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lunes, marzo 31, 2025

La consolidación del régimen

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La voluntad popular decidió y se convirtió en la voluntad general de México. Morena y el obradorismo arrasaron. Pasaron la prueba. Después de 6 años de un gobierno claroscuro, el pueblo consolidó el proyecto de nación planteado por Andrés Manuel. Esta elección nos demuestra que la polarización en el país se debe a una ruptura sociológica entre los beneficiados por la apertura económica y las alternancias en el poder y los marginados por ese sistema imperfecto y moderno que impulso el salinismo y que continuó el panismo. Los olvidados se identifican con el presidente y su partido. El oficialismo, con su carismático líder, logró representar los reclamos sociales de la mayoría del país y, a través de medidas populares, la empoderó y la benefició. El problema de la oposición es que nunca entendió que los fundamentos de toda forma de gobierno están en la reciprocidad y en la identificación del pueblo con sus líderes y sus instituciones, no se encuentran en indicadores macroeconómicos ni en avances constitucionales abstractos.

Los diseñadores de los avances democráticos en México se enfocaron en modernizar los sistemas políticos y económicos. Las reformas que impulsaron se fraguaron en las cúpulas académicas, culturales y empresariales, pero no se fomentó la participación del pueblo en ellas, ni siquiera se comunicaron de forma eficiente. El PRIAN se centró en constituir un capitalismo y una democracia liberal actualizada y globalizada, pero desgastaron y despreciaron la esencia de la democracia clásica: la representatividad. La democracia procedimental diseñada y asentada en los últimos 25 años fue desestimada, ignorada y enterrada por más de 30 millones de mexicanos. El discurso de la alianza para esta elección se centró en la defensa  de conceptos exiguos e instituciones desconocidas: los organismos autónomos construidos no le trajeron beneficios materiales y tangibles a sectores importantes de la población, la corte nunca intentó vincularse con el sentir colectivo, los legisladores se asentaron en sus curules y olvidaron el trabajo en tierra, los opinólogos se refugiaron en sus libros y en su pluma aislándose de la realidad predominante; la clase empresarial  se enfocó en aumentar su patrimonio y se desentendió de las demandas sociales excusándose en el pago de impuestos.

La primera vez que percibí la disociación entre los opositores y la realidad fue cuando López Obrador realizó las consultas populares. La desestimación y la crítica infundada a ese tipo de actividades que fomentan la democracia participativa me hizo entender que el concepto de representación auténtica y formal de las mayorías no estaba entre las prioridades de los opositores. Asistí a ese ejercicio informal y deficiente para votar porque me pareció relevante intentar involucrar a la población en las decisiones políticas del país, pero ninguno de mis amigos, en esa época estudiantes de ciencias sociales en universidades privadas, quisieron acompañarme. Entendí que su concepto de democracia se reducía a salvaguardar y perfeccionar los procedimientos fundados en la modernidad por aristócratas ilustrados.

Los demócratas procedimentales despreciaron y subestimaron a un carismático líder popular y, a mi parecer, populista, que construyó su proyecto cimentado en el apoyo del pueblo al declamar románticamente y con mucha verdad: “por el bien de todos, primero los pobres”. En un país tan desigual, perder el apoyo de las bases populares y enfocarse en perfeccionar el método liberal haciendo política de élites es equivalente a cavar tu propia tumba política. El desprecio al modelo democrático liberal secundado por AMLO, quien propuso un régimen popular en donde no reinan la legalidad ni el equilibrio de poderes, desgastó a los partidos que defendieron, entre excesos y lujos, una visión de nación reformista. En el nuevo régimen: la regla suprema no es la constitución, es la interpretación oficialista de la voluntad popular.

Esta situación nos sumió en una crisis de liderazgos opositores, el oficialismo aprovechó esa crisis para consolidar un nuevo régimen con un partido hegemónico que parece representar más a la mayoría de los mexicanos. El sistema de una transición democrática respaldada por el perfeccionamiento del procedimiento ha terminado.  Dudo que sobreviva a Morena.

Querido lector, abra los ojos, infórmense y refine su sentido del humor porque hemos entrado a un nuevo régimen y a una nueva etapa como país. Las consecuencias, para bien y para mal, las descubriremos juntos, intentaré describírselas en mis columnas semanales con humildad. Prometo buscar la verdad, analizar con profundidad la realidad y manifestar mi pensar con los amores de mis amores: la belleza de las letras y el pueblo mexicano.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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