Partamos de una obviedad: el presidente Andrés Manuel López Obrador no va a acepar que nadie que no sea Claudia Sheinbaum gane las elecciones del 2 de junio. Es obvio, pero no por eso menos grave.
En su libro “Gracias”, editado por Planeta, y que comenzó a circular el pasado viernes, López Obrador hace varias referencias al proceso de sucesión presidencial 2023-2024, que él mismo no le hubiera tolerado a ninguno de los presidentes en cuyos mandatos él fue candidato.
En las últimas páginas del libro, López Obrador describe su estado de ánimo en el ocaso de su sexenio y anticipa lo que, según él, será el resultado inequívoco de los comicios: “También estoy sereno y contento porque Claudia Sheinbaum, quien me ha sustituido en la dirección del movimiento de transformación, representa una auténtica garantía de que tendremos un provenir de más justicia y más honestidad en nuestro México lindo y querido”.
AMLO deja ver que, para él, el complejo proceso electoral iniciado en septiembre -y cuyas campañas comenzarán hasta el 1º de marzo- es un mero trámite, pues el resultado ya está claro.
Alienta así la narrativa que su partido y sus simpatizantes han venido construyendo desde hace meses: la inevitabilidad del triunfo de Claudia Sheinbaum.
Es cierto: la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México aventaja a Xóchitl Gálvez por casi 20 puntos porcentuales en todas las encuestas, y Jorge Álvarez Máynez no sale del sótano de los 7 u 8 por ciento. Pero falta toda la campaña.
La certeza del presidente -y sus seguidores- en un resultado predeterminado detona dudas importantes: ¿qué van a hacer si no gana su candidata?, ¿AMLO aceptará el resultado electoral y entregará pacíficamente la banda presidencial a la oposición?
No parece que lo haría, a juzgar por lo que opina de la principal contrincante de su candidata, y que él se permite escribir en un libro que, probablemente, forme parte de futuros litigios electorales:
“Como nació en un pueblo de Hidalgo, pensaron que su origen sería útil para ofrecer una supuesta imagen popular, cuando en realidad es ladina e igual de clasista y racista que los conservadores de mayor rango o nivel en la escala económica, social y política el país”, así describe el presidente de la República a la candidata de la coalición PAN-PRI-PRD en la página 509 de su libro.
El último capítulo del libro que, según el propio López Obrador, será el último que publique, es un diario de los últimos meses de 2023 y su “adiós” de la política. En él, hace un relato de cómo predijo que sus adversarios pondrían a Gálvez en la candidatura.
“Di a conocer en la mañanera que el supremo poder conservador, a través de Claudio X. González, decidió apoyar a Xóchitl Gálvez, una mujer que ha trabajado con ellos en puestos de diversa naturaleza: con Fox sirvió como coordinadora de los pueblos indígenas y con Peña gobernó en la entonces delegación Miguel Hidalgo, donde viven los más ricos del país”, relata en su diario del 3 de julio de 2023.
En esa misma página, el presidente vuelve a anticipar el resultado electoral del próximo 2 de junio:
“Obviamente, la gente no se deja engañar, no se traga ese anzuelo, como ya se ve, aunque la oligarquía y los medios de manipulación (SIC) se empeñen en inflarla, el globo no ha levantado ni levantará, porque en estos nuevos tiempos de transformación, el pueblo no permite que alcen el vuelo los falsarios, los oportunistas y los corruptos”.
Del dedazo al ritual de El Mayor
El “diario de los últimos meses de 2023”, que el presidente deja para la posteridad en sus anticipadas memorias, inicia con una confesión: cómo decidió que el 5 de junio de 2023 -un año antes de las elecciones y un día después del triunfo de la maestra Delfina Gómez en el Estado de México-, él se convertiría en el conductor del proceso interno de Morena; una precampaña anticipada no prevista en las leyes electorales, tolerada por el INE y el Tribunal Electoral e imitada por los partidos del frente opositor.
AMLO cuenta cómo reunió a la dirigencia de Morena, a los gobernadores del partido, a la ganadora de las elecciones mexiquenses y a los cuatro aspirantes a la candidatura presidencial, en el restaurante El Mayor, a un costado del Palacio Nacional, a las 8 de la noche del 5 de junio.
“Les di a conocer una propuesta inspirada en el ideal democrático que busca la superación final de viejas y aberrantes prácticas como el autoritarismo, la imposición, los pactos tras bambalinas, en la oscuridad, y la intromisión de la figura presidencial mediante los arcaicos rituales del tapado, el dedazo y el destape”.
Vaya paradoja: el presidente obsesionado por la sucesión critica la intromisión de la figura presidencial en las elecciones.
Párrafos después, el presidente narra feliz cómo volvió a reunir a las “corcholatas” -en el libro no les llama así, por cierto-, en la concentración del 1º de julio convocada en el Zócalo para celebrar el quinto aniversario de las elecciones de 2018. “Ese día quedó de manifiesto que estaban actuando con urbanidad política: ninguno llevó porra y se tomaron foto juntos. No los presentamos para evitar aplausos o abucheos. No hubo nota para nuestros opositores y voceros”.
Páginas después, AMLO muestra una tabla con las encuestas que el 6 de septiembre convirtieron a Claudia Sheinbaum en la dirigente del “movimiento de transformación”, y relata la cena del 7 de septiembre, donde nuevamente frente a gobernadores y dirigentes del partido, entregó el bastón de mando a Sheinbaum, en la terraza del restaurante El Mayor.
“Con Claudia se garantiza la continuidad de nuestro movimiento de transformación; la conozco desde hace 23 años, siempre hemos trabajado juntos y es una mujer preparada, con convicciones y, sobre todo, honesta”, así comienza a describir a su sucesora.
En las páginas siguientes, recuerda algunas anécdotas de Sheinbaum: cuando Pepe Barberán se la recomendó como secretaria del Medio Ambiente en la Ciudad de México, en el año 2000; el café que se tomaron en el Sanborns de Insurgentes para formalizar la invitación a su gobierno en la Ciudad de México, y -el único dato que no se conocía- sus planes originales para ella en 2018.
López Obrador cuenta que originalmente había contemplado que Sheinbaum fuera la secretaria de Gobernación, en caso de ganar las elecciones, y Ricardo Monreal, candidato a jefe de Gobierno en la capital.
“Al final, como es un poco terca o, para decirlo con elegancia, perseverante, como ya saben quién, decidió participar en la contienda interna y la ganó, al igual que la elección constitucional para jefa de Gobierno”.
AMLO y las elecciones
El “testamento político” de López Obrador tiene 548 páginas, y dedica cientos de páginas al tema electoral. El quinto capítulo lo titula “La primera elección presidencial y el fraude del 2006”; el capítulo 12, “La campaña de 2012”; el 13, “Otra vez el fraude”, y el 17, “El 1º de julio de 2018”.
En ellos, narra nuevos detalles sobre la intervención de los ex presidente Vicente Fox y Felipe Calderón para cerrarle el paso en las elecciones de 2006 y 2012, y los intentos fallidos de “la oligarquía” para tratar de impedir su triunfo en 2018.
Cuenta que, incluso, en los últimos meses de la campaña de 2018, un grupo de empresarios trató de convencer a Carlos Slim, dueño del Grupo Carso, de ser el candidato sustituto de Ricardo Anaya y José Antonio Meade. AMLO asegura que el propio ingeniero Slim le confirmó esa intención y le contó que decidió rechazar la invitación. “…él tenía otro oficio. Era y sigue siendo un hombre de negocios y, por cierto, nada tonto”.
Cuando habla de las elecciones de 2006 y 2021, AMLO describe a los consejeros del INE y el Tribunal Electoral como “personajes acomodaticios, sin convicción, seleccionados a modo para formar parte del engranaje del régimen antidemocrático”. Cuando narra el 2018, no dedica una sola palabra al sistema electoral.
En 2024, el presidente está seguro del resultado del 2 de junio. En su libro, confiesa que ha hecho todo lo necesario para asegurarle a su “movimiento” una sucesión sin alternancia; no escribe una sola palabra que configure un escenario distinto al del triunfo de Claudia Sheinbaum.
AMLO se despide cuando aún le quedan casi ocho meses de gobierno. “A finales de septiembre me jubilaré y no volveré a participar en nada público”, dice, antes de citar un poema de Amado Nervo: “¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”.