La región Guaymas-Empalme ha sido un semillero de buenos líderes obreros y campesinos. La pesca, la industrialización, Pemex, el cooperativismo pesquero, la burocracia federal, la CFE, el puerto, la inversión federal, los ferrocarriles, el transporte de carga y de pasajeros, los estibadores, los prestadores de servicio y una multitud de actividades más han generado liderazgos perdurables y de avanzada que —en su circunstancia y en su tiempo— han destacado como impulsores y promotores del progreso de la región.
Tal ha sido el caso de Miguel Verdugo Rojas, Florentino López Tapia, Óscar Ulloa Nogales, Francisco Arispuro, Marco Antonio Llano, Gaspar Zaragoza, Inés Ramírez, Gregorio Alvarado, Jesús Arvayo, Leopoldo González Johnson, Leonardo Dévora, Víctor Pérez Ascolani, Ricardo Baro, Nacho Martínez Tadeo, Everardo Niebla Matus, Juan Salas de la Paz, José Flores Orduño, Regino Flores Sánchez, Lupe Silva y Roberto Rangel Yta, entre otros destacados dirigentes.
Entre los que siguen vigentes por sus convicciones, autoridad moral y política, está Gregorio Alvarado Sánchez.
Gregorio nació un 9 de mayo de 1936 en La Noria, Sinaloa muy cerca de Mazatlán; el próximo año cumplirá 88 años. Quienes lo conocen le alaban que mantenga el mismo estilo de vida de siempre: austero, paciente, discreto, negociador, preocupado por la problemática local y por la representación de los trabajadores de su región Guaymas-Empalme. No ostenta lujos, ni riqueza mal habida. Sus oficinas ubicadas en Victor Salazar y calle 22 de la Colonia Centro son muy modestas y accesibles —siempre abiertas— para cualquier persona que desee abordarlo.
Llegó a la región en 1953, a los 17 años, en compañía de dos de sus tíos mazatlecos (Ascensión y Adolfo Sánchez Arellano). Venía con la expectativa de trabajar en los Astilleros Monarca, de Francisco Fourcade, como ayudante de carpintero; empezaba a cursar la secundaria.
Al poco tiempo cambiaría de trabajo a uno que lo marcó de por vida. Entró a la empresa Congeladora del Golfo de Cortez, que entonces era propiedad de los empresarios mazatlecos —también— Alberto Tirado y Silvano Pérez Ramos. Inició como operador de congelación y con el tiempo pasó a otras actividades de la misma empresa.
Lavaba el camarón y lo preparaba para formar las afamadas marquetas, entonces de 2.268 Kg. Se afanó en todos los procesos de congelación y logística combinando la operación de las máquinas de la congeladora con la supervisión de la fábrica de hielo, para llegar a ganar hasta 32 pesos diarios. En ese entonces funcionaban ya las sociedades cooperativas Pauling, Isla de Pájaros, Mar de Cortez, Sonorense y la Del Noroeste. Entre todas aportaban los 35 barcos que abastecían a la planta.
En sus aspiraciones de ganar más dinero, consiguió una oportunidad como ayudante de almacenista. Ya había pasado por todo el escalafón para llegar a ganar 36 pesos diarios.
“Me preocupaba yo entonces por la situación laboral de los trabajadores y por los riesgos de trabajo”, dice. “Era un tipo de empleo duro y de mucho desgaste, apenas iniciaba la incorporación de la mujer al trabajo y no había una organización sindical que al tiempo que negociara con los patrones las condiciones de trabajo, impulsara mejoras para las trabajadoras en su situación personal, salarial y de salud”.
“Así fue como nació el Sindicato Número 1 de Productos del Mar, en febrero de 1962, con 34 trabajadoras, apoyado por el entonces dirigente de la CTM del municipio, Lorenzo Ramos Véjar”.
Dice: “Ya existía en Guaymas una incipiente cultura sindical cuando la CTM funcionaba en los altos del mercado municipal”, y se sentía la fuerza de los sindicatos nacionales en Ferrocarriles, Pemex, la Comisión federal de electricidad, las cooperativas y la burocracia federal.
Con el tiempo la pesca fue avanzando. Llegó la etapa en que al inicio de la temporada salían 500 barcos en busca del camarón. En la planta se “procesaban de 26 a 30 toneladas diarias. Toda una época de abundancia que se reflejaba en la distribución del ingreso”. La temporada duraba de septiembre a marzo de cada año. Imaginemos la pesca de entonces cuando un barco capturaba más de 12 toneladas en un viaje (¡!).
Gregorio ascendió a delegado sindical y enfrentó la muerte de Alberto Tirado y el ascenso de su hijo Alberto Jr, quien no llevó buenas relaciones con las cooperativas y provocó tensiones en la empresa. Era 1969 y Gregorio tenía ya 33 años.
Las condiciones de trabajo de la planta fueron empeorando. Alvarado se rebeló junto con José Osuna negándose a entrar a trabajar porque Alberto Jr. no respetaba el contrato de trabajo. Ambos fueron despedidos de la empresa. “Ahí se nos despertó la conciencia de clase,” dice Gregorio.
La planta quebró por mala administración y los trabajadores fueron liquidados conforme a la ley. “Y duré seis meses sin encontrar trabajo”, afirma Gregorio, quien por su experiencia ingresó en 1974 a la Congeladora de Guaymas, organizada y dirigida por 6 socios armadores al mando de Gregorio Hernández.
Ahí lo nombran delegado del Sindicato de Trabajadores del Empaque de Productos del Mar y ya no paró en sus labores sindicalistas, ahora vinculado al trabajo, a la acción política en la CTM y en el PRI.
Gracias a su trabajo sindical fue regidor del Ayuntamiento en el período de Óscar Ruiz Almeida (1967-1970), en el de Felipe Bárcenas Santini (1973-1976) —donde coincidió con Inés Ramírez y Martínez Tadeo—, en el de Enrique Claussen Bustillos (1979), y en el de César Lizárraga (2009).
También fue suplente del diputado federal Florentino López Tapia de 1982 a 1985, diputado local a la LI Legislatura (1985-1988) —con Cesáreo Cruz como suplente— y de nuevo en la LIII (1991-1994) —con Manuela Ojeda Amador en la suplencia.
Fue Gregorio quien inició en agosto del 2010 la gestión de un nuevo hospital del IMSS para la región Guaymas-Empalme, mediante un oficio enviado directamente al entonces director del IMSS, Daniel Káram Toumeh. A él se le debe ese mérito, que ahora por prejuicios ideológicos y por condenas al pasado en el mundo oficial no le reconocen.
Gregorio Alvarado ha asimilado los cambios políticos y laborales, y se prepara arduamente en todos los órdenes. Por eso ha ampliado su representación sindical hasta sumar otros segmentos de la clase trabajadora, como a los trabajadores agrícolas, los gastronómicos, los de la pesca, la sardina, el camarón y el aceite de pescado, en el renovado Sindicato de Trabajadores del Empaque de Productos Alimenticios del Campo, del Mar, de la Industria Gastronómica, Pesquera y Astilleros, conexos y similares de la República Mexicana, CTM.
Sus relaciones con Manuel R. Bobadilla, Ricardo Valencia, Ramiro Valdez, David Álvarez Angulo, ‘Pancho’ Bojórquez y Javier Villarreal, los dirigentes estatales de la CTM han sido conciliadoras y constructivas. Eso, en el tiempo, ha evitado cualquier tipo de división en la estructura sindical del Valle de Guaymas.
Él, su esposa Fidelia Vizcarra —ex trabajadora del empaque de camarón— y sus cinco hijos se atienden en el IMSS.
‘El Goyo’ ha sido ajeno a los vicios. “Nada que te dañe”, dice. Y también recomienda: “No ser chueco en los asuntos privados y públicos, y no deberle a nadie; por eso no tiene problemas de conciencia”.
No se arrepiente de nada. “Venimos a hacer el bien, no para hacerle mal a nadie. Y si puedes ayudar, ayuda; nada te cuesta”, subraya.
Ha resistido con entereza acontecimientos que han marcado a su región: La privatización de los ferrocarriles, los golpes arteros contra el cooperativismo pesquero, las andanadas contra los sindicatos, el agotamiento del medio rural, las alternancias políticas y la cada vez mas acentuada decadencia material, cultural, económica y moral del puerto.
Pero a sus 87 años, el reconocido dirigente Gregorio ‘Goyo’ Alvarado luce sano físicamente, activo y equilibrado en sus pensamientos.
¿El trabajo, Gregorio? “Quizá si dice, pero también velar y estar muy al pendiente de las cuestiones importantes que han influido en mi vida: la familia, los sindicatos, los trabajadores del Valle… y los amigos”.
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