Por David Jacobo Calles Montaño
No se preocupe estimado lector, con este título no busco ganarme su voto. Como la mayoría de los mexicanos y como usted mismo quizá, me considero apartidista. Con este título intento más bien provocar la reflexión ciudadana sobre el tipo de políticas públicas que se necesitan implementar para sacar a la capital de Sonora del rezago en el que se encuentra. Mi propósito es que usted se llegue a formular esa pregunta y pueda incluso compartir sus propuestas. Este ejercicio reflexivo está dividido en cuatro partes y en la última de ellas le ofreceré mis propias propuestas de políticas públicas. En esta primera parte me dedico a poner en la mesa los elementos para iniciar la reflexión, mientras que en la segunda y tercera partes describiré algunos de los factores que considero han llevado a la ciudad a una situación de rezago y endeudamiento.
El interés por redactar esta columna nace a raíz de una publicación reciente en la que describo los cambios que he observado en mi ciudad al visitarla una vez al año en los últimos quince años que he radicado en el extranjero. En esa publicación me limité a contrastar la visible riqueza de nuestra capital con la pobreza de los servicios y espacios públicos, concluyendo que Hermosillo es una ciudad literalmente pobre, debido a sus limitados recursos y a la enorme deuda que tiene acumulada, ocupando el tercer lugar de los municipios más endeudados de México.En esta ocasión le ofrezco una reflexión más profunda sobre la problemática actual de nuestra capital.
No se busca aquí encontrar culpables, ya que todas las administraciones municipales han contribuido en mayor o menor medida a ello. Se trata más bien de reflexionar en la manera en cómo se puede salir de esta situación que nos afecta a todos como hermosillenses. Estoy convencido que de la boca o la pluma de los ciudadanos podrían salir propuestas de políticas públicas que empujen a nuestra ciudad capital a salir del estado de sobrevivencia en la que se encuentra y pueda transitar a un estado de inversión y desarrollo. La reflexión inicia con la siguiente pregunta. ¿Qué sucedería si el gobierno estatal asumiera la responsabilidad y liquidara completamente la deuda municipal? Si bien se eliminaría la deuda, el rezago seguiría ahí, para reducirlo se necesitaría de una cantidad estratosférica de recursos y el trabajo coordinado de varias administraciones municipales; para ello se necesitaría implementar una serie de políticas públicas alternativas dirigidas a eficientar la recaudación, permitiendo así financiar mejoras en los servicios y espacios públicos y evitar caer de nuevo en el endeudamiento.
Por ello es importante identificar cuales han sido los factores que han llevado a la ciudad a su situación actual, la cual es muy peculiar. Si bien es una de las ciudades más endeudadas, el nivel de endeudamiento no se ha traducido en una mayor inversión y mejores servicios para los hermosillenses. Por otro lado, es una de las ciudades más caras del país, mientras que el 57.61% de los hermosillenses de acuerdo con el Coneval, viven en condición de pobreza (22.44%) y vulnerabilidad (35.17%). Algo se ha hecho muy mal para haber llegado a esta situación. ¿Pero qué es lo que se ha hecho mal? Creo que descifrando esa dicotomía podemos encontrar la respuesta.
Sabemos que la corrupción ha sido un factor muy importante, pero no el único. Sabemos también que el ayuntamiento ha sido administrado en las últimas dos décadas por alcaldes de diferentes partidos, por lo que la alternancia política no parece haber sido el problema. ¿Cuál ha sido el problema entonces? A pesar de sus diferencias partidistas, las diferentes administraciones municipales han seguido el mismo patrón, han aplicado la misma fórmula, las mismas políticas públicas. Es así como la situación de rezago y endeudamiento de nuestra ciudad pareciera deberse más bien a lo que no se ha hecho: implementar políticas alternativas y progresistas.
No estoy diciendo que en las pasadas administraciones no se hayan hecho ciertas mejoras en la ciudad, sino que estas han sido insuficientes y han terminado endeudando más a la ciudad. Otro común denominador en las pasadas administraciones ha sido su incapacidad de formular un proyecto de ciudad propio, limitándose a copiar un modelo urbano “agringado”, llegando incluso al ridículo de querer llamar “Hermosillo Downtown” al centro histórico de nuestra ciudad. Este afán por la modernización “a la gringa” no es nada nuevo, ha estado arraigado en la política local desde ya hace bastante tiempo, y es solo un reflejo del clasismo que permea a la élite política y económica y a un sector de la clase media.
En esta búsqueda de modernidad, sin respeto por nuestra cultura y nuestra historia, Hermosillo ha ido perdiendo su identidad y su carácter propio. Un proyecto de ciudad debe partir de un reconocimiento de sus características propias, ya que cada ciudad tiene condiciones únicas; un entorno ambiental y recursos naturales que moldean a una sociedad particular, la cual crea una historia propia. En teoría, cada ciudad debería de implementar políticas públicas adecuadas a sus características propias y que terminen beneficiando a todos sus habitantes; en la práctica, las políticas públicas se implementan para favorecer a grupos o individuos con la mayor influencia política y económica. Esto pasa aquí y en China, sin embargo, hay niveles, que dependen de la composición social y económica de sus ciudadanos, es decir, del tamaño de su clase media. En la mente de un político, los ciudadanos no son los habitantes de una ciudad, un estado o un país, sino únicamente aquellos individuos o grupos con el peso suficiente para incidir en política pública.
En el caso de Hermosillo, las administraciones municipales se han caracterizado por representar de manera casi exclusiva al sector más privilegiado de la ciudad, el único sector lo suficientemente organizado para influir en la implementación de políticas públicas que sirvan a sus intereses. Eso explica el desinterés o incapacidad de los alcaldes por implementar políticas públicas progresistas, que terminen beneficiando a todos los hermosillenses. ¿Cómo podemos esperar políticas progresistas si los mismos alcaldes pertenecen o son afines a los intereses del grupo más privilegiado de la ciudad, incluso del estado?
Si bien la emergente clase media se ha venido organizando en los últimos años en colectivos o asociaciones con el fin de demandar o incluso evitar la implementación de ciertas políticas, sus demandas han estado enfocadas a solucionar problemáticas muy concretas y no a demandar los cambios de fondo que el ayuntamiento necesita. La organización Hermosillo ¿Cómo Vamos? ha venido agrupando a colectivos y académicos con el fin de articular un proyecto de ciudad apartidista y con visión a largo plazo, adquiriendo ya cierta influencia en la implementación de políticas públicas.
Desde el 2018, esta organización ha publicado los resultados de numerosos estudios de percepción, los cuales son de gran ayuda para medir los avances o retrocesos y el desempeño de las administraciones municipales. Los análisis de percepción sin embargo tienen sus limitantes, pues al enfocarse en la problemática actual, tienden a mostrar los síntomas de una situación y no los factores que la originaron. Dado que la problemática de la ciudad no es algo reciente, es importante agregar historicidad al análisis. En las siguientes dos partes de esta columna le ofreceré una reflexión histórica enfocada en cuatro factores que considero han limitado el desarrollo de nuestra ciudad y la han llevado a una situación de estancamiento.
Hermosillo ¿Cómo Vamos? es una organización democrática e incluyente, la opinión del autor(a) en esta colaboración no representa la postura, ideología, pensamiento o valores de la organización desde donde promovemos el derecho a la libre expresión, la construcción de opiniones y la formación de pensamiento crítico.
Estamos abiertos al diálogo, la deliberación y la construcción de propuestas para la atención a los desafíos locales con el propósito de que Hermosillo sea un mejor lugar para vivir.
El autor es licenciado en Historia por la Universidad de Sonora con maestría en Estudios Latinoamericanos, especializado en desarrollo y políticas públicas por la Simon Fraser University en Vancouver, Canadá.