Se equivocan quienes aseguran que los resultados de la elección del pasado domingo 2 de junio son producto de un fraude electoral.
Meses atrás, millones de mexicanos salimos a las calles y plazas públicas del país a defender nuestra democracia y gritamos fuerte que “el INE no se toca”.
El pasado domingo también millones de ciudadanos participamos en la jornada electoral ya sea como funcionarios de casilla, representantes de los partidos, observadores electorales o simplemente como votantes.
Por tanto, fue una elección organizada por los ciudadanos para los ciudadanos, ya sea con el apoyo de nuestros vecinos, amigos o familiares, y fue justamente eso lo que se exigió en las calles, que no se tocara la esencia del sistema electoral mexicano que nos costó años construir.
Sin duda, habrá que evaluar si la actuación y los procedimientos del Instituto Nacional Electoral (INE) se realizaron correctamente o si en algunos casos fallaron o fueron colapsados premeditadamente por el Ejecutivo.
Pero no nos equivoquemos, es la voluntad de los votantes la que determina quién debe gobernar.
Si bien los partidos de oposición están en su derecho de solicitar recuentos donde la ley les asista con razón, es altamente probable que las inconsistencias detectadas solamente permitan revertir resultados ajustados en dos o tres contiendas por diputaciones federales o alcaldías, pero eso sería todo.
Se debe tener claro que estos recuentos no van a modificar el resultado general de la elección presidencial, en donde hubo más de 30 puntos porcentuales de diferencia en entre el primero y segundo lugar.
Lo que sí hubo fue una elección de Estado, donde se registraron más de un centenar de intervenciones directas del presidente López Obrador durante la campaña en favor de su candidata.
También fueron empleados miles de millones de pesos para favorecer la campaña oficialista, ya sea pintando bardas, movilizando votantes, pegando lonas, entre muchos otros gastos donde fue evidente el despilfarro.
Además, los servidores de la Nación atemorizaron constantemente a los electores con la idea de que perderían los apoyos de los programas sociales si votaban por una opción diferente a Morena.
Tampoco se puede negar que hubo una clara intromisión del crimen organizado en la elección, ya se operando a favor de candidatos o atemorizando e incluso asesinando a otros aspirantes.
Esto es en realidad lo que hay que reflexionar sobre esta elección y, sobre todo, procurar medidas y reformas legales que eviten que estos incidentes se vuelvan a repetir en futuras contiendas.
También es importante señalar que la oposición partió de un diagnóstico diferente del humor de los votantes en el país.
En las elecciones de 2021, los ciudadanos reaccionaron al mal manejo de la pandemia y castigaron a Morena al perder la mitad de la Ciudad de México y restándole diputados federales.
Pero en 2024, ni los más de 180 mil muertos por la violencia, ni la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, ni los sobrecostos en el Tren Maya o Dos Bocas, ni el aumento de la corrupción, fueron elementos valorados y considerados por el electorado.
Hay que reconocer que en la mayor parte de los ciudadanos no existe enojo por estos problemas, incluso se puede asegurar que no sienten que el país vaya a la deriva.
Desgraciadamente, ante el resultado electoral obtenido, hoy estamos frente a un esquema de desmantelamiento del equilibrio de Poderes y el riesgo de una regresión democrática, algo que hemos tratado de evitar por décadas.
Por todo esto, los partidos de oposición deben entrar en un proceso de reconciliación con la derrota.
Caer en la negación, lo único que se hará es agravar más las circunstancias y dilatar el proceso de reconstrucción de la oposición.
Estamos frente a la necesidad de construir una nueva opción política, que refleje el sentimiento de más de 16 millones de persona, y más allá a los 48 millones que no acudieron a las urnas.
Hoy se deben canalizar los esfuerzos para encauzar una ola de la población que interprete las causas y exigencias del país.
Lo que queda es respetar la elección por la que votó la mayoría, y donde la agenda de López Obrador fue vista como “aceptable” por diversos sectores de la ciudadania, incluso la propia clase media.
Finalmente, aprovecho este espacio para anunciar que tomaré un periodo de reflexión y, por tanto, pondré en pausa mis colaboraciones.
Agradezco la confianza a los comunicadores, jefes de redacción y editores que me han abiertos estos espacios.
Twitter: @gomezreyna