Me maravilla la urbanidad. Esta vida afuera que pasa centellante, que se queda desde las palabras en el interior de un libro.
Algo de locura e infancia deben tener los escritores, el juego inherente de pretender y lograr contar historias.
A Heriberto Duarte lo conocí con la guitarra entre las manos, arriba de un foro, diciendo y sintiendo música. Luego con libreta en mano, reporteando, por los foros diversos de la capital de Sonora. Unas reseñas impecables sobre libros, teatro, música, danza.
Un día lo encontré contando historias, en una página web, en el tuiter ahora equis. Desde entonces intuí que su búsqueda estaba no solo detrás del periodismo, sino también de la literatura.
El tiempo me da la razón, y ahora que tengo entre mis manos su ópera prima, Un menú para el futuro (relatos-cuentos-historias, MAMBOROCK 2023), no me queda más que celebrar el arrojo, la valentía y decisión de Heriberto.
Porque al contar y publicar se ponen los días y sus avatares en el puño de la mano, se retienen ahí, y despacito se dejan ir, bajita la tecla, hacia un mundo desconocido que significa el lector y sus interpretaciones.
Hemos podido, los privilegiados de la lectura que propone Heriberto, introducirnos en esa urbe rural, en ese tránsito de emociones, en la sorpresa del cautiverio, en la nostalgia que emana de una voz o varias voces que son infancia, que es irreverencia, que es pasión, que son pulsaciones indómitas en la búsqueda de su propia identidad dicha desde la narración.
Las historias que aquí se presentan contienen la mirada que ausculta y desentraña. Los recuerdos aquellos, el acontecimiento aquel. Dicen que los cuentos están hechos de tramas que no son ciertas, pero que tampoco son mentiras. La realidad que se viste de ficción.
Trepar a un aventón lleno de música, abrir el congelador para encontrar la historia en la sazón de ese ser que ya no está y como herencia dejó el menú para los días que vienen, un corrido o la desventura de esa compañía que llega a su fin. Todo esto en la cadencia de palabras que desencadenan en una prosa analogía del ritmo de las olas.
Heriberto Duarte funda a través de su pupila ese camino que contempla y en el cual adviene la vocación literaria. Un menú para el futuro estampa su existencia en la punta del barco, el deseo ahora de brindar con la lectura y en la paciencia de los otros libros que ya vendrán desde su pluma.
Ejemplares con alas. Cuestión será de buscar en el tuit ahora equis, en el face, en las calles, en una cantina antes de ponerse el sol, o bien de madrugada cuando ya nada hay que perder. Cáiganle.