“El periodismo es libre o es una farsa”
Rodolfo Walsh
Parece que las ideas hacen roña, producen urticaria, irritan, no tanto por la brillantez de los conceptos, lo certero de las críticas, la contundencia de los argumentos. No. Quizá tiene más que ver con la sola posibilidad de enarbolar otras banderas, otros enfoques, otras propuestas y, desde luego, otra visión de las cosas. Para algunos la divergencia es insultante.
Así pues, cuando alguien manda a freír espárragos al opinante, queda, junto con la ausencia en tal o cual medio de información, la sensación de que algo molestó a alguien y que los callos pisados padecen de calambres e inflamaciones resulta ser bastante fiel con la realidad.
Escribir opiniones e ideas y publicarlas en diversos portales puede ser un deporte de alto riesgo, a juzgar por la solapada vertiente autoritaria con la que muchos acogen la libertad de expresión y el derecho a la opinión propia y, con la autoridad que da el ser propietario o administrador del medio electrónico de marras, simplemente cancelan la colaboración y mandan a la chinada al desbozalado y políticamente incorrecto opinante.
Si usted, pongamos por caso, tenía un espacio reservado con su foto que acogía sus colaboraciones periódicas, y comete la ligereza de expresar sus consensos y disensos en forma libre y responsable, dando la cara, con su nombre por delante, pues lo cancelan y adiós y que le vaya bien… o como sea.
Se entiende que muchos medios con pujos de prensa de vanguardia viven gracias a la publicidad, al igual que los medios de toda la vida. Se entiende también que hay criterios editoriales que deben seguirse para dar consistencia a la identidad periodística, a la línea que los distingue del abigarrado conjunto de informadores y plataformas.
Se entiende que hay intereses y camisas de fuerza autoimpuestas, que hay compromisos de grupo o partido, que los prejuicios y convicciones de los directores y redactores influyen en la forma y el contenido, y que los aires políticos pueden determinar las rutas de navegación de la empresa.
Se entiende, en fin, que la ética juega a las vencidas con el dinero y los favores; que el derecho a la información puede estar en lucha contra la sobrevivencia y las necesidades de quienes viven de esto. Se entiende.
Lo que no se entiende es la falta de respeto, de elemental educación y consideración para con el colaborador que por sus ideas es convertido en basura que se excluye, separa y tira fuera del equipo editorial a la primera provocación, que por la diferencia se le convierte en cosa, en una mancha que se borra con gran facilidad del formato, de la memoria del lector y de la conciencia del editor.
Quienes tenemos la afición arraigada de escribir ideas y opiniones de carácter social y político somos desechables en un momento determinado del acontecer político-electoral de nuestra sociedad. Se nos puede descartar en un clic eliminatorio.
Desde luego que la patada en el trasero de un colaborador no pasa de ser una pequeña mentada de madre a la libertad de expresión y un homenaje a la intolerancia y la falta de pluralidad, pero en los medios con inclinaciones corporativas eso y más se puede esperar. La intolerancia se disfraza de progresismo, y la exclusión muchas veces ondea la bandera de la inclusión y la pluralidad.
Lo bueno es que el desarrollo de la tecnología y las redes sociales obra el milagro de la multiplicación de las plataformas, la difusión de las ideas y la libertad de disentir, así que ser su propio editor es una buena solución al cerco informativo ratonero y faccioso.
Tener un blog es una tarea gratificante donde el esfuerzo personal se traduce en espacios de libertad comunicativa, en este caso, que se pudran los dueños, directores y redactores de la presa mercenaria que aparenta independencia y respeto por los intereses ciudadanos. Mientras ellos siguen afiebrados el olor del dinero, nosotros sigamos el aroma de la libertad llamando a las cosas por su nombre.
Así pues, mientras que el respeto a la disidencia es un acto de madurez cívica, de dignidad política, el silenciar a quien piensa distinto es un acto canalla que resuma intolerancia y pequeñez. Pero que cada cual cargue su cruz y su calvario. Así estamos.
Bueno, sigo pensando que la 4T es defendible, aunque le falta una desparasitada, que no van juntas la defensa de lo propio con la entrega del espacio nacional, que la vertiente nacionalista y soberanista es mejor que la globalista, que Adán Augusto López Hernández es la mejor opción para Morena y el país.
Pero también creo que al que nace para tamal del cielo le caen las hojas.