“Si haces una mala elección, engendrarás un monstruo”
Mathias Malzieu
Ahora que estamos en temporada de apoyos, berrinches y conatos de deserción en los partidos, me viene el recuerdo el trienio en el que ocupó la presidencia municipal Célida López, rabiosa panista que, por obra de la proximidad electoral, brincó a Morena y a los brazos de López Obrador.
Ese fue un trienio de pandemia, cancioncillas pedorras y exhibicionismos autoritarios, también lo fue de tratamientos con olor a confusión terminológica, a vaciedad cultural y, finalmente, a imposición conceptual: Célida fue la ‘presidenta’ municipal, no la presidente municipal, por obra de poner una ‘a’ en cualquier lugar posible.
Así como Sonora “ya estaba lista” para ser gobernada por una mujer, Claudia Pavlovich, Hermosillo también lo estaba para Célida López, como si el sexo fuera determinante para el desarrollo de la función pública, los valores democráticos, la honestidad y el compromiso social y político de la gente.
Ahora, propios y extraños agitan la bandera del sexo como argumento político-electoral y proclaman como un triunfo que en el 2024 habrá por vez primera una mujer en la presidencia de la República. Las dos posibles candidatas ya estrenan en sus discursos la palabra ‘presidenta’.
Sucede que quien preside es presidente, quien pasea es paseante, quien estudia es estudiante, quien ama es amante y así sucesivamente, sea hombre, mujer o quimera. Y no está de más decir que, en cualquier caso, quien preside está sujeto a las mil y una contingencias de la función pública, y que la tabla de salvación es su integridad, el respeto a la ley y su fidelidad al programa de gobierno propuesto, no su sexo (o género, si lo prefiere).
Desde luego que usted puede decirlo como le dé la gana e incluso apoyarse en la coladera lingüística de la Real Academia Española, tan inclusiva que se sospecha que su cada vez más amplia apertura apunta decididamente hacia su intrascendencia e inutilidad normativa.
Dicho lo anterior, en medio de las oleadas de encuestas flota la democracia cuantitativa en un ejercicio técnico que evade al votante popular, en vivo y a todo color, porque las urnas no pueden ser sustituidas por cuestionarios telefónicos, electrónicos y mediáticos, salvo para dar una especie de tendencia.
Sin embargo, si el método de encuesta fue aceptado por los interesados, la suerte está echada sobre la mullida superficie de la sobrevaloración tendencial, de los supuestos que pasan a ser verdades consensuales, de sustitución pragmática del mecanismo electoral que requiere de las urnas, boletas, padrón, auscultadores, árbitro y demás elementos que permiten asegurar su legitimidad. veracidad y fuerza. Pero bueno, menos mal que el método elegido no fue tómbola.
En el acto de aceptación de los resultados de Morena, destaca la ausencia de Marcelo Ebrard. La llegada de sus representantes sin la identificación de rigor dio la nota discordante, y la respuesta obligada de los elementos de seguridad fue que rechazaron su ingreso al recinto del cómputo, con el resultado de la queja airada del aspirante derrotado.
Marcelo, con sus mariposeos y vulnerabilidades, se declara víctima, al más puro estilo de los perdedores sin gracia, de los que participan con ánimo de propietario, de ‘hijo de algo’, de poseedor del boleto premiado en la rifa de las vanidades, los supuestos alegres y la fascinación por la propia imagen. El ser un mal perdedor da pie a suponer que hubiera sido un mal ganador, pero eso ya no se sabrá.
Le confieso que el candidato de mi simpatía era Adán Augusto López Hernández, pero entiendo que las tendencias a veces pueden más que las razones. El boleto premiado fue para la señora Sheinbaum, y no hay vuelta atrás.
Según se ve, una mujer presidirá la República, en calidad de titular (no titulara) del Poder Ejecutivo Federal. En ese carácter será presidente, pero usted dígalo como se sienta mejor. El resultado será igual.
Por último, un deseo que reúne cada vez más adeptos es el de que don Mario Delgado y comité encargado de decidir el palomeo de candidaturas, no incurra (llegado el momento) en un ataque mortal de inclusión en beneficio de los chapulines panistas que buscan espacios legislativos (o cargos en estados y municipios) para, desde ahí, actuar en contra de las iniciativas o el programa de Morena. Aunque los gusanos tienden a hacer suya cualquier manzana, la historia no debe repetirse.