Quizá muchos lectores no lo sepan, pero la llamada ‘La ley del revólver’ no es un dicho, sino una serie de televisión estadounidense emitida por primera vez en 1955 y protagonizada por James Arness. Fue la serie emitida en ‘primetime’ con más episodios en la historia de la televisión estadounidense durante 43 años, hasta 2018, cuando fue superada por Los Simpson.
Entre 1955 y 1961 cada capítulo de la serie duraba 30 minutos, y luego de eso pasó a durar una hora. Se emitieron 635 episodios entre 1955 y 1975. Por el show pasaron grandes estrellas como: John Wayne (presentador del piloto), Bette Davis, Harrison Ford, Jon Voight, Kurt Russell, Jodie Foster y muchos más. Sin darnos cuenta, hacemos referencia a la antigua serie cuando nos referimos a pueblos sin ley y se imponen las ‘otras fuerzas’.
En estos días quizá podemos concluir que se habla mucho de leyes y de reformas que mantienen al ciudadano inmerso en una agenda de noticias y polémicas, que -pues sí- se refieren a derechos y obligaciones nuevas y que en realidad poco aportan a la construcción del llamado ‘estado de derecho’, porque para nada ocupan al observador en defender el cumplimiento de la ley, sino que lo distraen en la vieja historia de la ‘ley del más fuerte’ o la ‘ley del revolver’ como en los westerns americanos.
El estado de derecho es más un ideal que nos esforzamos por alcanzar, pero que a veces no logramos cumplir. Muchas sociedades, incluida la nuestra, han desarrollado instituciones y procedimientos para tratar de hacer realidad el estado de derecho. Estas instituciones y procedimientos han contribuido a la definición de lo que constituye el estado de derecho y lo necesario para lograrlo.
Pero ¿qué le espera a un país que permanece inmóvil ante la visible y reincidente actitud de gobiernos que quebrantan o eluden la ley visiblemente en renglones que ellos quizá califican como “intrascendentes”, ante los ojos de un pueblo desconcertado?.
La verdad es que, como siempre en la historia del mundo, las sociedades son arrastradas por sus propias degeneraciones; sin embargo, a medida que el conocimiento avanza las escusas para permanecer estáticos cada vez son menos.
Por ejemplo, en nuestro país estamos experimentando el modelo populista de gobierno que es algo entendido como oclocracia, de la antigua filosofía griega y que es parte de la llamada por ellos mismos “sucesión cíclica de regímenes políticos”. Ello no es otra cosa que un reloj en el tiempo que corre así: un ciclo en seis fases que convierte a la monarquía en tiranía, seguida por la aristocracia que se degrada en oligarquía, luego viene la democracia, que intenta remediar la oligarquía, pero oscura, en una sexta fase, en el peor régimen que es la oclocracia (populismo), donde solo queda esperar al hombre providencial que volverá a la monarquía. Entonces todo comienza una y otra vez.
En resumidas cuentas, hasta este momento estamos siendo arrastrados por esta regla de ciclos y por lo que hoy estamos experimentando un tiempo provocado por el degenere del modelo democrático, simplemente. Y entonces ahora, ¿quién tiene la culpa?, muy simple: la indiferencia.
¿No son las leyes hechas por hombres y mujeres en su rol de legisladores? ¿Acaso los hombres y las mujeres no hacen cumplir la ley como policías o interpretan la ley como jueces? ¿Y no todos elegimos seguir o no seguir la ley a medida que avanzamos en nuestra vida diaria? ¿Cómo existe el estado de derecho independientemente de las personas que lo hacen, lo interpretan y lo viven?
Entonces contestemos esta última pregunta: ¿por qué razón acudimos de manera voluntaria a actos anticipados de campaña de funcionarios públicos actualmente en altos cargos, si sabemos que es un deliberado quebranto a las leyes de este país?
Las escusas y las eluciones a las leyes son para los indiferentes, para los que creen que nada malo puede pasar.
A veces las personas se olvidan de dónde vienen los conflictos bélicos y cómo es que todavía tenemos guerras armadas estando en pleno siglo XXI. Es evidente que el constante quebranto a la ley irá siempre subiendo de tono, y los seguidores del pueblo sin ley se irán sumando hasta que sea necesario volver a comenzar. Lo malo es que para volver a comenzar hay que destruir todo primero.
Cuando no se respeta la ley no hay acuerdo, porque todo mundo defiende su razón, y entonces llega el momento de demostrar quién es el más fuerte. El resto de la historia lo están mostrando al mundo Ucrania y Rusia.
No está muy claro el ideal de un gobierno que en sus acciones solo deja claro su poco afecto por la Constitución y las leyes que de ella emanan. Lo que sí está claro es que son conscientes de que gobiernan un pueblo indiferente que poco acostumbra observar su historia, ni la ya sufrida, ni la que está por venir.
El título de esta columna se refiere precisamente a eso: al posicionamiento de las leyes del más fuerte, no de lo que es justicia.
Es un panorama muy desalentador el que tenemos frente a nosotros. Lo que sigue es proponer una actitud cívica más evidente, entendida como un nuevo comportamiento que observe sus deberes de ciudadano, respete y promueva el cumplimiento de las leyes en contribución al funcionamiento correcto de la sociedad. Eso sería un drástico NO a la indiferencia, ¿están de acuerdo?
