A los candidatos les faltó sentido del humor, ironía, chispa e ingenio para desempeñarse en el debate. Les faltó también la fina ocurrencia y la salida ingeniosa para señalar errores y pifias.
A las oposiciones le faltó el señalamiento irónico con relación a los logros presumidos del lado oficial —por nadie vistos— y que siguen en el lenguaje del gobierno como si realmente hubieran sido creaciones originales del grupo en el poder.
Faltó también el señalamiento puntilloso sobre los casos de corrupción, influyentismo e impunidad que se han visto en el sexenio del oficialismo, no solo entre los familiares directos del grupo en el poder, sino de quienes los acompañan y le hacen coro a la hora de las denuncias.
¿Cómo dejar ir a la candidata oficial cuando afirma que las grandes inversiones en obras del gobierno federal han sido producto de lo que se ha ahorrado de la corrupción? ¿Cómo no objetarle acerca del enorme déficit del sector público, que ya casi llega al 6% del PIB, entre otras cosas por los excesos en el gasto de las obras emblemáticas como el tren maya que hace tiempo superó el presupuesto original?
¿Por qué no argumentar que las fantasías del lado oficial acerca de los recursos del llamado Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado son solo fantasías y malos manejos?
¿Cómo no desmentir a la candidata oficial cuando presenta una lámina con datos acerca del conocimiento del Seguro Popular y el IMSS-Bienestar entre la gente, en encuesta presuntamente realizada por el INEGI? Tendrían que haberle dicho que se trataba de una pregunta tramposa y tendenciosa al poner a una institución como el IMSS —que lleva 81 años funcionando— contra un programa que por primera vez en años resolvía el problema del acceso a la salud de la población abierta y no derechohabiente de ninguno de los sistemas actuales, pero… ¿Por qué no argumentarle que se llegó hasta ahí por el fracaso del llamado INSABI —la supuesta gran novedad del gobierno de la 4T—, construida sobre los presuntos errores del pasado, y provocó que casi 40 millones de mexicanos ya no cuenten con accesos al servicio de salud, y que las torpezas y la ineficacia en el manejo de las estrategias de salud y de los muertos por la pandemia del Covid nos hayan llevado como país a que hayamos reducido en casi 5 años la esperanza de vida de la población y como uno de los países con el peor manejo de la pandemia?
¿Cómo no señalarle la interrupción de las reformas a la educación pública y la carencia de instrumentos de evaluación nacional e internacional para darnos una idea de cómo anda la educación en México y el comparativo en el contexto internacional porque abandonamos las pruebas?
¿Por qué no argumentar la crisis de la educación superior y la improvisación que han significado las llamadas universidades del bienestar? ¿por qué no insistir en que mucho de esa crisis se debe a la improvisación y a la poca preparación de las autoridades educativas seleccionadas por el Ejecutivo federal para echar a andar sus planes?
¿Por qué no argumentar que el dinero de las pensiones a los adultos mayores se está yendo a la compra de medicamentos en las farmacias privadas, que ya han abierto una gran cantidad de consultorios en cada sucursal para atender a la gente que carece de servicios de salud, o que aun teniéndolos no encuentra el surtimiento de sus recetas por la carencia de medicinas? ¿No es eso una verdadera privatización de los servicios de salud como mal se acusa al pasado?
¿Por qué no desmentir la tesis manejada desde el oficialísimo de la “privatización de la UNAM” como Institución de educación superior pública, cuando lo único que ha recibido del gobierno actual son críticas, descalificaciones y agresiones de quienes, ostentándose como “profesionales elitistas desde el poder”, agreden a la institución cuando exponen el plagio de tesis y sin que desde el poder se haga un mínimo señalamiento a los responsables de los ilícitos?
Fue mucha gente la que esperaba una actuación más inteligente y madura del candidato de Movimiento Ciudadano Jorge Álvarez Máynez. El candidato naranja se dedicó a criticar a la candidata de la oposición Xóchitl Gálvez y a hacer ofrecimientos de una “nueva política” para “combatir al pasado” (sic). Pero no alcanzamos a comprender en el debate ni tampoco él, a explicarnos a detalle la tal nueva política que hasta ahora ha permanecido en la ambigüedad y en la sola presunción de los casos de Nuevo León y Jalisco como auténticos modelos de gobierno que, a nuestro juicio, no son —por cierto— un modelo a seguir.
Además, han sido de sobra conocidas las diferencias del gobernador de Jalisco Enrique Alfaro con el candidato de MC por los estilos de política que se manejan en la campaña del zacatecano.
El debate del pasado 7 de abril, con cobertura nacional y visto por casi 12 millones de mexicanos, dejó mucho que desear por la carencia de propuestas concretas sobre los grandes problemas nacionales.
A la candidata oficial Claudia Sheinbaum se le fue el tiempo en intentar defender las políticas y los pobres resultados del sexenio y cayendo en frecuentes contradicciones, con un manejo seco en ideas originales y sin nuevas aportaciones, y cuidando solo su ventaja en los sondeos.
A Xóchitl Gálvez le faltaron datos fundamentales en materia económica y de salud (¿Dónde quedaron los recursos de los fondos de estabilización y los 15 mil millones de la Corte, entre otros?) para contrarrestar la andanada oficialista que sostiene que todo está bien en México a partir de la paridad cambiaria y la estabilidad del peso mexicano, y sin profundizar en el turbulento manejo de las finanzas públicas (déficit fiscal, quiebra de Pemex, pérdidas de la CFE, sequía financiera en estados y municipios, etcétera). Todo eso heredará el gobierno que termina el próximo octubre, a quien gane la elección del próximo 2 de junio, y que de seguro iniciará con muchos problemas por la falta de recursos. En mucho también por el agotamiento de los fondos que como previsiones los gobiernos anteriores habían diseñado para emergencias y que ahora han desaparecido por el exceso de gastos del gobierno.
Al debate le faltó buen humor e ingenio. Extrañamos al Diego Fernández de Cevallos de 1994, al Vicente Fox del 2000, al Roberto Madrazo del 2006, al Guillermo Quadri del 2012, al Bronco y al AMLO del 2018, que en su momento se desempeñaron con muy buen sentido del humor e ironía e hicieron un poco más entretenidos los debates presidenciales siempre en beneficio del potencial votante.
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