Por Karina López Ivich
El pasado 2 de febrero se celebró el Día Mundial de los Humedales y muchas organizaciones desde Nacional Unidas, hasta instituciones nacionales y locales, lo tenían publicado en sus páginas web y redes sociales. Pero ¿a qué reflexión nos invita tal celebración?
Me permito empezar por lo básico. Por lo regular, cuando escuchamos humedales, lo relacionamos con espacios tales como el Estero del Soldado, la Laguna de Santa Cruz, el humedal de La Sauceda. Y sí, esos son humedales, pero la descripción es más amplia. Naciones Unidas los describe como ecosistemas en los que el agua es el principal factor que controla el entorno y la vida vegetal y animal asociada al mismo. En la definición amplia de humedales se incluyen los ecosistemas de agua dulce, los marinos y los costeros, tales como los lagos y ríos, acuíferos subterráneos, pastizales húmedos, estuarios, deltas, los manglares y otras zonas costeras, así como cuerpos de agua creados por el hombre, como los estanques de peces, los embalses, las presas, etc.
Al abarcar todos estos espacios, representan uno de los ecosistemas más valiosos de la Tierra, indispensables para los seres humanos y la naturaleza por los beneficios y servicios que proporcionan, y son el hábitat del 40% de todas las especies de plantas y animales.
Los humedales son vitales para los seres humanos, para otros ecosistemas y para nuestro clima, al proporcionar servicios ecosistémicos esenciales como la regulación de temperatura, control de inundaciones, purificación del agua, reguladores de temperatura, y generadores de fuentes de agua. Pero también son uno de los entornos más productivos del mundo y cuna de diversidad biológica y productividad primaria de las que innumerables especies vegetales y animales dependen para subsistir.
Ante esta riqueza ambiental que proporcionan, lo cual además genera beneficios sociales y económicos de gran valor, sobre los cuales platiqué en mi nota anterior, este día nos debería de invitar a reflexionar sobre la importancia de su protección y conservación.
Para esta reflexión, no podemos ignorar la situación de sequía en la que se encuentra Sonora. Cabe aclarar que la sequía en la que nos encontramos no es causada por el cambio climático. Si bien es cierto que el aumento de temperatura afecta los patrones climáticos y con ello la generación de lluvias, son la destrucción de estos ecosistemas generadores de agua, así como la sobreexplotación de los cuerpos de agua, los factores principales que nos han generado, a lo largo de los años, la sequía en la que hoy nos encontramos.
Desafortunadamente seguimos construyendo con procesos que conllevan acciones destructivas de los ecosistemas generadores de agua. Y para ello, un ejemplo cercano y actual: el tramo de las vías del tren que quieren pasar por el río Cocóspera, que causaría una gran destrucción a este ecosistema y por lo tanto afectaría la generación de agua.
Nuestra economía sigue estando basada en procesos extractivos y destructivos, cuando deberíamos estar caminando el siglo XXI con procesos constructivos y regenerativos de los ecosistemas.
Por lo tanto, como parte fundamental del combate a la sequía, debemos detener la destrucción de los ecosistemas generadores de agua y reconstruir los qué ya están destruidos. Si seguimos con estos procesos destructivos, no habrá acciones suficientes para lograr una adaptación ante la sequía.
Debemos trabajar en la regeneración de ecosistemas y en las prácticas regenerativas en la agricultura y en la industria. La infraestructura y tecnología son importantes y muy necesarias, por ejemplo, para mejorar la eficiencia y evitar el despilfarro de agua que tenemos en las ciudades, donde se pierde más del 50% del agua que llega a las ciudades de nuestro estado. Pero otras tecnologías, tales como la desalinización que se han planteado como soluciones ante la sequía, las debemos evitar ya que son parte de estos procesos extractivos (extraen agua del medio marino) y destructivos, al dejar una salmuera altamente salina y con químicos que dañan al medio marino.
Hay que cambiar paradigmas ante el sigo XXI, hay que construcción con procesos mucho más innovadores y constructivos. Hay que proteger y reconstruir los humedales. Hay que trabajar con la naturaleza, y no en contra de ella.
Ing. Bioquímica en Recursos Acuáticos, ITESM, M.Sc. en Ingeniería Ambiental de la Universidad de Guelph (Canadá) y M.A. en Economía Ambiental en Políticas Públicas. Actualmente realiza el doctorado en Sustentabilidad Ambiental en la Universidad de Ottawa, es Fundadora de IAMM A.C. y miembro activo de Hermosillo ¿Cómo vamos?