
En tercer lugar, aplicar lo aprendido en esa experiencia.
Recordemos que los patrones tienden a repetirse, por lo que ocupamos querer romper con esos patrones que nos generan experiencias desagradables; aceptar la experiencia y aplicar lo aprendido, para que no se repita la misma experiencia.
“Si volteas hacia arriba, ves plenitud; si volteas hacia abajo, puedes encontrarte con el dolor”.