La verdad es que a muy pocos sorprendió la renuncia del ministro y expresidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar, para sumarse casi inmediatamente al equipo de la ‘corcholata’ favorita, Claudia Sheinbaum.
La realidad es que el magistrado nunca ha ocultado sus coincidencias con el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador y con los principales postulados de la llamada Cuarta Transformación.
A pesar de que fue propuesto en 2009 para convertirse en ministro de la Corte por el presidente Felipe Calderón, Zaldívar pronto marcó distancia del mandatario panista.
Curiosamente, en el gobierno de Peña Nieto no le costó mucho abrazar el discurso reformista. De hecho, en 2014, Zaldívar escribió en la revista Nexos que la Corte debía contribuir a “la transformación de México”, una expresión característica del gobierno en turno.
En el actual gobierno de López Obrador, Zaldívar ha hecho más que confirmar sus coincidencias con expresiones obsequiosas.
De hecho, el ministro asegura que se le reconocerá por el sentido de sus sentencias, y no hay lugar a dudas que éstas y sus votos de apoyo a los proyectos de López Obrador han sido la marca de la casa.
Un ejemplo se dio en el debate donde la Suprema Corte votó en contra de la reforma para pasar al Ejército el mando de la Guardia Nacional, la cual textualmente debe estar bajo mando civil, según la Constitución.
Pues bien, por increíble que parezca, el ministro defendió que la institución nunca perdió su naturaleza civil a pesar de que prácticamente todos sus mandos eran militares en activo, sometidos a la jurisdicción y al régimen disciplinario militar, y sobre todo actuando bajo las normas militares.
Otro ejemplo claro del entreguismo de Zaldívar fue la defensa del decreto presidencial que clasificaba como de “seguridad nacional” las obras de infraestructura faraónicas del sexenio (Tren Maya, Dos Bocas y el AIFA) y que pretendía blindarlas frente a solicitudes de transparencia y acceso a la información.
Esos son solamente dos ejemplos de muchas de las decisiones que expusieron a Zaldívar prácticamente como un colaborador más del presidente López Obrador, lo que representó un contradictorio conflicto considerando la autonomía e independencia que debe tener el Poder Judicial del Ejecutivo para mantener el equilibrio de poderes.
No por nada, López Obrador y Morena tuvieron en algún momento la tentación de violar la Constitución para extender el periodo de la presidencia de Zaldívar en la Suprema Corte, lo que terminó por no caminar ante el fuerte rechazo que generó en la opinión pública.
Como si no hubieran sido suficientes las votaciones pro 4T y los intentos de violación a la Constitución del ministro, ahora en su renuncia también tiene un problema jurídico.
La Carta Magna de nuestro país es muy clara en señalar que el cargo de ministro de la Suprema Corte no se puede renunciar salvo causa grave. Pero la renuncia de Zaldívar es por una causa política, no por una causa grave.
No obstante, es previsible que eso poco importe al Presidente y a la mayoría de Morena y sus aliados en el Senado, por lo que seguramente su aprobación será de trámite.
Solamente resta esperar que la Suprema Corte siga resistiendo los embates del Ejecutivo, que mediante propaganda constante y propuestas de recortes presupuestal, busca claramente acabar con la autonomía del Poder Judicial, lo que pone en riesgo a nuestra democracia y el respeto de los derechos fundamentales.