Una vez más México está de luto. Ahora por el alto impacto que tuvo en la opinión pública la desaparición y muy posible asesinato de los cinco jóvenes originarios de Lagos de Moreno, Jalisco.
Diego, Roberto, Uriel, Jaime y Dante fueron reportados como desaparecidos desde el pasado viernes 11 de agosto, luego que los muchachos salieron a divertirse presuntamente a una feria de la localidad, pero lamentablemente jamás regresaron.
Tras horas desesperadas de búsqueda por parte de sus familiares, el martes surgieron imágenes terribles que apuntan a que es probable que los jóvenes hayan sido víctimas de la violencia criminal que asola a Jalisco y el País, a un nivel pocas veces visto.
Por desgracia, este no es un caso aislado, ya que son miles los jóvenes que pierden la vida año tras año producto de la violencia en que está sumido el país y el fracaso de la estrategia presidencial de “abrazos, no balazos”.
Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), de diciembre de 2018 a diciembre de 2022, en México se han registrado un total de 144 mil 448 homicidios, de los cuales 51 mil 615 fueron cometidos contra jóvenes entre 15 y 29 años.
Esto significa que en este sexenio de cada 3 asesinatos que se cometen en el país, 1 involucra a jóvenes que ni siquiera superaron la mitad de la expectativa de vida del mexicano promedio.
Lo peor es que esta tendencia va en franco aumento, ya que en el mismo lapso de Enrique Peña Nieto (diciembre de 2012-diciembre de 2016) fueron asesinados 32 mil 322 jóvenes, mientras que con Felipe Calderón (diciembre de 2006-diciembre de 2010) la cifra fue de 25 mil 860.
Por estos datos, no sorprende que en julio pasado el INEGI haya dado a conocer que los homicidios son de hecho la principal causa de muerte en jóvenes de 15 a 24 años y también en personas de 25 a 34 años.
El daño a esta generación de muchachas y muchachos es enorme y quizás aún no lo alcanzamos a comprender del todo.
Tal como sucede en países en guerra, en México podría estarse poniendo en riesgo el desarrollo y salud mental de toda una generación de jóvenes expuestos a la normalización de la violencia generada por los “ejércitos” que colaboran con el crimen organizado.
En Ucrania, durante el primer año de la guerra se contabilizaron un total de 7 mil 199 víctimas de la población civil de todas las edades, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En contraste, tan solo en 2022 fueron asesinados en México 11 mil 157 jóvenes de 15 a 29 años.
Recientemente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un estudio donde señala que uno de cada cinco niños y jóvenes ucranianos sufrirá algún tipo de trastorno metal a causa de la guerra, como puede ser angustia, miedo, introversión y rechazo al mundo.
Esto serían las secuelas psicológicas por el horror que están viviendo en ese país. Si eso es en Ucrania, cuáles podrían ser las secuelas para las madres, padres, hermanos y amigos que han perdido a seres queridos en circunstancias como las de los jóvenes de Lagos de Moreno.
No es casualidad que en nuestro país, durante 2022, el suicidio fue la tercera causa de muerte entre la población de 15 a 24 años, y la quinta entre quienes tienen entre 25 y 34 años.
Es evidente que esta situación no debe continuar. La única preocupación que deberían tener nuestros jóvenes es estudiar y prepararse para aspirar a una vida mejor que la que les dieron sus padres.
En contraste, estamos perdiendo a muchos de ellos por la violencia del crimen organizado y quienes sobreviven, seguramente experimentan rechazo hacia el mundo adulto, o bien ponen en marcha mecanismos de aislamiento que los encerrarán en sí mismos o entre iguales en un intento de evitar conectar con el sufrimiento y la realidad que están viviendo.
Como padres y como jóvenes que alguna vez fuimos, hoy estamos obligados a exigir al Estado Mexicano que haga algo para cambiar esa triste realidad, sobre todo al ser el Gobierno el principal obligado a garantizar la seguridad pública.
Twitter: @GomezReyna